La musa secreta [NamJin]

Cien perros

—¿Cómo que retirarte?

—Bueno, no hoy, quizá solo espere a que vuelva mi padre, él no quiere dejarme la empresa y a mí no me interesa. —Se sentó para poder estar más cómodo. Wong no era considerado su amigo, pero por ser jóvenes y haber convivido con padres que los juzgaban, sentían confianza de hablar de ese tipo de cosas. — Los rumores de que ya tiene a su sucesor, cada vez son más conocidos, no vale el desgaste de esconderlo.

Mantuvo su semblante despreocupado, era considerado como un chico fuerte, de temple irrompible y voluntad de negocios, incluso los socios de su padre lo tenían en la imagen adecuada para continuar con la dirección de la empresa, le depositaban su confianza total, pero no podían negarse a la decisión de uno de los fundadores de la disquera, menos cuando éste era socio mayoritario.

—¿No vas a pelear por tu patrimonio? —preguntó decepcionado, tratando de persuadir a su compañero de juventud, el joven solo negó sin prisa.

—¿Luchar por algo que no quiero?, he estado esperando la oportunidad de escapar de mi padre. Pronto tendrá un títere nuevo —sonrió—, me hace feliz saber eso. —Miró el reloj y pensó por un largo rato, sin emitir sonido alguno.

«Hasta cuando dice estar feliz, mantiene ese rostro imperturbable, admirable, eres realmente admirable Seok Jin». Pensó Wong mirándolo de reojo, riendo sin ser escuchado por el chico.

—Por cierto, ¿por qué te quedas?

—En eso estaba pensando justamente, no tengo porqué quedarme, pero tampoco quiero volver a la disquera, unos días sin trabajo me harían bien.

—Vaya, te das el lujo de descuidar el trabajo, a veces me gustaría tener tu vida, te vale la disquera y todo te sale bien.

—El truco es que no te importe dejar en bancarrota a tu padre. —Guiñó, otorgándole una risa sarcástica.

—Si algún día quieres trabajar para mí, te daré una patada en el culo, porque tú no estás para ser empleado, sino para dirigir, espero te des cuenta. —Levantó la copa en honor a Kim Seok Jin. — Por ese talento que quieres desperdiciar. Salud. —Se tomó todo de un solo trago, Jin solo lo observó ya que no era de los que tomaban en reuniones de trabajo.

—Me retiro, tengo que empacar, nos vemos algún otro día Wong. —El chico asintió para despedirse con una mirada amistosa, burlón hasta cierto grado por haberlo hecho viajar esa noche.

Llegó a la habitación oscura, vacía y los recuerdos empezaron a perturbarlo, arriba de ese pasillo se encontraba el cuarto donde se hospedaba con su padre, los gritos del pasado se escuchaban tan presentes, al igual que los pasos de un niño asustadizo que corría a esconderse, pero era atrapado, golpeado hasta que su rostro hinchado quedara inconsciente. Sintió un escalofrío correr por su cuerpo, trató de respirar de manera calmada, sin éxito, estaba empezando a nublarse, fue hasta el baño para mirar su reflejo, sus ojos vacíos indicaban que su mente estaba inestable, hizo su mano puño y golpeó repetidamente el espejo, clavándose vidrios en los nudillos, agarró un trozo grande...

Una llamada lo sacó del trance, soltó de inmediato el pedazo de espejo y corrió por una toalla para detener el sangrado de su mano, para finalmente contestar.

—Hola Jinnie.

—Hola —contestó aguantando el dolor.

—Acabo de ver tu mensaje, ¿quieres que vaya por ti al aeropuerto?

—Sí, aunque de una vez te aviso que tuve un accidente, me lastimé la mano, lo digo por si me ves con algún vendaje, no te asustes.

—¿Qué clase de accidente? —La voz adquirió un matisse preocupado.