Asociar

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El consultorio no eran tan grande como lo recordaba e incluso se dio cuenta que el color había cambiado, al igual que uno que otro mueble. Entró sin mirar al frente de inmediato, sabía que ahí estaba el hombre que había ido a buscar, aquel que tenía seis años sin ver.

—Hola Kim Tae Hyung, cuánto tiempo. ¿A qué has venido? —Puso la mano sobre la barbilla, terminando de acomodar los libros que estuvo leyendo.

—He estado teniendo pesadillas...

—¿O recuerdos? —se apresuró a decir, caminando rumbo a su escritorio.

—Ambos. Necesito que se vayan y los medicamentos que puedo conseguir sin receta médica —pausó—, no me sirven.

—¿Qué quieres de mí?

—Que me recete lo que tomaba cuando venía con usted. —Observó los pequeños detalles, alguno que otro diplomado que el doctor había agregado a su pared, premios por haber asistido a algún comité, entre otras cosas insignificantes que capturaban la atención del chico.

—Lo lamento, no puedo, esos medicamentos son bajo supervisión médica, ¿acaso vas a volver a terapia? —El joven negó y se levantó bruscamente dirigiéndose a la puerta, pero al tocar el picaporte lo detuvo la voz del doctor. — ¿Por qué ya no volviste?

El joven realmente pensó detenidamente su respuesta, no por querer mentir, sino porque su mente en ese momento no era la más centrada.

—Al final escapé, me fui muy lejos, donde él no pudiese encontrarme —mencionó susurrante, con las manos puestas sobre la puerta.

—¿Te alejaste del señor Kim? —Analizaba cada movimiento, pese a saber que no lo estaba tratando como paciente, sino como alguien con quien platicaba después de años de no verse, pero el analizar al otro, era una característica difícil de desprender a diestra y siniestra.

—En cierta parte sí.

—¿Y por qué has vuelto?, este es su mundo, su ciudad,  no la tuya. ¿Qué estás buscando? —El doctor no lo estaba tratando como paciente era más que obvio, sus palabras juzgaban al chico y no temía que así pareciera, al menos no en su mayoría.

—Me haré cargo de la disquera Kim —soltó sin perturbación, a través de un rostro limpio.

—¿Así que al final cumplirás sus órdenes?

—No lo hago por él. —Se giró y se dejó caer al piso, recargando su espalda en totalidad a la puerta. — Lo hago por Seok Jin.

—¿El hijo de los Kim? —Recibió un asentimiento. — ¿Has tenido contacto con él?

Tae acostumbraba hablar mucho del joven en sus años de terapia, lo admiraba y sentía respeto, porque al igual que todos se enteró de lo que sufría día a día.

Incluso aceptó estar flechado y de vez en cuando bromeaba con que se casarían o tendrían una familia, una familia que no los dañara, que los amara. Decía que él lo protegería de todo, así como hubiese querido que alguien lo salvara. Según era broma, pero muy en el fondo, Tae sabía que lo anhelaba.

—Todo pasó sin que lo pudiese controlar. Hace aproximadamente más de un mes, me llegó un correo de un usuario privado, quería agendar una cita conmigo para hacerme una propuesta, pero hasta el final firmaba como: "Kim Seok Jin". Recordé que a aquel hombre —carraspeó, seguro quería denominarlo de otra manera, aún así prefirió abstenerse—, tenía un hijo, solo tenía curiosidad. —Se detuvo inesperadamente con la mirada perdida, pronto una pequeña sonrisa rota lo inundó. — Cuando por fin lo conocí, era como verme en un espejo con matices diferentes, tenía una personalidad confiada, igual a mí, pero él la combinaba con intimidación y yo con un porte seductor. Es como si Jin quisiera controlar a quién, le teme. Al parecer a nadie que no sea su padre.

La musa secreta [NamJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora