Capítulo 11: Si la cagas, te vas al infierno

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—¿En serio no quedan con hambre con un sándwich? —Preguntó Maximilian evidentemente incómodo

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—¿En serio no quedan con hambre con un sándwich? —Preguntó Maximilian evidentemente incómodo. Ryan estaba hasta las cejas con trabajo y no nos acompañó y Melanie tenía hora en el hospital para que revisaran al monstruo. Así que solo éramos mi jefe, yo y todo Central Park. Los dos estábamos sentados en el césped, por supuesto que para él era desagradable. Lo más probable era que su traje costara un ojo de la cara. Las personas que trotaban, los niños que jugaban y las personas que paseaban nos miraban de una manera peculiar. Dos idiotas con trajes en medio del césped comiendo sándwiches y bebiendo de una lata cada uno. Pero me daba lo mismo, la cara de Maximilian valía la pena.

—¿Quiere la mitad del mío? —Le ofrecí—. Es de atún —Él arrugó la nariz.

—No me gusta el atún.

—Tengo unas galletas saladas, ¿Quiere?

—¿Está segura que no quiere ir a un restauran como todas las personas? —Negué.

—El común de las personas trae almuerzo de sus casas porque es mucho más económico que ir a uno de esos restaurantes.

—¿En serio? —Lo miré ofendida.

—¡Claro! ¿De qué mundo viene, señor Henderson?

—Supongo que de uno muy diferente al de usted —Dijo, pero sin un ápice de arrogancia en la voz. Incluso había un dejo de tristeza que me quitó el apetito. Aquello no era algo muy común en mí.

—¿Por qué lo dice? —Maximilian miraba el parque con un brillo diferente en su mirada, un fulgor que no estaba acostumbrada a admirar. Su perfil era un deleite. El cabello rubio ordenado, el centelleo indescifrable de sus ojos, la nariz recta y los labios que siempre mantenían el mismo rictus, sobresalían carnosos. Suspiré. "Esto no está bien, Livy"

—Creo que divago mucho —Sonreí.

—Puede divagar conmigo —Él me miró sonriendo y aceptó el paquete de galletas que le ofrecía.

—Quisiera estar en otro lugar —"¡Auch, Livy, eso dolió!". Antes de llevarse una galleta a la boca me miró otra vez—. No lo digo por usted. Es solo que quisiera dedicarle mi tiempo a lo que de verdad me importa, y no estar encerrado en esas cuatro paredes.

—¿Por qué está aquí entonces?

—Alastair Henderson —Fruncí los labios.

—Su padre nos tiene hasta el cuello a todos, ¿Sabe? —Sonrió.

—No es la primera vez que escucho eso.

—¿Por qué es tan...? —Lo miré con cautela—. ¿En serio puedo hablar tranquila sin temor a emitir una opinión que ponga en peligro mi trabajo? —Sonrió.

—Puede hablar tranquila.

—¡Uf! —Resoplé aliviada—. En la inmobiliaria no le tienen buena barra a su padre, con justa razón. ¡Es un prepotente con todo el mundo! ¿Por qué no permite que le sugieran algo? Disculpe que le diga, pero las mujeres estamos tan capacitadas y preparadas para enfrentar cualquier campo laboral, y diría que mucho mejor que los hombres. Es lamentable que el mundo esté gobernado por su género, ¿Se da cuenta de cómo estamos? Viviendo guerras, hambrunas, matanzas y nadie hace nada. Es muy loco. La avaricia es uno de los pecados capitales que más odio, la gula no, porque es evidente que la padezco, pero la avaricia es horrible. No soy una mujer envidiosa, amo que todos sean felices y realicen sus sueños. Es esperanzador, ¿No cree? Puede que a veces sea soberbia, pero es que mi hermana menor no quiere entender que la tarta de manzana me queda mucho mejor a mí, que a ella. Siempre le enrostro mi evidente triunfo... soy la peor hermana del mundo —Me encogí de hombros—. Pero me quiere así. Debo admitir que también tengo ira, sino pregúntele a los pobres vidrios de su despacho. ¿Por qué rayos son tan costosos? Estaba ahorrando para hacerle un regalo a mi madre, su cumpleaños está a la vuelta de la esquina —Me reí—. También soy perezosa, aunque prefiero llamarlo procrastinar. Lo que puedo hacer hoy, también lo puedo hacer mañana, un poco histérica, pero lo hago... ¿Me está escuchando?

Con Ella [COMPLETO LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora