MEINDERT
A causa de despertar temprano y no conciliar el sueño, preparé un baño de agua caliente. Espero que ayude, así como las dos tazas de café que he tomado. Podría presumir que desperté antes de la alarma.
Al empezar con la tercera, Mandrú me hace saltar de la silla. Encontrarme en tan perfectas condiciones lo sorprende. No estaba seguro de tomar tanta atención por lo inesperado que era, pero, viniendo de su boca, se trataba de un gran esfuerzo.
¿Está mal sentirse importante?
La rutina dio marcha, pero sin Vincent. Esperaba darle las gracias por consumir valioso tiempo en mi recaída. Nunca esperé tanta generosidad de su parte, yo no había hecho lo mismo consigo, y daba mucho gusto hallar todavía bondad hacia el prójimo.
Las acciones cuentan más que las palabras.
En vez de hablar con Vincent, Theo me citó a solas. Le parecía sospechoso que este no llegara a su encuentro y le platicara detalles respecto al mes pasado. Tampoco respondía al llamado de la puerta. Capté mi atención en ello, aunque no tuve inquietud de buscar un porqué. Qué tal si las obligaciones lo habían rendido sobre la almohada o aquellas dos noches en vela.
Al mismo modo, pregunta por mi enfermedad. A esa altura una mentira no valdría la pena, estaba más que enterado. Vincent había abierto la boca. Ahora sí perdería los dientes.
—Una fiebre simple, nada de otro mundo.
—Pues no parece simple.
—Será la costumbre.
—¿Es costumbre enfermarte seguido?
—Necesito descansar, por favor —Sin energía, aviento el saco y los zapatos.
Con la manta me envuelvo. Se disculpa por la molestia. En consecuencia, lo que he dicho me hace sentir malagradecido. Era un mal hijo, no lo merecía como padre, y un mal amigo con Vincent. Nunca hubo maldad de parte suya... pero era difícil dar un perdón entre tantas veces. De todos modos terminaría lastimando a los dos y no dejaría de pensar en el frasco de pastillas que hay debajo de la cama. Una será suficiente... ¿Qué tal dos?
Era la única solución.
La puerta vuelve a crujir.
La interrupción se debía por Theo, otra vez para aclarar mi situación anímica. Replico que no lo causa nada, pero insiste que lo hay. La rabia me hace no mirarlo.
—Se ve a leguas que te molesta el regreso de Vincent.
—No tengo excusa.
—Solo quiere recuperar su lugar.
—Me tiene sin cuidado.
—Niño, hablas como papá.
—Somos poca cosa para él.
—Para reforzar la amistad no se juzga sin conocer... y es por eso que en media hora te quiero ya peinado.
—He cumplido con mis tareas.
—¿Estás seguro? —Tras esto, escucho la puerta cerrarse. Aunque ya no estaba a mi lado para seguir con absurdas interrogaciones, la intriga comienza a producir miles de pensamientos.
De nuevo me calzo. Quedaba menos de lo indicado. Lo encuentro en el espejo del baño perfumando a Vincent. Espero a preguntar cuál era la tarea faltante. Al terminar, nos lleva afuera. Ahí, Vincent se aleja de nosotros. No comprendí hasta que Theo me indicó, en un ademán, que le siguiera. ¿Sabía algo que yo no?
Eché a andar. Moría por regresar, pero aún se encontraba observando en la puerta. Pensé, entonces, en tomar un sendero diferente al perderlo de vista. Vincent también se había adelantado por su cuenta, tan poco usual en él. Lo seguí, obligado, pero tentado por la curiosidad. ¿Qué podríamos hacer en el bosque? ¿Recoger hierbas? ¿Leña?
—Esta dirección lleva a la carretera —indiqué—. ¿Vas a un lugar en específico?
—Si es lejos, mejor.
Fue tan minúscula la línea para entender que estaba pasando un mal rato. A su lado mi compañía parecía indeseable. El trato no era al de siempre. Debía elegir un sendero diferente antes de iniciar una discusión... pero, la intriga seguía en pie. ¿Cuál era el pedido? Sus ojos nunca se pararon en la maleza. ¿Pretendía cruzar sin precaución entre los autos?
—¿Vancouver te es familiar?
Negó con la cabeza.
Detuve su marcha.
Las probabilidades de perderse eran mayores. Solo yo podría ser su guía. Quizás, no era el mejor momento para aclarar dudas.
—¿Quieres ir al muelle?
No hubo respuesta.
Ni expresión.
Los árboles parecían más vivos. Simpáticos. Jalé su mano para conducirlo como a un niño pequeño. Ocupamos un banco. Le pedí que no se moviera mientras iba por un pendiente. Regresando, lo encuentro con la mirada perdida hacia las franjas rojas del atardecer. Le ofrezco el helado que tengo en manos. Disimula las lágrimas. No entiendo nada.
—¿Vainilla, verdad?
—Gracias.
La mejor respuesta después de tan aterrador silencio. Deshacer mi duda era poco y cualquier cosa valía por tenerlo contento. Debido a este agradable gesto, me invitó del dulce. No iba a decirle que no al amigo de infancia y con quién compartí el mismo plato innumerables veces.
El helado se le escurría por la barba. Siempre era así cuando comía sin vista de todos. Le ofrezco una servilleta.
—Estoy agradecido contigo.
—¿A qué se debe?
—Cuidaste de mi salud.
—Cualquiera haría lo mismo por ti.
Cualquiera... ¿Suiza es tan frío como tú?
—¿Suiza es frío cómo dicen?
—Olvidas la primavera, verano y otoño.
—Disculpa la ignorancia.
—No te preocupes.
Nada de preguntas tontas.
—¿Tienes idea de lo que podrías estar haciendo? Se vale una pista.
—¿Te refieres a pasado, presente o futuro?
—A este día, en especial.
—De eso no tengo duda, pero sé que nada se igualaría al sabor de la vainilla en mi boca... ¿Tienes idea de cuántos atardeceres he perdido?
La pregunta generaliza.
Calla.
Luego, se dispone a romper el cono en dos pedazos. La parte de abajo la recibo. Termina y estira los brazos. Suspira. Se pasa la yema de los dedos por el pelo. Acaba más satisfecho que yo, pero, aún así, las dudas no dejan de presentarse.
—¿Por qué cortaste el mechón que te caía en la frente?
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Symphony [Gay]
Romance#IMAGINARIOS 0 Con el arribo del hermano problemático, Meindert comienza a perder serenidad. Le incómoda la idea de poder dormir bajo el mismo techo y compartir la mesa... ¿Pero, cuál es el motivo? ¿Por qué siente necesidad de fumar más de lo habitu...