Capítulo 36

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- No te asustes Jeremías. Serás un padre maravilloso. Lo sé yo también estoy asustada, pero lo haremos juntos y será increíble.

Al escuchar aquellas palabras un dolor agudo comenzó instantáneamente a ascender desde la base de mi estómago ya hecho una piedra y se detuvo al borde de mi garganta. No era un dolor físico más bien parecía ser como un nudo espeso y grueso impidiéndome tragar y sin duda afectaba prácticamente ese punto tan sensible donde lo llevaba a él dentro de mí, en mi alma.

- Hablaremos luego del tema Florencia. Ahora tengo una reunión. - Dijo mientras intenté mover mis piernas para poder salir de allí y gracias a Dios me respondieron, casi sin poder sentir donde iban pisando, donde estaba, era como caminar, pero no tener conciencia del dónde y el cuándo, el shock de aquellas palabas me habían dejado sin aliento y se había llevado por completo cualquier tipo de raciocinio en mí. No lo miré en ningún momento, no tenía el valor de hacerlo, sentí unas cálidas lágrimas correr por mis mejillas las cuales fui secando a medida que iban cayendo. No era un llanto desgarrador, no eran lágrimas a borbollones y descontrolas, era lágrimas lentas, suaves y llenas de una enorme amargura. Sentí una inmensa tristeza que no me hacía llorar desconsoladamente, una gran pena que me había vaciado por dentro y solo me había dejado pensando en todo y nada a la vez, como si ya no fuera yo, como si alguien me hubiera robado una parte de mi alma.

- Te veré más tarde Florencia. Si deseas puedes quedarte en mi oficina. - Llegué a terminar de escuchar mientras me alejaba y dejaba atrás su oficina.

Cuando estaba a punto de entrar a la sala de juntas él me tomó por el brazo girándome hacia él. Ya me había terminado de secar mis últimas cálidas lágrimas y sin darme cuenta me había puesto a la defensiva, me había armado de una barrera para no sentirme débil ni vulnerable frente a él. Mis piernas me temblaron mientras estaba allí parada delante suyo, pero ignoré esa sensación, no me lo permitiría.

- Yulia ... no es lo que tú piensas. - Dijo. Desde luego que lo era. Me extraño oír su voz débil mientras me observaba evaluándome. Cerré mis ojos con fuerza, pero cuando volví a abrirlos sus ojos continuaban fijos en mí y me obligué a mirarlo.

- ¡Nunca es lo que yo pienso cuando se trata de ti Jeremías! - Me zafé de su mano de un solo tirón por la rabia que ya se había apropiado de mi y era imposible de dominar. - ¡No vuelvas a ponerme una mano encima! - Exclamé furiosa.

- Yulia... ella está embarazada de tres meses, tú y yo ni no nos habíamos conocido. - Se justificó. Tragué mientras el nudo que sentía en mi garganta me torturaba. Ella estaba embarazada volví a pensar intentando que no fuera real, pero lo era, mientras el enojo y la tristeza empezaron a cerrarse en un puño para dejarme sin aire. Me esforcé por respirar.

- ¡Maldita sea! - Exclamé entre dientes. - ¡Dijiste que solo eran amigos! Lo recuerdo perfectamente.

- Eso es lo que somos. - Hizo una pausa. - Solo fue una sola vez y no sé cómo diablos sucedió porque ni siquiera lo recuerdo. - No se lo dejaría pasar aunque cada vez me sentía un paso más lejos de él. Necesitaba distanciarme pero supuse que tendría la fuerza necesaria para enfrentarlo.

- ¡Si claro, seguro te obligo también! - Me sorprendió la forma en que se lo había dicho, con una voz fuerte aunque baja a la vez. Me dispuse a entrar a la sala de juntas no sin antes fijarme en que observaba por encima de mis hombros por si alguien estuviera escuchándonos.

- Yulia. - Casi me sentía estallar por dentro en cualquier momento, pensé, luchando contra la desesperación que me producía el hecho que me había mentido. Me había permitido creer en él, confiar, y me había costado horrores hacerlo. Me volví hacia él.

Yulia Primera Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora