|ekatón dekapénte|

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Capítulo centésimo décimo quinto
El día que Ares Stone murió
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—No— exclamó, volviendo un poco en sí.

Fue como si despertara. Como si se hubiera dejado ser la presa del miedo, la herida y el trauma y ahora reaccionara al final de ese trance.
No era como eso, había sido así.

—¿No?

—No. Aún no. Por favor. En serio.

Solo retrasaba lo inevitable.

Aunque todo mundo se miraba extrañado. Ya se estaban mentalizando para recibir el golpe.

Por otro lado, Alexander y Regina, solo mantenían una mueca. Querían estar con su padre si llegaba a contar esa historia. O esa parte de la historia según quién lo viera.

La conocían a la perfección, les dolía y les partía el alma el no poder hacer nada más que estar a un lado de su papá. Pero sabían que, si bien era algo mínimo, era necesario.

Scott evidentemente no tenía la mejor relación con ese episodio de su vida. Era una carga que se llevaría hasta cuando fuera su turno de ir a la tumba. Y lo hacía pedazos. Ya fuera un mero recuerdo vago gracias a una mención, que lo hacía desconocerse y desconectarse, como había ocurrido hacía unos instantes, o ver algo que le recordara a esos momentos o el hecho de tener que contarlo.

Ellos lo habían visto y vivido muchísimas veces a lo largo de los años. Sabían que solo tenían que estar ahí cerca, resignados a que nunca encontraban las palabras correctas para decirle a su padre. Solo estaban. Solo eso.

Mucha gente se detenía y señalaba en que Scott ya debería haber superado la muerte de la persona que amaba, pero no era solo eso. En un gran porcentaje sí, pero era mucho más que eso.
Era el hecho de haber visto un crimen tan atroz.

—Bien...— habló la mujer extrañada—. Duda común, ¿por qué Drake estaba en el In Memoriam?

—No sabíamos de él hasta hace unos seis meses. Bueno, de ellos. De él y su esposa, de Emma. Iba a irse al baúl de los secretos familiares pero lo vieron salir a regar las plantas en casa de su papá.

Aún así habiendo pedido la prórroga, Scott seguía nervioso.

—Sabían— repuso Joseph con una micro risita.

—Como sea, eso fue hace como dos o tres semanas. La película ya se había estrenado. Voy a editarlo, sí, ya lo hice, pero no se puede redistribuir a cines así como así.

—Hablaron de eso en Tik Tok— se burló Esther, dando a entender que era obvio—. Me lo envió... ya no me acuerdo quién. Hannah o Riley o no sé. Un tipo teorizó y acertó.

—En nuestros tiempos era Twitter— ladeó la cabeza Joseph—. Ahora las reuniones familiares son hacer tik toks. Si discutes con tus hijos sus fuentes son Tik Tok. Antes era cool ser youtuber, ahora todos hacen eso. Pensábamos que era algo que se iba a ir pero tiene años ahí.

—¡No te vamos a invitar a hacer de todos modos!— le gritó Hannah y Joseph le miró ofendido con una mano en el pecho.

—No me quiere invitar ni a sus streams, no me extraña.

—¡Yo que soy su madre!— fingió Jass el estar ofendida también—. A mí me invitó porque la iba a tatuar en directo, solo por eso.

Jass siguiendo su impulso no pensó en que se avivaría la polémica una vez más.
Porque lo fue, el que Hannah Stone se tatuara a los dieciséis años.
Y acentuando más eso el que tuviera el cabello morado de la mitad para abajo no ayudaba, como si eso fuera algo gravísimo. Una tontería, claro, pero juntando ambas cosas resulta que avivaba a la gente que aún creía en lo políticamente correcto.

Phantasy // COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora