Capitulo 16: Troll y arena

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Dia 5 y 6 de expedición

Continuábamos avanzando por la selva.

Esta vez María y yo acompañamos a José María y a Juan en la cola del grupo, que dejó de estar dividido en tres. Así, podíamos hacer turnos para ayudar a caminar al enfermero.

Pronto, nos dimos cuenta de que estábamos adentrándonos en un humedal. El suelo se volvía cada vez más resbaladizo y se formaban grandes charcas de agua. Sólo deseaba que no se atravesara un pantano o un río de gran caudal en nuestro camino. Primero porque lo pondría todo más difícil, y segundo porque habría un mayor volunen de depredadores.

— Chicos, quiero que vigilen las orillas de las charcas. Podría haber caimanes - Avisó María.

Por precaución, Raul y Andrés cogieron dos ramas largas de uno de los árboles más cercanos y las usaron de bastón. La idea era golpear la tierra/maleza antes de pasar. Así, si había algo escondido, mordería la rama antes que a nosotros o saldría huyendo antes de tenernos encima.

No vimos caimanes, pero la densidad de mosquitos y moscas se incrementó considerablemente. Seguro que íbamos a pillar una de esas enfermedades transmitidas por mosquitos, tipo Dengue. Qué asco.

Era incómodo caminar con tanta humedad alrededor. Te cansabas el doble y sentías la ropa pegarse a la piel, mojada. En mas de una ocasión hubiera preferido seguir caminando en pelota picada.

Aquella noche, decidimos dormir sobre la base de un árbol de lianas. Las raíces eran enormes y aunque era incomodo tenerlas alrededor, era la mejor forma de evitar el agua.

A la mañana siguiente, Raul y Guadalupe despertaron con una erupción cutánea terrible. Luego debutaron con fiebre, vómitos y diarrea. Por suerte, iban contrarrestando los síntomas con medicación y aunque se encontraban mal, conseguimos caminar al mismo ritmo.

— Mierda — Escuché decir a Andrés en un momento dado — ¡Mierda!

El tono que utilizó no vaticinaba nada bueno. Estaba nervioso. Y eso, me puso nerviosa a mi también.

— ¡Deteneos! — Nos pidió al resto — Alejaos de donde yo me encuentro. Estoy en una de esas arenas...

Re-mierda ¿Arenas movedizas? ¿Enserio? ¿Como en las películas de Indiana Jones?

Lo vi hundirse hasta las rodillas y se me cayó el alma los pies. No podía morir. No, él no. No pensaba quedarme sola con ese grupo de gente desconocida.

Me deshice de mi mochila y me arrastré por el suelo en horizontal, para no ser absorbida por la arena, sin pensarlo dos veces.

La cara de Andrés se descompuso.

— ¿¡Pero qué diablos haces Lía!? — Preguntó con esfuerzo, mientras intentaba hacer fuerza con los brazos y tumbarse hacia atrás, como le habian enseñado a hacer en aquellas circunstancias.

— ¡Agarra mi mano! — Alcancé a decir, mientras trataba de estirarme lo máximo posible para llegar hasta él.

— ¿Estás loca? ¡vas a hundirte tu también! — Andrés se consiguió tumbar de espaldas y su mano se agarró a la mia con fuerza.

Fui tan torpe de tumbarme boca abajo en lugar de boca arriba, y en esa postura me costó trabajo respirar. Nota mental para la proxima vez que intente tragarme una arena movediza: Hay que tumbarse boca arriba.

Escupí arena, mientras notaba como tiraban de mis piernas para ponernos a salvo. Hizo falta menos esfuerzo del que pensaba para salir de aquella trampa, y pronto los dos estuvimos fuera.

Quedamos un rato tumbados, uno junto al otro, recuperando el aliento.

— Ahora tienes las rastas del pelo mezcladas con arena — Dijo Andrés, mirando mi perfil — Brillante. Pareces uno de esos trolls de juguete con pelo tieso.

Sonreí de mala gana.

— Tú si que eres un troll.

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