Capitulo 44: Liberación

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Dia 24 de expedición
(Primera parte)

— Troll.

Despertar abrazada a Andres, escuchar su voz sin tener que preocuparme de que se ahogara y oír el canto de los pájaros alrededor, era una experiencia verdaderamente paradisíaca. Y más cuando, gracias a la transformación de Guadalupe y a la dinamita, era probable que los encapuchados hubieran desistido en su afán por capturarnos.

— Eso que me pinchaste a noche, ha hecho que me encuentre mucho mejor.

Me permití bostezar, antes de mirar el rostro del hombre que había dormido a mi lado. La hinchazón de parte de la cara de Andrés se había reducido, de manera que ya podía abrir los ojos. Tenía los ojos fijos en los mí y sonreía. Parecía feliz, después de todo. Le devolví la sonrisa.

— Ya veo - Lo felicité — Es un alivio que puedas hablar de corrido.

— Lo malo es que sigo sin poder moverme del todo — Informó — Y me he cagado encima.

Al mismo tiempo en que esa información me era desvelada, un tenue olor llegó a mis fosas nasales. Genial. Miré al cielo ¿Donde estaba el romanticismo, Dios mio?

— Debe de ser por el antibiotico — Le expliqué, sin darle importancia e incorporándome levemente — Estás demasiado débil y te lo tuve que dar sin que hubieras comido. Perdóname.

— Perdóname tu a mi por haberme cagado — Respondió cabizbajo.

Me reí y acaricié su mejilla.

— ¿Sabes? En algun momento de nuestra vida todos tendremos que aceptar que seguramente nos toque depender por completo de otra persona. De forma temporal o permanente — Suspire — Pero si encima podemos afirmar que, con independencia del papel que nos toque asumir, o incluso si se pudieran intercambiar los roles, somos felices...eso es hermoso.

Andrés arrugó el entrecejo, confundido. Me encantaba ver que volvía a recuperar sus expresiones habituales.

— No lo pillo, Lía. Creo que he perdido parte del cerebro en el camino.

— No pasa nada. Lo que quiero decir, es que no me importa recoger tus cagadas.

Noté que suspiraba aliviado y apretó la mano que aún teníamos entrelazada.

— Gracias Troll.

Poco después, volvió a mirarme fijamente. Esta vez, con un deje de seriedad.

— Acércate — Me pidió — Quiero decirte algo privado al oido y no puedo Lía.

¿Privado? Hice lo que me pedía y me arrodillé junto a él, acercando mi oído a sus labios, para ponérselo más fácil.

— Verás, me parece genial lo de las enfermedades y sus mensajes hermosos; pero yo lo que quiero es hacerte el amor contra este árbol y no puedo ¿Qué tienes que decirme a eso?

Mientras pronunciaba cada palabra, rozó con su aliento la piel de mi mejilla, provocándome cosquillas y sensaciones agradables. Me ruboricé al instante. Me había pillado con la guardia baja, lanzándome de sopetón toda la artillería pesada. Habíamos bromeado sobre sexo, pero eso era muy directo.

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