Capítulo 22: Adivinanzas

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Día 10 de expedición
(Segunda parte)

Estaba tan inquieta que no sabía dónde meter las manos. Asi que me crucé de hombros, lo miré directamente a los ojos y fingí una postura desafiante. Amiga, no hay nada mejor que el autoengaño.

— Dime, ¿de qué quieres hablar? — Le dije, tratando de aparentar serenidad.

Él se acercó y quedamos separados a menos de un brazo de distancia. Bien, eso era una violacion absoluta de mi espacio personal e iba a sufrir un ataque de claustrofobia.

Pero no. Todo. Todo estaba controlado.

Hice como si nada, parpadeando suavemente y sosteniendole la mirada.

— Adelante — Lo animé — ¿Qué era eso tan importante de lo que querías...?

De repente, Andrés extinguió la distancia que quedaba entre los dos y, dubitativo, me tomó por la cintura.

— De ti y de mi.

Bien, ahora tener cruzadas las manos en el pecho resultaba un estorbo ¿pero donde las colocaba? Decidí colocar mis manos rodeando sus codos y parecer que dominaba la situación.

Aunque estaba desbordada, completamente desbordada. Mi cara era una luciérnaga candente de color rojo.

— Andrés por favor, yo...tal vez necesito un poco de espacio, no estoy acostumbrada...— Musité.

Entonces, depositó un beso en mi mejilla. Hizo una pausa, y depositó otro beso en mi otra mejilla.

Evidentemente, ya no le pude sostener más la mirada y agaché la cabeza hacia su pecho, que subía y bajaba a un ritmo más rápido de lo normal.

Vale. Celia, estás haciendo el ridículo. Di algo para quitartelo de encima o di algo para que se te eche encima, pero no te quedes petrificada.

Es que asi simplemente, se estaba muy a gusto...

— Mira yo...— Dije en voz baja — Así no puedo hablar. No me esperaba. En fin. Esto.

— Vale — Dijo Andrés, apartando sus manos de mi cintura y tomándome de la mano — ¿Me dejas al menos cogerte de la mano, mientras hablamos de esto?

Tuve que reírme.

— Claro que si.

El tacto de su piel me causaba un extraño hormigueo.

— Tenemos mucho que aclarar, Lia. Me he dado cuenta de que llevo tiempo sintiendo algo por ti. Desde antes de que esta expedición tuviese lugar. Por eso dije tu nombre. Por eso fuiste la primera persona que se me vino a la cabeza cuando me pidieron el nombre de otro veterinario — Confesó — Pero no sé si tú sientes lo mismo.

Me quedé muda. Mira que es raro que me quede muda y en ese momento no me venía nada bien ¿Desde antes de la expedición? ¿estaba de broma? ¿enserio esperaba que me creyera eso?

— Te voy a ser sincera — Respiré hondo — No creo que tú y yo busquemos lo mismo en una relación. Yo tengo muy claro lo que quiero, no quiero hacerte perder el tiempo ni ilusionarme.

Él apretó mi mano sutilmente.

— Yo nunca pierdo el tiempo.

— No funcionaría.

— No sabía que tenías esa cualidad.

— ¿Cual?

— De adivina.

Me reí de nuevo.

— Soy experto en relaciones imposibles.

Maldito fanfarrón.

— No voy a construir una casa donde no hay cimientos firmes — Repliqué, intentando poner sensatez en todo aquello.

— Entonces ¿esto que sentimos, lo dejamos estar? Me siento como una olla a presion a punto de explotar.

La verdad es que tenía una ligera idea de cómo se sentía, porque yo misma me sentía así. Como una olla a punto de explotar y vértigo. Mucho vértigo.

— Podemos, simplemente, tomárnoslo con calma y ver cómo van las cosas — Propuse — No tengo intención de tirarme al vacío. Estamos trabajando, en medio de una mision ¿recuerdas?

— Bien — Me interrumpió — Eso me vale, pequeña troll.

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