Capítulo 5: Cuestiones sin importancia

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— No irás a dormir asi en mi casa ¿Verdad?


Lo miré incrédula. Andres estaba en calzoncillos en mitad del salón, como si eso fuera lo mas normal del mundo.

— No pensaba que te fuera a molestar — Dijo, sentándose en el sofá y encendiendo la televisión.

— ¿Qué te parecería si yo fuera por aquí caminando en ropa interior?

Él giró la cabeza y levantó las cejas al escuchar mis palabras.

— Es tu casa, puedes hacer lo que quieras. A mi me parecerían unas vistas espectaculares.

Solté un bufido.

— Hazme el favor de comportarte y tener la empatía de pensar que a mi todavia me queda un poco del pudor que a ti te falta.

Andrés se levantó y se encogió de hombros, a modo de disculpa.

— Llevas razón ¿Tienes algo que prestarme Lía? Ese mono huele a sudor y no creo que sea buena idea dormir con él.

— Seguro que encuentro algo adecuado — Le dije, yendo en dirección a mi habitación.

Rebusqué en el amario hasta encontrar algo que más o menos le quedase bien de talla. Encontré una camisa larga de cuadros azules y se la llevé. Yo la solía utilizar como chaqueta.

—Toma, vas a estar guapísimo con esto - Le entregué la camisa.

Él se la puso de inmediato, abrochándose todos los botones. La camisa le cubría hasta más allá de las rodillas, pero luego sus piernas peludas y blancas asomaban por la parte inferior. Parecía un naúfrago. La imagen era divertida.

Cuando terminó de ponérsela, me dió la sensación de que se ruborizaba un poco.

¿Enserio?

— ¿Mejor? — Preguntó Andrés, antes de sentarse a ver la tele de nuevo.

Asentí satisfecha.

Luego fui a ponerle la cena a Robin, que esperaba sentado justo al lado de la bolsa de pienso. Por si se me fuera a olvidar alimentar a aquella desvalida criatura.

Mañana llamaría a Pedro y a mi familia. Mi familia iba a flipar. Tanto o más que yo. Era mejor informarla en el último momento, tal y como habían hecho conmigo.

— Te invito a unas pizzas — Escuché que decia de fondo Andrés — Las encargaré por la aplicación del movil para tener descuentos ¿de qué te gustan?

— Se supone que no tenias dinero ¿no?

Me lanzó un billete de 50€ arrugado y sucio. Tenía puntería, me dió en toda la frente.

— Algo tengo, pero no debo malgastarlo.

Claro, y qué mejor motivo que comprar pizzas. Las pizzas eran de vital importancia.

— Venga. Me dejo invitar. Muchas gracias - Accedí.

Adoraba la comida Italiana. Recogi el billete de 50€ y lo dejé extendido sobre la mesa de madera.

Las pizzas no tardaron en llegar. Nos sentamos en el sofá y pusimos una película de la saga Star Wars para estar entretenidos.

— Y cuentame ¿tienes alguien especial de quien despedirte? — Preguntó Andres  en un momento dado.

— Mi familia — Respondí escuetamente.

— ¿Nadie más te va a echar de menos?

— Mis amigos y mis pacientes.

— ¿Nadie más?

Me senté en el borde del sofá y dejé en el plato el trozo de pizza que me estaba comiendo en ese momento.

— Se supone que a Robin puedo llevármelo ¿no es cierto?

Andrés soltó una carcajada.

— Si, eso es cierto.

— ¿A dónde quieres llegar?

— Pensé que tendrías pareja y por eso te habías independizado.

Era un comentario un poco retrógrado. Una persona podia independizarse sin que fuera imprescindible cohabitar con otra persona.

— Quería vivir la experiencia — Le expliqué — Aunque la verdad es que no soy capaz de ahorrar nada y siempre voy un poco justa al final de mes. Tendría que buscarme un trabajo complementario para andar un poco más holgada ¿pero de donde saco tiempo?

— Ya...ahora con este viaje podrás ahorrar un poco. Estoy convencido.

Volvimos a comer y a centrarnos en la película por unos instantes.

— ¿Y tu?

No pude contenerme. Siempre habia sido un chico muy cotizado. Estaba segura de que tenía sus ligues semanales y quizás más de una amiga con derecho a roce.

Andrés se ajustó el cuello de la camisa y de una forma elegante y se atusó el cabello.

— Siempre tengo las puertas abiertas al amor — Dijo con picardía.

— Ajá, eso quiere decir que estas igual de sólo que yo — Sentencié.

— Pero me lo paso bien en el entretiempo ¿tú a cuantos te has traído al picadero?

Me atraganté con la bebida y tuve que limpiar las gotas que habían mojado mi barbilla con la servilleta.

— Mi casa no es un picadero. Y se acabó la conversación. No se puede hablar contigo. Eres un ordinario.

— Tú has sido la que me has preguntado por mi vida privada ¿qué quieres que te diga? No soy un monje.

Tuve que reírme.

— No, desde luego que no. Bueno, ¿y qué sabes del resto de componentes de la expedición? — Dije, cambiando de tema.

— Nada. Hay un biólogo, varios periodistas e historiadores. Los conoceremos este Lunes nada más aterrice el avión.

—¿Crees que será gente de nuestra edad? ¿Serán de otros países? — Aventuré.

— Lo que espero es que no tardemos meses en llegar al destino. Si te pierdes en la selva, te puedes volver loco.

— Yo espero que sea gente amable y que sepa trabajar en equipo. Sino, va a ser una expedición muy...insustancial.

— Una putada. Una expedición putada - Me corrigió Andrés.

— Exactamente.

Teminamos de cenar y cada uno nos fuimos a dormir por nuestro lado.

Robin me abandonó aquella noche, quedándose a dormir a los pies de Andrés.

Bien, así tendría mas espacio en la cama.

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