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Ya era de noche, la oscuridad cubría toda la calle y la castaña no paraba de pensar que era una pésima idea haber vuelto.

Si bien el dinero de su madre era de suma importancia para su bienestar personal, seguía creyendo ciegamente que su padre lo necesitaba. Aún seguía pensando que no debía dejarlo solo, el amor que le tenía era enorme, no podía abandonarlo.

Agradecía tener un pensamiento contrario a ese, pero seguía estando muy balanceado aún. Por una parte quería quedarse, y por otra quería entrar a recoger su pertenencia, irse y abandonarlo.

Mordió su labio inferior una vez más. Llevó su mano a su boca, mordiendo y arrancando la piel que se encontraba en un costado de su dedo índice. Se quedó pensando con la mirada perdida. Unos tres minutos en los que su mascota se había recostado en el suelo para descansar, si bostezo logró sacar a su dueña de su trance.

Definitivamente tenía que buscar el dinero.

Por mamá.
Pensó respirando hondo.

Levantó la capucha del suéter que había encontrado en la ropa de Jisung, tácticamente se lo había robado.

Pero _____ seguía pensando que se lo había pedido prestado sin haberlo hecho realmente.

Antes de buscar lo que le pertenecía, llamó a su perro para que le siguiera al patio trasero de lo que antes había llamado casa. La ventana de la cocina estaba abierta, como la había dejado la última vez para ventilar el ambiente y dejar que entrara un muñidor rayo de sol o alguna ventisca de invierno.

Con ambas manos logró entrar, haciendo lo posible por no hacer ruido o llamara atención de su padre. El sonido de la televisión le hizo tener un tipo de deja vu, ni siquiera recordaba bien cuando fue la última vez que estuvo en casa, parecía haber pasado meses, se atrevía a decir que hasta años. Pero solo habían pasado unos días.

Camino con cautela fuera de la cocina, empezó a subir las escaleras. Sin hacer ruido al subir del todo, el crujir del suelo de la madera logró hacerla sudar en frío, rezando mentalmente que no la escuchara, donde fuese que estuviese.

Sus pies se movieron lentamente hasta la habitación de sus padres, agradeció que estuviese medianamente abierta, lo suficientemente como para no tener que abrir el picaporte y abrirla por su cuenta.

Se adentró conteniendo la respiración, maldiciendo la oscuridad a la que estaba metida. Se arrodilló delante de la cama, agachó un poco la cabeza y con sus manos trató de buscar metálico cuadrado, al no encontrarlo tuvo que ponerse boca abajo del todo para tratar de buscar más a fondo.

Bingo.
Una sonrisa diminuta se asomó en sus labios, sus dedos habían tocado lo que estaba buscando. Con algo de fuerza logró sacarlo de debajo de la cama, arrastrándolo por la alfombrilla que cubría el frío suelo.

Se incorporó con la caja de metal en las manos, dispuesta a salir se ahí de una buena vez. Caminó fuera, nerviosa y ansiosa por ver cuánto había dentro de esa caja, deseando que hubiese lo suficiente para pagarse un hotel o algo decente.

Bajó las escaleras, pero en cuanto hizo, se escuchó algo que la dejó completamente paralizada.

Un sollozo.

Viniendo de la sala.

______ algo aturdida caminó hasta la sala, se inclinó un poco, tratando de averiguar quien lloraba de esa manera. Cuando se adentraba por completo a la sala, se dio cuenta que su padre no estaba ahí, el llanto veía de la televisión.

— ¡Hija de puta! — Gritó su padre detrás de ella. Sacándole un gran susto, y un grito, al voltearse a verlo con una botella en la mano, listo para estamparla en cualquier lugar de su cabeza.

Sin saber como, se agachó antes de que la contraria estrellara el cristal contra su rostro, terminando por romperlo contra la pared, con tanta rabia que cristales llegaron a golpearla, pero para su suerte sin llegar a dañarla.

Trató de correr, pero cuando quiso siquiera intentarlo el tomó la capucha que llevaba puesta, tirándola al suelo tan fuerte que sacó un grito de dolor y un severo mareo.

— Te dije que iba a matarte — su voz sonaba tan lejana.

No supo que dolió más, si la patada que recibió en el rostro al estar tirada o el hecho de que su padre fuera el causante del dolor físico tan severo. Un grito ahogado se le escapó, junto a un sollozo, antes de que siguiera con sus golpes.

Ella tuvo el valor de levantarse de ahí y evitar otra paliza empujándolo para estampar la misma botella en su cabeza.

. . .

Sus piernas temblaban.

No sabía como logró escapar de ahí, pero lo hizo.

Logró escapar.

Ahora se encontraba corriendo por la calle con su mascota siguiéndole cerca. Las lágrimas recorrían su rostro, una mezcla de dolor en el corazón y en el rostro la hizo parar de correr después de varios minutos. Haciéndola  arrodillarse en el suelo para descansar y respirar tranquila, para recuperar esas ganas de vivir que últimamente le estaban haciendo falta.

El sabor metálico de la sangre bajar de su barbilla era horrendo, unas cuentas gotas cayeron en sus piernas, su nariz sangraba a montones.

Eres una desgracia.

La palabra que le había dicho su padre antes de correr y dejarlo solo iban por su cabeza como si fuera a enterrarse en su subconsciente.

Con los ojos cerrados queriendo dormir un poco sonrío levemente. La sangre bajaba hasta su boca, donde saboreaba ese sabor metálico con odio y asco.

Sus manos tentaron la caja, dándose cuenta de que tenía un candado.

Mierda.
Pensó suspirando mientras acomodaba mejor en el suelo para ver con la luz del farol que alumbraba la calle el candado. Una sonrisa se asomó y su mascota no dudó en mover la cola tratando de lamer el rostro de su dueña.

Bueno, eso lo hace todo más fácil...

BODY┃LEE MINHO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora