Ciento ochenta

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—Kim Seok Jin, ¿por qué no pidió los asientos juntos? —preguntó sin alterarse, con una gentil sonrisa. Sabía que no debía pedir más de lo que él joven podía darle, después de todo él le había advertido que no podría asegurarle ni su amistad.

Haneul tenía muchas cosas en su mente, la primera conversación sobre cómo se sentía Seok Jin, pero sobre todo el motivo por el cual quería intentar encontrar en ella más que solo una amistad:

—¿Has estado perdida, luchando por encontrarte?, pues yo me siento así y siento que no estoy luchando...

Recordó esas palabras y un miedo le invadió.

No era fácil lidiar con constantes pensamientos los cuales solo le hacían ver que sin importar cuantas veces lo intentara, siempre perdería a Kim Seok Jin.

Aunque no era lo único en su mente, también se preguntaba dónde había quedado todo ese amor propio que decía tener, todas esas noches que se obligó a no ver las fotos que compartían, a borrar sus cuentas para simplemente no extrañarlo, todo eso por lo cual se sentía segura de ya no volver a caer jamás, porque había aprendido a amarse y darse cuenta que solo ella misma estaría ahí, donde nadie se atrevería a quedarse: en la oscuridad de su ser.

Estuvo tentada a aventarlo todo por la borda, alejarse de Kim Seok Jin para siempre, se sintió traicionada. Solo le había pedido una cosa:

—...No me rompas el corazón. Por favor, no lo hagas. [...]Necesito saber si hay alguien más.

—No hay nadie más.

Pero se sintió incapaz de decirle adiós y una parte de ella avivó la esperanza. «Está perdido y yo le ayudaré a encontrarse».

—Porque el tuyo lo pedí ayer, el asiento a mi lado ya estaba ocupado —contestó mientras revisaba las reservaciones que había hecho.

—¿Y el hotel?

—¿Qué? —indagó incómodo, sin mirarle y haciéndose el desentendido.

—¿Vamos a compartir habitación? —Su rostro se iluminó, pero no mostró más que un leve rubor en sus mejillas.

—Deberías de ir a tu asiento, estás obstruyendo el pasillo —sonrió y le miró detenidamente a los ojos, era una manía el hacerlo cada que quería obtener algo de las personas, era de manera inconsciente por lo cual no se había dado cuenta.

Para él la mirada significaba poder, desde muy pequeño su padre le había enseñado eso de manera implícita cuando lo intimidaba o le ordenaba que lo mirara antes de darle una orden, castigo o cualquier otra cosa, pero la mirada de Seok Jin era diferente, era gentil e intimidante a la vez, no había necesidad de hacer nada más que solo observar.

La chica ya no mencionó nada más, fue a sentarse y con ello a idear actividades para hacer que ese chico se enamorara de ella, aunque sí, sentía incertidumbre por pensar en las preferencias de Jin y no poder encajar en ellas.

Seok Jin se puso los audífonos y una música relajante empezó a arrullarlo, hasta quedar totalmente dormido.

Seok Jin se puso los audífonos y una música relajante empezó a arrullarlo, hasta quedar totalmente dormido

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La musa secreta [NamJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora