Amaba los fines de semana. Adoraba el tiempo libre que los seres humanos se tomaban para disfrutar. Las flores en los jardines, la música en las calles, las interminables filas en todos los locales. Debía de ponerme en marcha, me abroche el casco de mi bicicleta, me coloqué mi mochila que llevaba cuidadosamente mi equipo fotográfico y me monte en mi bicicleta. Esa mañana quise salir temprano. Solía aprovechar los fines de semana para hacer algún recorrido. Disfrutaba mucho de esa actividad de hecho. En algunas oportunidades hacia senderismo, no caminaba a menudo. Andar en bicicleta me parecía un ejercicio más completo y más eficiente. Y más cuando se amontonaban acontecimientos y emociones dentro de mi. Me relajaba y por supuesto llevaba siempre mi cámara fotográfica conmigo a cualquier sitio donde fuera.
Esta vez había elegido ir hasta la Morningside, ya había ido en otras ocasiones, pero me dije que sería una buena opción, echaría unos 20 minutos hasta allí y luego recorrería sus senderos y disfrutaría de su vida silvestre, de sus bosques naturales y si contaba con un poco de suerte podría fotografiar algunos animales que estuvieran por el bosque, talvez algún zorro, o ciervos, había castores, tortugas y se podían apreciar halcones muy rara vez. La última vez había hecho una sesión de los diferentes tipos de pájaros y variedad de árboles que había, así que pasaría un buen tiempo allí. Mientras mi sueño de fotografiar las auroras boreales no se me diera, entretanto me dedicaría a practicar.
Nunca podía invitar a Samantha para que me acompañara, ella estaría en su clase de yoga y no se subiría a una bicicleta por mucho que me quisiera.
Pase gran parte del tiempo pensando en todo lo que me estaba sucediendo con el Sr. Jeremías. Cuando mis músculos entraron en calor me pregunté si aquello podía ser amor, con un nudo en el estómago, es decir, si me estaría enamorando de él en algún punto. No pude dejar de sentir angustia al hacerme esa pregunta. Seguí el sendero sin prestar atención al ardor en mis piernas ni al sudor por mi espalda. Me detuve bajándome de la bicicleta dejandola a un lado, doblada en dos con las manos en mis rodillas, mientras mi aliento gritaba dentro de mis pulmones agitados. Debía seguir el paso de los acontecimientos pero si ni siquiera sabía donde iba.
Tenía la necesidad de hablarlo con alguien, necesitaba la opinión de otra persona. Pensé en Samantha, pero sabía que me cuestionaría, haría mil preguntas y sabía que él no le caería en gracia, la conocía a la perfección. Tan solo con decirle que se trataba de mi jefe me haría un sermón, diría que se estaba aprovechando de mí, que era una ingenua, cosa que yo misma no dejaba de decirme a diario. Así que no había otra persona más que Yigit, el jamás me cuestionaría y de hecho conocía al Sr. Jeremías desde hacía años, no me gustaba hablar de mí y mucho menos de mi vida privada, pero Yigit me había demostrado que era un buen amigo de esos que conoces en un momento dado, casi un extraño, un desconocido, pero que al poco tiempo se podía volver alguien inseparable, aunque me costara horrores confiar. Le había mentido al ocultarle que estaba sucediendo algo entre nosotros, no había un nosotros ¿no sé lo que había? pero se lo había ocultado y me sentía mal por eso.
Esa noche Yigit había llegado temprano a casa, estaría ansioso por tener que asistir a un boliche. Sentí el timbre y bajé a abrirle y allí estaba como un muñeco de torta, llevaba pantalones de vestir gris claro con una camiseta con tonalidades en rosa y blanco, sin tiradores al parecer, tenía un blazer en gris un poco más oscuro que el pantalón y zapatillas negras, su look habitual. Me había llamado la atención que no llevara sus tiradores, debía de tener un centenar de ellos ya que los combinaba a diario.
- ¿Viniste Yigit? - Le dije al abrirle la puerta.
- Vine, pero puedo irme en cualquier momento. - Sentenció.
- No te iras ¿verdad? - Pregunté mientras inclinaba mi cabeza para mirarlo de hito en hito, sin parpadear.
- ¿Debería irme? - Preguntó nervioso.
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Yulia Primera Parte
RomantikYulia lleva una vida tranquila en Atlanta Georgia, junto a su familia y dedica sus días con sus amigos y estudiando fotografía. Pero esa actitud de una vida pacífica no es más que una fachada para esconder la crueldad de un brutal suceso que vivió e...