Capítulo 32

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- Yulia por Dios piensa bien lo que vas a decir. Recuerda que el Sr. Andrew ¿No sé cómo lo hace? pero lo sabe todo.

- Descuida tendré cuidado.

Cuando llegué al estacionamiento me encontré con los guardias de seguridad tal como me había dicho anteriormente que me estarían esperando. Estaban ambos junto a la camioneta Chevrolet Suburban inmóviles como muñecos de torta .

- Srta. Harriet adelante. - Abrió la puerta trasera para que subiera. Me sentía la primera dama junto al servicio secreto, aquello era totalmente ridículo. Antes de entrar me volví hacia él.

- ¿Tú eres Harry verdad? - Mi voz sonó algo dura aunque intenté en vano disimular.

- Así es Srta. - Afirmó.

- Pues bien, Harry. - Me tomé un segundo calibrando como decirle lo que quería que quedara claro de una vez. - Recuerda que esta es la última vez que me obligas a ir a un sitio sin mi consentimiento. - No tenía porque disimular nada. Al diablo.

- Lo tendré en cuenta Srta. - Continuó. - Pero déjeme decirle que tengo el consentimiento del Sr. Jeremías. - Dijo muy seguro y cerró la puerta gentilmente.

Me importaba un carajo de quien tenía el maldito consentimiento, solo lo dejaría pasar para no tener más en que pensar en esos momentos. Demasiado tenía con tener que enfrentarme a Jeremías. Así que no volví a entablar ningún tipo de diálogo mientras nos dirigíamos hacia la casa. Iba ensimismada en mis propios pensamientos, con eso en mi mente la camioneta llegó al extremo de la ruta y viró hacia el largo y extenso camino de entrada. La mansión se coronaba al final del camino y era algo digno de verse. No había un atisbo de descuido allí. Había jardineros que atendían magistralmente el espacioso parque. Los viejos robles lucían una increíble altura. Encontraba encantadora aquella casa, soñé despierta al verme sentada bajo una enmarañada glicina que había enredada en medio de una pérgola, sentada en unos de sus bancos de mármol bajo sus flores disfrutando de su aroma y el silencio. Pero no quería pensar más en esas cosas y al descender del coche me sentí vagamente fastidiada. Me dirigí directamente hacia la entrada principal y Harry me acompaño hasta la doble puerta de hierro forjado.

- No me escaparé puedes estar tranquilo. - Añadí. Un suspiro de irritación se me escapó en ese momento.

- No tendría por qué hacerlo Srta. - Respondió. Y ese pequeño suspiro de irritación se convirtió en una exclamación ahogada. La seguridad con la que siempre hablaba comenzaba a indignarme bastante.

Él abrió la puerta para mí mientras se quedaba fuera de la mansión. Me pregunté si esa también sería una orden que debía de cumplir. Intenté estar tranquila, solo quería terminar lo antes posible con aquello. Llegué hasta la sala de estar y fue allí donde lo encontré con ambas manos sumergidas en los bolsillos de su pantalón como ya era su estilo, con su camisa remangada hasta sus codos. Él sabía el efecto que ese simple aspecto suyo causaba en mí ¿Lo habría hecho a propósito? Podía ser. Él me miró frío y agudamente a la los ojos y me detuve allí, por unos instantes me quedé de pie, inmóvil, como si un dolor me apuñalara el cráneo, sentí una presión allí donde latía mi cuello aceleradamente. Si él pensaba que iba a arrastrarme detrás de él, que le suplicaría que me perdonara por haberme visto con Andrew podía pensar eso por los próximos mil años. Trabajábamos en el mismo lugar me lo encontraría infinidades de veces muy a mi pesar.

- ¡Jeremías no puedes esperar que acepte algo así! - Continúe inquietamente. - ¡Que decidas sobre mí obligándome a venir hasta aquí! ¿Te has vuelto loco? - Me recorrió un escalofrió, de rabia, me dije que era por eso y no por la forma en que me estaba viendo.

Yulia Primera Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora