Capitulo 57: Tribu

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Dia 30 de expedición

Eso de ir en camilla después de que un jaguar te diera la paliza de su vida, no estaba nada mal.

— Mmmm — Suspiré, cuando volví a ser consciente del mundo.

Me dolia todo el cuerpo, incluso zonas que estaba segura que no habían estado en contacto con el animal. Las heridas provocadas durante el ataque del jaguar aún palpitaban de forma incesante, produciendo además un intenso escozor al más mínimo movimiento. La cabeza me ardía, probablemente por culpa de la inflamación o infección que en aquellos momentos se adueñaba de mi ser.

Por Dios, debía estar sintiendo lo mismo que Andrés después de que lo torturaran.

Sin abrir del todo los ojos, los moví con lentitud bajo los párpados para mirar a mi alrededor, a través de la ranura que formaban las pestañas. En un primer momento, la luz de la mañana me cegó, pero luego empecé a distinguir la silueta de mis compañeros de viaje.

Los encargados de llevar mi camilla eran Ikal y Suré.

Tooko caminaba junto a Andrés, unos metros de distancia por detrás. Uno de sus brazos sostenía al veterinario por la espalda, sirviéndole de soporte.

Los ojos de Andrés se encontraron con los mios y una sonrisa se dibujó en su rostro.

— ¡Deteneos! — Pidió, alzando la voz.

Naran, desde una posición mas aventajada, tradujo su petición. Ikal y Suré dejaron de caminar.

— ¿Como estas? ¿Como te encuentras? — Quiso saber Andrés, cuando llegó hasta mi dando trompicones — ¿Puedes hablar?

Su mano tocó mi frente con cariño, apareciendo de nuevo la preocupación en su rostro.

— Maldita sea, sigues con fiebre — Musitó.

Robin puso sus almohadillas en el borde de la camilla y comenzó a oler con interés. Me alivió comprobar que parecía estar bien.

— Si esto es lo que tengo que soportar por estar viva, no me oirás quejarme — Esgrimí, todavía sin abrir los ojos del todo.

— Nos has dado un susto de muerte — Intervino Raul.

- Eres uno de los pocos seres vivos que decide atacar ese jaguar y sale ileso para contarlo - Declaró Guadalupe - ¿Como se siente renacer?

— Ahora mismo me siento como un saco de patatas. Pesada y sin cerebro — Consideré, recogiendo un poco las piernas.

Sentí una punzada de dolor, por lo que decidí que era mejor no intentar mover ni un solo músculo.

— La selva te ha dado otra oportunidad, no la desaproveches — Habló Naran.

— Lo prometo — Convine, recuperándome del dolor que acababa de experimentar — ¿Cómo tengo la pierna?

— Igual que un queso emmental. Te hemos dado antibióticos — Dijo Andrés, tomando una de mis manos, para apretarla con cariño — En la caja todavía quedaban unos pocos. Tenemos planificado hacerte curas tres veces al dia para evitar que se contaminen las heridas. Las hemos vendado para que las moscas no te molesten.

Cerré los ojos. El ataque de un animal asi solía requerir largas hospitalizaciones, llevar a cabo algun procedimiento quirúrgico y antibioterapia endovenosa. Esperaba que todo saliera bien.

— Gracias — Dije, conteniendo otro suspiro — Gracias por cuidarme y haberme salvado la vida.

— Oh querida, tú tienes tu propio Angel de la guarda — Oí que decía la historiadora — Este chucho se enfrentó con valentía al jaguar y le fastidió su ataque sorpresa.

Robin seguía mirándome desde el borde de la camilla, en silencio y moviendo su rabo con energía.

— ¿Cómo se encuentra?

— Tiene algunos rasguños y una herida fea en el costado, pero se recuperará — Me informó Andrés.

— Al menos tiene veterinarios a su disposición — Opinó Raúl — Teniendo en cuenta nuestra situación, eso es una suerte.

Continué dormida el resto del camino, despertándome solo cuando me ofrecían alimento y me curaban las heridas. No hubo ni un segundo en el que dejase de sentir miedo, pero no lo transmití. Si el animal decidía seguirnos, se limitaría a acecharnos durante los primeros días y en el momento propicio volvería a atacarnos con sigilo ¿Me elegiría De nuevo a mi, que ya estaba herida, o pondría su objetivo en otro de los nuestros?

La única ventaja con la que contábamos, era nuestra superioridad numérica. Los jaguares cazan en solitario y buscan presas que se encuentren apartadas de su manada o caminen solas. Prefieren capturar pequeños mamíferos, llevando sus fauces directamente al cuello del animal para ahogarlo por asfixia y trasladarlos rápidamente.

Los grandes felinos evitan a toda costa gastar energía de forma innecesaria, por lo que desisten de todo lo que les parece complicado. Por supuesto, había excepciones a esa regla. Como por ejemplo, cazar cocodrilos. Ikal, Naran, Suré y Tooko habían hecho un buen trabajo al espantarlo con sus gritos, por lo que solo quedaba esperar que el jaguar fuera lo suficientemente inteligente como para no repetir la jugada.

Esa noche dormimos cerca de la base de un árbol, rodeados por fuego. Su tronco y sus raíces nos servían de protección por la espalda y por los lados. En aquella zona había mucho lodo, por lo que había sido una jornada difícil. El grupo estaba cansado e hizo uso del alimento que Raúl se había encargado de trasportar en la cesta de bejuco.

Robin se sentó a mis pies.

— Troll, con el susto de ayer, creo que he envejecido diez años — Confesó Andrés, mientras permitía que mi cabeza reposara en su pecho — Esto que ha ocurrido también es responsabilidad de los madereros y furtivos. Si no nos hubieran obligado a desviarnos, no habríamos invadido el territorio de ese jaguar.

— Siento haberte robado la camilla — Dije, desviando el curso de la conversación.

No tenía ganas de hablar de los encapuchados. Continuaba con fiebre y me costaba trabajo hilar pensamientos.

— Eso es lo de menos — Comentó, besandome la coronilla — Todavía no tengo fuerzas para mantenerme solo en pie, pero con ayuda de Tooko estoy progresando con rapidez y cada vez coordino mejor las zancadas — Luego añadió — Nos interceptaron en el mejor momento ¿Te imaginas cómo estaríamos ahora mismo sin su ayuda?

Giré la cabeza y miré al grupo desde mi posición.

En ese momento Naran mantenía una conversación pausada con Guadalupe, que lo escuchaba con atención justo al otro extremo de donde nos encontrábamos.

Raúl y el resto de nuestros rescatistas habían dibujado un tablero en el suelo, con líneas que se entrecruzaban, y jugaban distraídamente. Estaban utilizando pequeños huesos de roedor como fichas.

— Parece que se va fraguando una amistad — Observé, cerrando los ojos y acomodándome contra el cuerpo de Andrés.

Un dolor agudo recorrió mi espalda y me hizo encogerme por un instante.

— Ay pequeña — Oí que susurraba Andrés, con un deje de pesadumbre en su voz — Siento en el alma que estés pasando por esto. Te juro que preferiría ser yo quien estuviese en tu lugar.

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¿Qué os parece?

¡Un mes ya desde que se inició esta expedición sorpresa a México!

Deseemosle a Celia que se recupere pronto para que nos pueda seguir narrando sus aventuras.

¡Tu puedes troll!

¡Au, au, au! (Grito espartano)

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