Intenciones

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Ya había caído por completo la noche y Nam Joon esperaba en el baño con una simple toalla puesta.

—En lugar de meterte a bañar, hubieses esperado primero a darte ropa —comentó con la voz temblorosa, buscando algo que pudiese quedarle a su amigo. Caminó con las piezas en mano hasta la puerta ligeramente abierta—, así no hubieses esperado a que volviera al cuarto, seguro ya te vas a resfriar y me vas a echar la culpa. —Le dio la ropa.

—Kim Seok Jin, esto no me va a quedar —susurró asomando su rostro.

—¿Por qué lo dices? —su voz quebradiza insinuaba el pánico en él, sus manos tropezaron algunas veces con los extremos de la gaveta.

—Es muy pequeño para mí.

—Mira, podré no tener músculo, pero sí tengo hombros anchos, hasta te va a quedar flojo y sobre el pantalón solo puedo decirte que estira, es pijama.

Nam hizo caso a las palabras de Jin e ingresó completamente al baño para cambiarse, dejando la puerta aún un poco abierta.

—¡KIM NAM JOON!, cierre la puerta pervertidor —gritó Seok Jin saliendo inmediatamente a la sala. Su rostro había adquirido un color rojizo y morado, agarró uno de los expedientes que solía leer por las noches y se echó aire. Todavía trataba de comprender en qué momento un rotundo no, había logrado llegar hasta ahí: a dormir en su casa, peor aún... su cuarto, su cama.

La culpa volvió a invadirlo, su interior disminuyó su temperatura y el corazón pareció latir a un ritmo común. Su cuerpo se estabilizó, la mirada vacía lo volvió ajeno a todo. Tomó asiento, pero se levantó inmediatamente para iniciar su rutina de todas las noches: beber té y leer.

No podía concentrarse, quería salir corriendo y contarle todo, que pasara lo que tuviese que pasar, pero una parte de él no quería dejarlo ir, temía por la verdad.

Sabía que conforme pasara el tiempo y siguiera mintiendo, habría menos probabilidades de un perdón, un perdón que anhelaba tener.

—Le dije que no me quedaría la camisa —interrumpió sus pensamientos culposos un Nam Joon con los botones a punto de reventar. Su pecho totalmente desnudo agarró desprevenido a Kim Seok Jin que tragó saliva para no decir algo que pudiese lamentar. Era algo inesperado, pero cuando Seok Jin miraba a Nam, más se convencía de que la verdad jamás tendría que llegar a sus oídos. Pese a que ellos no aceptaran sentir algo, su interior parecía no tener dudas, aunque ellos ignoraran esa parte.

Se obligó a actuar normal, pero ¿cuál era su lado normal frente a ese chico?, ni él lo sabía, así que prefirió actuar como lo hacía frente a Suga y Jimin en momentos vergonzosos o graciosos, aún era nuevo en relacionarse con las personas a un nivel más personal fuera de trabajo.

—Te dije que no te quedaría —mintió Seok Jin divertido por la situación —, pero ahí estás, queriendo ser el próximo modelo con un cuerpo perfecto.

—¿Qué tiene de malo mi cuerpo? —preguntó cómo si todo lo demás dicho por Jin no fuese relevante. Había mantenido la calma, pero sentía estar compitiendo por la atención de Kim Seok Jin contra alguien que estaba en su mente, primero sintió una molestia al saber que el joven le había hablado a su madre sobre Suga, después sintió tristeza por pensar que estaba haciendo todo lo posible para correrlo y por último, en ese preciso instante sintió mucha inseguridad hacia su cuerpo, algo que era extraño, porque era una persona dedicada a mantenerse en una buena salud en todos los ámbitos.

Tristemente él ya se había dado cuenta que al estar cerca de Kim Seok Jin su salud estaba en peligro, tomaba muy a pecho lo que le decía. Recordó que desde aquel día que se rió de él por llevar un sándwich en una lonchera infantil, ya no lo comía ni en casa y su almuerzo lo llevaba en una bolsa de papel. Era un gasto más, pero Seok Jin causaba en él demasiadas inseguridades.

La musa secreta [NamJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora