Capítulo 14: Eres casi el hombre perfecto... ¡Maldito mentiroso!

41K 3.5K 639
                                    


La semana siguiente transcurrió sin muchas novedades

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La semana siguiente transcurrió sin muchas novedades.

Santino Lombardo no volvió a llamar y yo no comenté nada al respecto con Maximilian. No por desconfianza, nuestra amistad es algo sólido. De mi parte irrompible, y estaba segura que por parte de Max también.

La semana fue sin novedad en ese aspecto, pero la carga laboral fue impresionante. Por un momento temí que Max estuviera enfrascado en tantos negocios que a la larga no podríamos cubrir todos de buena manera. No obstante, él y yo somos buenos en esto. Podemos con las reuniones, con los nuevos proyectos, con los infernales correos, con las llamadas de Alastair. Sobre todo, yo, que fingía ataques de tos mientras Max se reía y al otro señor le daba un ataque de rabia.

Solo por tiempo no le hablé de la oferta de Lombardo.

O eso quería creer.

Extrañaba a Melanie. Ryan también es mi amigo, pero es muy extraño hablarle sobre Max. Apoyé el codo en mi escritorio y sonreí.

Ya no podía negar lo obvio y es aquella tonta e incipiente atracción física ya era un poquito más. Pero muy poco. Demasiado poco.

Me encontraba en aquella etapa en la que disfrutaba del olor de su perfume, escuchaba todo lo que decía con una sonrisa, pero solo con las cosas con las cuales podía estar en acuerdo, porque si era diferente no me importaba ese tonto sentimiento que él me inspiraba, le hacía saber que no me parecía lo que decía o lo que hacía.

Porque hija mía, está muy mal que asientas a todo lo que dice el palurdo solo porque tiene una cara bonita. No, usted discute, le hace ver que está mal y defiende sus argumentos hasta ganar.

Eso hago con Maximilian; y como es mucho más conciliador que yo, termina cediendo.

Y esa es una cualidad que me encanta de él.

Diablos, me gusta mucho.

Y yo que creí que solo me gustaba verlo caminar delante de mí para mirarle el culo.

Bufé.

Mel me escribía y me decía que me animara a intentar algo. ¡Yo quería! Pero me daba terror que por haber malinterpretado algún gesto, algún detalle, alguna sonrisa nuestra amistad se fuera al diablo.

Me encantaba que en las mañanas llegara con dos cafés, uno cargado y con dos gotas de endulzante para él y para mí con un café con leche y tres cucharaditas de azúcar. Al principio me entregaba el café con una cara de espanto y a punto de sufrir un coma diabético, pero con el tiempo se acostumbró.

O cuando yo llegaba con alguna galleta a su oficina y él se terminaba de comer el resto.

O cuando me preguntaba como llevaba lo de White. No era un tema superado evidentemente, pero él me ayudó a reemplazar la escena, y las emociones eran redirigidas en otra dirección.

Con Ella [COMPLETO LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora