Capitulo 25: Luz

26 3 3
                                    

Dia 13 de expedición

Grité emocionada al despertar.

Acababa de abrir los ojos y por fin había dejado de dolerme el ojo donde había recibido el golpe ¡y podía ver! Es cierto que bastante borroso y con un color algo ambarino, pero ya es algo.

¡Podía ver!

— ¿¡Qué pasa!? ¿¡qué pasa!? — Se levantó Andrés como un resorte.

Y se cayó del árbol, quedando colgado por la cuerda que inteligentemente habíamos dejado preparada para sujetar nuestros cuerpos la noche anterior.

Soltó un bufido. Luego sujetó la cuerda, y comenzó a subirla como si nada. Abrí la boca asombrada. El dedo de su mano izquierda estaba roto y parecía darle igual. Creía que Guadalupe y yo íbamos a tener que ayudarle a subir ¿y el tipo trepa como si fuera bombero o descendiente de tarzan?

— ¡Perdona! Ha sido un grito de emoción — Le dije, desde lo alto, mientras veía cómo trepaba con agilidad.

Cuando Andrés logró enderezarse sobre la rama en la que había dormido, sonrió de medio lado y me señaló con un dedo.

— Te quedas sin beso de buenos dias — Dijo.

Tuve que reírme.

— Créeme — Le dije, guiñándole un ojo — Sé que puedo conseguir todos los besos que quiera.

Él tragó saliva y amplió la sonrisa.

— Hombre, si ese es tú propósito, yo no me voy a oponer — Respondió — ¿Y a qué viene tanta emoción?

— ¡Ya puedo abrir el ojo y veo! — Le anuncié.

— ¡Enhorabuena! — La voz de Guadalupe se escuchó de fondo.

— ¡Gracias! — Le dije, saludándola con la mano.

— Esa es una noticia maravillosa - Celebró Andrés — Me alegro mucho Lía - Luego hizo una pausa — Parece que la orina del mono araña otorga superpoderes.

Puse los ojos en blanco, y empecé a recoger las cosas para meterlas en la mochila.

Ojalá otorgase superpoderes para averiguar si sus intenciones conmigo eran buenas y, si no lo eran, fulminarlo ipso facto con un rayo láser salido de mis pupilas. Estaba claro que iría con mucho cuidado. Lo mantendría a prueba durante mucho tiempo. No importa que me gustase su descaro, su humor, sus dotes de tarzán, sus manos, su atención, su actitud protectora y sus besos de buenos días.

Vaya...eso sí que era una lista larga.

Decidi raparme antes de partir, mientras Andrés le practicaba las curas a Guadalupe. Por un momento sentí lástima. Lo máximo que me había llegado a cortar el pelo en la peluquería era por debajo de las orejas. Pero al rato, comprobé que aquello ya no era pelo, sino una especie de esponja dura adherida a mi cabeza que tarde o temprano intentaría, por lo menos, chuparme el cerebro. Me deshice la esponja con ayuda de unas tijeras y una cuchilla de afeitar.

Al atardecer, tuvimos la suerte de
comernos una tórtola malherida que encontramos en el camino. Tenia el ala rota y aunque la lesión soldara, era inviable que pudiera volver a volar con normalidad. Le dimos muerte con rapidez para que no sufriera, y nos alimentamos de ella tras desplumarla, calentándola al fuego.

Fue como un regalo caido del cielo.

Por lo demás, el día pasó rápido y sin incidentes. De manera que pudimos reponer fuerzas y disfrutar de la ruta como no habíamos podido hacer hasta ahora.

Sin darnos a penas cuenta, la oscuridad de la noche y los sonidos de la selva nos abrigaron cuando caímos dormidos.

🟢 ExpediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora