Sigue vivo

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El sol golpeaba fuerte en esa parte de la ciudad, aún en temporada de invierno o al menos eso le parecía al joven Tae que lidiaba con una botarga que le dificultaba el movimiento, una enorme hamburguesa promocional de un restaurante de comida chatarra.

Esperaba impaciente en la poca sombra que su regordete cuerpo le permitía obtener, gracias al disfraz no era mucha.

Kim Seok Jin estaba hablando con él dueño del establecimiento, negociando el salario y recibiendo los panfletos que tendría que entregar V que miraba con desespero la soda de la mesa cerca de la ventana, donde él se encontraba mirándoles con sus manos de hamburguesa recargadas en el gran ventanal a la pareja asustada que comía.

—Que no me asuste a los clientes, por favor.

—Entendido —rió Jin, comprando agua fría para la suplicante hamburguesa regordeta llamada Tae. Salió a paso lento, esperando a que se acercara el chico, finalmente lo hizo cuando notó lo que llevaba en las manos su jefe—. ¿Quiere? —Se la dio, pero no podía sostenerla. «Tendré que ayudarlo», pensó con incomodidad.

Le quitó con brusquedad la botella que estaba a punto de caérsele, la abrió y como bebé con mamila, le inclinó un poco la cabeza para que bebiera. Esperó hasta que saciara su sed, una vez que dejó de beber, lo posicionó en el lugar donde el dueño le había explicado.

—¿Quiere decir que me quedaré aquí parado, hasta que termine con esto? —preguntó, moviendo de un lado a otro las hojas.

—Entendió mejor que yo, así es. —Acomodó los mechones que le impedían ver a Tae y con unas palmadas en los hombros se despidió. — Buena suerte, estaré arriba del carro apoyándolo. —El vehículo estaba exactamente en la misma acera donde repartiría los panfletos su discípulo, la diferencia era que estaría dos locales antes del puesto de hamburguesas al que estaba promocionando.

Jin no pudo evitar reír por sus propias ideas, aunque para las otras personas se mirara como un representante codicioso que solo quería explotar a V, él tenía varias lecciones para el chico.

«Llegarás lejos Tae, pero tienes que volverte una persona digna de ser líder». Pensó con emoción, sin dejar de sonreír con los ojos llenos de brillo. «Por fin tengo un hermano, por fin no estoy tan solo».

El joven estaba desarrollando un amor fraternal, un amor distinto al que V buscaba, pero que quizá de igual manera necesitaba. Aunque él no podía verlo como hermano, sino como algo más, el chico quería algo más que Seok Jin no podía darle.

Desde la comodidad del carro, observaba a su pequeño estudiante de vida, entregar volantes sin ánimo, así que se acercó para poner el gran ejemplo del trabajo duro que pese a no parecerlo, él tuvo que pasar por mucho para lograr ser quién era, claro, trabajo duro que iba más allá de simples vergüenzas. Él sangró y a punto de muerte aprendió a resurgir, a renacer.

—¿Qué hace?

—Voy a ayudarle un rato, no se emocione —sonrió, tomando un poco de los volantes que tenía que entregar. Se puso disque a bailar y provocó un sonrojo en Tae.

No bailaba bien, pero su sonrisa, mientras entregaba los papeles, era única, causaba escalofríos verla, pero en el buen sentido.

El chico hamburguesa se cruzó de brazos con una enorme satisfacción por observarlo tan genuino y amable, algo que no conocía del padre de él y que no había visto tampoco en el joven, hasta ese momento.

Una mirada lo hizo recapacitar, Seok Jin lo observaba para que se pusiera a trabajar y empezó a abordar a la gente con una sonrisa en el rostro, tratando de no ceder ante el mal baile de su jefe que parecía excitarle más que avergonzarle.

La musa secreta [NamJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora