Pasamos las horas siguientes sin escuchar nada sobre el asunto y seguiamos en la misma incognita y dentro de aquel apartamento que ya empezaba a asfixiarme por completo. No había querido llamar a Jeremías para pedirle algún tipo de explicación, aún no. Debía tener alguna certeza de algún modo. El deseo de averiguarlo me imponía un rumbo, un propósito del que había carecido por demasiado tiempo. Había sido un largo día y sin novedades. Mientras me ponía el pijama, recordé que siempre me había dado resultado ver los puntos de vista como si de una fotografía se tratara, observar mis pensamientos con la tranquilidad que me daba levantar la cámara, retirar la tapa del objetivo, ir aumentando la velocidad del obsturador para captar los movimientos y enfocar el momento preciso. Si pensara cada posibilidad desde ese punto de vista podría permanecer con calma y no al borde del avismo como ahora mismo me sentía ante toda aquella extraña situación. Ya en la cama hacia medianoche tenía la mente llena de evangelios, escrituras, maestros, cruxificciones y resurrecciones. Trate de alejar todos aquellos pensamientos y dejarme arrastrar por el sueño y el agotamiento que traía desde hace días a cuestas. En algún momento debí de haberme quedado dormida, pero creí oir el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse otra vez, y el chasquido del cerrojo al deslizarse, unos pasos que cruzaban la habitación hacia mi cama. Desperte con un respingo. Tenía una mano sobre mi cuello que me apretaba con firmeza y una voz de hombre que me hablaba al oído. Mi mente quedo bloqueada. Seguro que estaba soñando, que habían vuelto aquellas malditas pesadillas. Pero percibí el olor a whisky y a sentirme obligada a respirar con esfuerzo. Todo eso fue directo a mi cerebro aturdido y los segundos parecieron horas. Otra vez no, nunca más me dije. En una reacción instintiva sin abrir mis ojos pesados por el sueño, cerré mi puño derecho y lo levanté con brusquedad golpeándolo en alguna parte.
- Quedate quieta. - Dijo, añadiendo una pequeña sacudida a mi cuerpo. - Yulia soy Jeremías. - ¿Que? ... No era para nada fácil dominar mi respiración.
- ¿Jeremías? - Parpadeé ante la tenue luz de mi mesa de luz. Él se sentó sobre mi cama a mi lado, sin dejar de sujetarme mientras lo miraba con mis ojos dilatados, boquiabierta - ¿Que haces aquí? ¿Te has vuelto loco? - Logré balbucear otra vez. Sentía una furia contenida, impaciencia y una contante amenaza y él había aparecido en la mitad de la noche para darme un susto de muerte. Con brusquedad retiré sus manos de mis brazos. Luego me incorporé de golpe poniéndome en pie algo aturdida todavía.
- No del todo. - Dijo inclinando su cabeza a un costado con preocupación en su rostro. - No quise asustarte. Esa no era mi intención. Solo necesitaba verte Bombon, después de lo de hoy. - La indignación me invadió con tanta potencia el torrente sanguíneo que no quedo espacio para el miedo o el nervisismo.
- Entras en mi dormitorio en plena noche... y has tomado.
- En efecto,- Me interrumpió. - Solo necesitaba verte, asegurarme de que estabas bien - Añadió.
- ¡Pues ya me viste ahora puedes irte! - Demasiada furisosa para estarme quieta empecé a pasearme. - ¡Vete! ¿O es que hay algo que debas decirme? - Él se puso rápidamente de pie sujetándome por mis muñecas atrayéndome hacia él. - ¡No me toques! ¡Quitame las manos de encima! - No volvería a caer en la tentación para luego seguir igual que antes, ya se lo había dejado claro la noche anterior en el evento.
- Necesito decirte algunas cosas. - Parpadeé, y volví a hacerlo. La frase me hizo brotar en mi cabeza una idea ridícula, me diría la verdad.
- Entonces dimelo, ¡¿Que es lo que no se de ti?! - Me compuse ante su comentario. El ataque simpre era la mejor elección y comenzaría por el principio. No podía preguntarle nada sobre todo lo demás o tendría que contarle lo de los micrófonos. - ¿Tú tenías una relación con Florencia?
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Yulia Primera Parte
RomanceYulia lleva una vida tranquila en Atlanta Georgia, junto a su familia y dedica sus días con sus amigos y estudiando fotografía. Pero esa actitud de una vida pacífica no es más que una fachada para esconder la crueldad de un brutal suceso que vivió e...