Dia 27 de expedición
(Primera parte)Nos pillaron por sorpresa y nos tenían rodeados. Parecía una broma de mal gusto, pero los monos araña estaban verdaderamente furiosos y no iban a pasar por alto nuestra osadía.
Habiamos sido muy sigilosos. Tanto que, sin darnos cuenta, nos habíamos metido en en centro de su nido. Justo donde las hembras jóvenes cuidan a las crías del grupo o simplemente socializan. El lugar más seguro de su territorio.
Raúl y Guadalupe cargaban con la camilla de Andrés y yo había cogido en brazos a Robin. Trece kilos de amor incondicional que en ese momento me habría gustado que fueran del tamaño de un perro de raza chihuahua.
Todo iba segun lo planeado, de manera que íbamos avanzando por la selva sin hacer ruido. Evitábamos pisar las ramas que había esparcidas por el suelo y caminábamos despacio para tratar de impedir que crujieran las hojas a nuestro paso. La estrategia surtía efecto y casi pudimos degustar el sabor de la victoria.
Hasta que vimos caer un fruto al suelo, y una hembra joven de mono araña bajó a recogerlo ¿Todavía estábamos dentro del territorio de los monos y teníamos a uno de ellos en frente de nuestras narices?
Permanecimos muy quietos, tratando de pasar desapercibidos mientras el animal alcanzaba el fruto con parsimonia y se disponía a regresar al árbol del que había bajado. Sin embargo, quien sabe si porque el viento arrastró nuestro olor hacia su nariz o por otro motivo del que no fuimos conscientes, la mona levantó el rostro y saltó asustada al vernos.
El fruto cayó rodando hacia nuestros pies, mientras la mona huía y daba la voz de alarma.
— Maldita mona histérica — Escuché decir a Andrés.
En la siguiente secuencia imperó un caos absoluto.
Decenas de monos irritados asomaron sus cabezas desde lo alto de los árboles y nos observaron con expresión de sorpresa. Luego, adoptaron una actitud huraña. Algunas madres se colocaron a las crías en la espalda y se escabulleron. El resto de monos aulló al unísono y comenzó a lanzarnos objetos.
Robin saltó instintivamente de mis brazos, ladrando sin parar. En el momento en que tuve mis brazos libres, agarré la parte baja de la camilla de Andrés para evitar que se cayera, justo cuando Raúl y Guadalupe empezaban a correr.
Nos largamos de alli sin demora, tropezándonos con todo lo que nos lanzaban los monos, con la propia orografía de la selva y con nuestros pies. Los sonidos que emitían los monos eran ensordecedores y terroríficos, lo que nos hizo correr como si estuviéramos participando en una olimpiada. Era eso, o en el mejor de los casos nos explotaría el tímpano.
Sólo nos detuvimos cuando un brazo de rio se cruzó en nuestro camino y nos impidió seguir avanzando. Por suerte, los monos ya habían dejado de hostigarnos.
Mientras colocábamos la camilla de Andrés en el suelo y recuperábamos el aliento, observé que Robin mantenía la mirada fija en el agua. Rezaba porque no hubiera un enorme cocodrilo acechando y él se estuviera ofreciendo como carnaza.
Traté de apartar a Robin de la orilla, mientras busqué en la superficie del agua aquello que había llamado su atención.
Había al menos cuatro palos estrechos y alargados, como de bambú, emergiendo del agua. Parecían moverse y alrededor de su base se acumulaban pompas de aire. Algo de color oscuro y filamentoso sobresalía por entre las pompas de aire cada vez que salían a la superficie.
— ¿Pero qué demonios es eso? — Pregunté en voz alta, señalando los palos.
Guadalupe y Andrés miraron desde la distancia, con el entrecejo arrugado. Raúl se aproximó y echó un vistazo a lo que señalaba. Acto seguido, retrocedió como si hubiera visto un fantasma.
— Será mejor que... — Murmuró, tomándome del brazo para que hiciese lo mismo.
Sin llegar a terminar la frase, cuatro cabezas humanas salieron a la superficie y escupieron los palos de sus bocas. Su pelo, ojos oscuros, piel morena, baja estatura y tatuajes recordaban a los de los indígenas con los que habíamos convivido en la aldea.
— ¡Joder! — Exclamé, mientras evitaba que Robin se acercase a ellos para saludarles, pletórico de felicidad.
Robin, no hay que ser tan cordial en esta vida.
Guadalupe se acercó de inmediato y dejó en la retaguardia a Andrés. Los cuatro desconocidos que hasta entonces habían estado sumergidos hasta la coronilla, se limitaron a estudiarnos con la mirada.
— No os movais — Aconsejó la historiadora, cuando pasó por nuestro lado — Si se sienten intimidados, podríamos tener problemas.
Trató de conversar con los desconocidos durante un rato, utilizando diversas lenguas sin éxito.
Al final, uno de los hombres dio un paso al frente y rompió la fila que componía junto a los otros tres, haciendo que dejaran de parecer una hilera de estatuas de barro. Su rostro era serio, pero su boca estaba torcida en una especie de sonrisa.
— Veo que dominas las lenguas muertas — Declaró, utilizando nuestro mismo idioma — ¿Expedición K'áak'o' pixan?
El silencio nos envolvió.
¿Quienes eran esas personas? ¿Por qué nos buscaban?
— Presente — Me atreví a contestar.
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🟢 Expedición
PertualanganMexico 2021 Siete personas son reclutadas para documentar y cartografiar el actual estado de un antiguo templo Chichimeca. Celia, junto con el resto del grupo que conforma la expedición, descubrirá los secretos que oculta la selva y hasta donde es c...