Capitulo 18: Emboscada

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Dia 8 de expedición

María nos contó que los gusanos tornillos no son gusanos que tiendan a producir miasis. Son considerados una plaga en los cultivos de plataneras. Sin embargo, aquellas moscas debían de haberse despistado y haber colocado huevos sobre la herida del pie de Juan, hace 2-3 dias, a pesar de los vendajes.

No teniamos ivermectina porque el botiquín había sido preparado por un enfermero de personas. Si hubiera sido preparado por un veterinario o un auxiliar de veterinaria, tendriamos litros y litros de ivermectina a mano. Como para bañarnos, revolcarnos en ella y malgastarla si quisiéramos. En cualquier caso, como la herida estaba limpia, no habia de qué preocuparse. No se lo iban a comer vivo. En cada cura extraería todos los gusanos visibles y listo. Lo habitual.

A parte de ese momento altamente indigesto, el dia transcurrió sin incidentes y la noche fue muy tranquila. Nuestros cuerpos ya iban a acostumbrándose a la rutina selvática y a tener el estómago vacío.

Al día siguiente, Raul y Guadalupe habían dejado de tener fiebre, aunque su piel todavía mostraba pequeñas postillas en los lugares donde había aparecido la erupción.

Ya solo nos quedaban unos once dias de caminata para llegar a nuestro destino. Hacia poco que habiamos retomado las rutas de 20kms, y por lo tanto había que sumar los cuatro días de retraso que acumulábamos por el incidente del cepo. Total, que nos quedaba por andar mas o menos lo mismo que habiamos andado ya.

Maravilloso.

Desde luego era mejor no pensarlo.

Comimos en una especie de montículo, que nos permitió vislumbrar nuestro camino a pesar de la tupida vegetación que nos rodeaba. Cuando Guadalupe nos señaló mas o menos el punto exacto al que teniamos por objetivo llegar, suspiramos de forma unánime.

Con lo bien que se estaba en casa, quietecita y viendo la tele.

No habia arboles liana cerca y dormimos sin mas remedio en una zona empantanada. María se subió a un árbol porque de esa manera se sentía más segura, pero los demás elegimos dormir en tierra sin utilizar las tiendas de campaña para que no se estropearan. Juntamos en el centro las esterillas e hicimos una especie de rebaño humano, colocando antorchas a nuestro alrededor para protegernos.

Las noches en la selva son muy oscuras, por lo que es dificil distinguir siluetas o formas aunque las tengas cerca. A diferencia del dia, cuando la penumbra se cierne sobre este tipo de ecosistema, todo se vuelve muy ruidoso. Ahi es cuando notas la falsa sensación de soledad que te acompaña mientras caminas. Por la noche la selva rezuma vida.

Lo inusual llegó pocas horas después de acostarnos. De repente, el silencio se hizo presente y se apagaron nuestras antorchas, dejándonos ciegos e indefensos.

Yo desperté cuando ya estaban encima nuestra, dándonos patadas, puñetazos y golpes con objetos duros en distintas partes de nuestro cuerpo. Daba igual que golpeara la cabeza, una pierna, la espalda o la barriga. La fuerza que utilizaban era descomunal, como si en vez de personas fueran gorilas. Como si en vez de herirnos, quisieran matarnos.

— ¡Corred y resguardaos! — Gritó Guadalupe, con esfuerzo.

Escuché a Raul y José María defenderse como podían.

En ese caos, alguien me tomó del brazo y tiró de mi haciéndome levantar.

Lía, soy yo. Ven conmigo — Escuché que decía la voz de Andrés entre las sombras.

Lo seguí a duras penas, tratando de protegerme de aquel ataque bestial y cobarde. Me tiraron al suelo un par de veces a base de golpes, pero por suerte me incorporé sin perder el tiempo y pudimos escapar de allí.

Cuando conseguimos alejarnos lo suficiente, Andrés tomó mi rostro entre sus manos temblorosas, intentando tranquilizarme. Mi respiración era entrecortada y estaba en shock.

Mi cuello estaba cubierto de sangre, barro, lágrimas y mocos a partes iguales.

— Ya está. Ya estamos fuera — Decía de forma trabajosa — ¿Estas herida? ¿Estas bien Lía?

Lo abrace y lloré sobre su hombro.

Estaba aterrorizada.

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