Capitulo 39: Tramposo

17 3 15
                                    

Dia 22 de expedición

La noche adquirió una tonalidad roja y el aire quedó impregnado de ceniza. La luna creciente que nos acompañaba se veía borrosa.

Poco después de nuestra fuga, los invasores decidieron que era buena idea quemar las carpas. Asi pues, todo nuestro trabajo de investigación, los equipos y las provisiones, se consumieron en cuestión de horas. El humo se elevaba como una neblina amarillenta por encima de los matorrales, haciendo visible el incendio que había sido provocado desde la distancia.

Un fuego tan descontrolado podia extenderse rápidamente por el resto de la selva, ocasionando una verdadera pérdida de nichos ecológicos. Por suerte el viento no soplaba a su favor y alli era probable que el propio manglar actuara de cortafuegos, deteniendo su avance. Quizas pretendieran dejarlo arder durante uno o dos dias, antes de sofocarlo. No parecia lógico que quisieran correr el riesgo de ser alcanzados por las llamas o atraer la atención de los guardias forestales.

Cargar con Andrés a través de la selva fue muy complicado desde el principio. A duras penas conseguíamos sujetar entre las dos sus setenta kilos. Una por un extremo y la otra por el otro, alzando su peso en el aire, esquivando los obstáculos del camino. Muy dificil.  Todavia le faltaban fuerzas para ser capaz de caminar con autonomía y ni siquiera podia comunicarse con normalidad. Por eso mismo, decidimos que lo mejor era ir haciendo pequeñas paradas, escondiendonos bajo las raíces de los árboles andadores o dentro de cualquier desnivel, que cuidadosamente cubríamos con hojarasca como si fueran trincheras.

El frio reinante nos impidió descansar durante la primera parte de la noche. Ya no contábamos con el aislamiento que ofrecían las esterillas o el saco de dormir, por lo que tuvimos que esperar a que la hondonada del suelo donde nos habíamos refugiado, se calentara con el calor corporal que desprendían nuestros propios cuerpos.

Recuerdo pasar las horas colocando mis manos heladas en la cara y en diferentes partes del cuerpo de Andres, para aliviar la inflamacion y el dolor que pudiera estar sintiendo. Apoyaba la punta de mis dedos sobre las zonas que mostraban moratones o contusiones, masajeando suavemente su superficie. Rezaba para que al dia siguiente alguna planta masticable con propiedades analgésicas se cruzase en nuestro camino. Sin medicinas, Andres estaba pasando un calvario.

Lía...— Escuché que decía en un momento dado.

Estábamos tumbados de costado el uno frente al otro. Sorprendida por verlo intentar hablar, traté de concentrar toda mi atención a sus palabras ¿Le preocupaba o molestaba algo? ¿Necesitaba que lo ayudase de alguna manera? ¿Tendría hambre o sed? ¿le molestaban las hormigas? ¿Querría darme un mensaje para su familia?

Guadalupe también reaccionó.

— ¿Qué pasa? ¿En que andan? ¿Que necesita? —Preguntó, moviéndose a mis espaldas, para mirar a través de mi hombro lo que le ocurría a Andrés.

Oh por Dios, que no quisiera despedirse. No podría soportarlo.

Empecé a derramar lágrimas de la emoción. Oír su voz era como un regalo caido del cielo.

— Dime, dime qué necesitas — Acerté a decir, conteniendo mis ganas de llorar.

Lía... —Volvió a repetir con mucho esfuerzo, como si estuviera llamándome.

🟢 ExpediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora