|exínta téssera|

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Capítulo sexagésimo cuarto
¿Qué va a ordenar?

S c o t t

Seré sincero, ni siquiera sé si Joseph va a copiar y pegar esto o lo va a usar como referencia y hacer su trabajo.

¿Por qué? Porque simplemente, como Alexander Hamilton, nunca está satisfecho.
Y me pidió mi ayuda y siempre se la daré, pero también me gusta hacer las cosas bien. No como a otros que lo citaron en un café o le enviaron audios por WhatsApp.

Y también quiero apoyarlo de la mejor manera posible, ya que se está volviendo loco pero de la buena manera. Porque hay un buena manera de locura, ¿verdad? Pregunto, pues yo también sufro casi de la misma locura.
Simplemente, es mucho trabajo.

Pero aún no caeremos en esa explicación. Es muy pronto aún, ¿nos remontamos a noviembre dos mil dieciséis?... es demasiado pronto para hablar de la locura que mencioné arriba.

En fin, ya comienzo. Me llamo Scott Prescott y comenzaré a contar cómo el veinticuatro de noviembre de dos mil dieciséis, el cumpleaños número diecisiete de el amor de mi vida, comenzó a joderme la misma.

¿Tenía un regalo preparado para ella? Sí. ¿Se lo di? No.
Número uno: no me animaba a hablarle, como años atrás. Desde que me besó, ya no recuerdo si un día o dos días antes de aquél asqueroso día, en el salón de Garrett, tenía un mal presentimiento, un nudo en el estómago terrible que sólo me pasaba con algo referente a ella, y por lo mismo me mantuve alejado también.

¿Qué puedo decir? No, ni siquiera tengo una explicación para lo pendejo que fui en ese momento, quizá haberle dado mi regalo hubiera cambiado los eventos después, pero no puedo regresarme a borrar mi propia historia, eso sería injusto para lo aprendido.
Aunque sí puedo fantasear con hacerlo, aunque de todos modos no cambiaría nada por más que quisiera.

Número dos del por qué ya no le di mi regalo: dejó de existir al día siguiente. ¿Por qué? Porque lo empeñé. ¿Por qué? Porque tenía que pagar un funeral, el funeral de mi padre. A quien perdí el veinticuatro de noviembre de dos mil dieciséis.

He de decir, que por lo menos pasé un último día completo con él.

Como cada día de presentación de fin de semestre, aunque irónicamente, ese año no fue al final del semestre, pero eso es punto y aparte; teníamos el día libre, entre comillas.

Solamente no íbamos a clases por la mañana y debíamos estar unas dos horas antes de la presentación para la revisión de sonido y todo el proceso antes de escena en Belcourt.

Coincidió que, ese día, mi papá no trabajó tampoco. Sus horarios dependían de la empresa o negocio que lo fuera contratando, se encargaba de todo lo que fuera sistemas informáticos y cosas de antivirus que quizá estoy explicando muy mal, pero son cosas que nunca entendí bien porque no me interesaron entender.

Simplemente tuvo el día libre y él mismo no buscó otro trabajo para ese día.

Eso siempre se lo agradeceré a Dios.

Lo que hicimos quizá no fue para nada interesante, me desperté relativamente tarde, mi mamá ya no estaba, él se estaba cocinando un omelette, me preguntó si quería uno, le dije que sí, yo preparé los cafés y lavé los platos después. Fuimos al supermercado y dimos vueltas por la ciudad hablando de mil cosas.

Phantasy // COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora