🎻 Capítulo 27 | Se Busca

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VINCENT





La lengua amarga.

Nostálgico por ver el jardín en la ventana.

Ansioso de tocar el violoncello.

Hipócrita al olvidarlo en casa.

Soportar su cara es lo último que haría... Aguantar su comportamiento grosero y entrometido. No cambia a pesar de la distancia, y cuando parece, lo arruina con pequeñeces.

El muro que nos separa se hace ancho y alto, difícil de escalar, entre cada acercamiento. Caigo al vacío en innumerables ocasiones, tratando de subir hasta la pendiente. He perdido el pellejo y la comodidad por mi persistencia. ¿Que necedad tengo si no pone de su parte, no se esfuerza por mantener una buena relación?

Muero de frío, pero sigo contracorriente del hambre y la nevada... La punta de mis dedos se va poniendo púrpura. Es imposible respirar en ese ambiente. La nieve me llega hasta las rodillas y cubre mis pestañas... Quiero gritar por auxilio. ¿Dónde están los demás? ¡Soy próximo a morir!

¿Por qué sigo adelante?

Solo puedo distinguir su silueta, en lo alto de esa pendiente. Orgulloso. Egoísta. Ganador. Demostrando su victoria del brazo de un hombre rubio y desaliñado... Todo esto se debe a un sueño abrumador, que no me deja, desde esa fatal visita.

Y por si fuera poco, amanezco con asco, todos los días, de consumir enlatados. Sentimientos poco sanos. Cargando en el estómago una profunda tristeza. Desmerecedor de mi violoncello. Con ansias de encontrar a MG para mostrarle la otra mejilla... Debo andar a la ligera si no quiero sinsabores.

Balancear lo salado de lo amargo.

Nada que temer en mis dedos. Sin hambre ni conflictos al caminar. Meindert guardado entre cuatro paredes... Yo tranquilo de que solo fuera un sueño... Una pesadilla. La nevada cesó. Distraigo a mis hermanos. Silbo a unos metros del jardín. La ventana no abre. Empiezo a desesperarme. Parezco un ladrón a punto de robar que un huésped recogiendo sus pertenencias.

Solo tengo que hacer un pequeño agujero en el cristal y buscar en el...

Una amenaza me cierra el paso, cuando voy hacia el clóset. Theo carga una pistola. Creo que no puede reconocerme debido a la bufanda. La bajo. Queda perplejo. Con cuidado la guarda y va a darme un abrazo.

—Un susto más como estos y termino en el hospital.

—Los tipos siguen rondando, se visten ahora como nosotros... Margarito fue preso de este ardid, el día del balazo, porque escuchó nuestro mismo silbido.

Los merodeadores tienen un objetivo claro. Nosotros. Interrumpen nuestra seguridad, pretenden venganza, pero se equivocan de implicados. El tal Davis no quedó conforme con herir a Mago. Lleva una misión de suma importancia, a costa de mancharse la manos por varios billetes. Quisiera saber la identidad del personaje que mueve esos hilos.

—Una cosa más, ¿Meindert vive contigo? —Su pregunta me ruboriza—. Hace dos días que no aparece.

Cuenta que desapareció la noche que hacía ronda.

Conozco ese momento, fue la vez dónde me golpeó con el bate. ¿A dónde puede ir..? Conoce el bosque, pero teme cruzar los límites de este. No pudo interactuar con las personas en la playa... Es impertinente conmigo, pero precavido y distante. Valiente e impulsivo, también.

Pudo guiarse por un ruido, una trampa.

—¿Sí sé algo sobre él? Te lo habría dicho cuando antes.

En lugar de mi violoncello hallo un fajo de billetes, con una nota que decía: "Vendido." También se ha perdido el instrumento. Nadie ocupa la habitación en mi ausencia ni toma las cosas sin permiso. Hasta un ladrón reconoce que ese objeto es ordinario y necesita mantenimiento. Si se descuida, pierde valor. Solo perdura el sentimental.

Sobre la cama sigue el cuaderno, esperando a su dueño.

Si pudieras hablar...

Las hojas, culpables de incontables pesadillas, han sido arrancadas. No hay evidencia, pero todavía puedo imaginarlas.

Luke... Luke... Luke.

Ese nombre ronda aún, viene incluido con ellas.

Conocí a uno idéntico en el bar.

¿Tiene que ver con su desaparición?

Siempre se comporta despiadado cuando hablo mal de ese Luke y no iba ser sorpresa que recurriera a consolarse en su persona... Lo conoció hace tres años, los mismos que cumplo yo al salir de rehabilitación. Jamás iba a atreverse a decirme, pero lo sé porque estaba escrito en las últimas páginas.

Salir en busca de alguien que no sé más que su nombre es complicado. Solo es misterio y punto. Cuando decidí escapar, Meindert me dio razones para quedarme. Obtuve perdón y en su abrazo infinita bondad. Habló de frente y sin preámbulos al hombre que lo desterró de España. Hasta le invitó un helado y evadió sus palabras frías.

Le dijo lo valioso que era estar unidos en hermandad.

¿Dónde quedó ese Meindert sensato?

Volvieron a invertirse los papeles.

Debo tenerlo de frente para desvanecer dudas.

Y pude pasar de largo, sin hacer caso todo respecto a Meindert, pero el ciruelo y la naranja tuvieron poder. El sitio dónde plantamos las semillas. Si no fuese yo testigo de tales recuerdos, lo hubiera dado por un fantástico sueño. Un sueño donde tuvimos la oportunidad de jugar con bolas de nieve y despegar papalotes, sin importar la edad actual.

Saltar entre lodo.

Levantar el ánimo del otro.

Demostrar de lo que estamos hechos.

—Y todavía tienes el descaro de volver... Grande, Vincent —Northon aplaude con sorna.

—Déjate de tonterías —Le recuerda Patrick.

—No te metas —Hermman interfiere.

—Tengan por seguro que lo voy a traer de vuelta a casa, cueste lo que cueste, por cielo o mar.

—Nos interesa saber el precio.

—Ignora a los revoltosos —Josh me dice al oído.

—Meindert es importante para ustedes y eso equivale uno justo... Después de lo prometido, no volverán a verme en sus vidas.

—Cómo si eso fuera suficiente... Por tu culpa ya debe estar muerto.

—Cierra el hocico, maldito egoísta.

Las palabras las dijo Josh, a bocajarro, con tanto odio que lo creí una persona distinta. A continuación, lo golpeó a la cara, todo por defenderme. Patrick recibe un derechazo de Hermman. Alfred y Otto dejan las palas. Van a separarlos. La sangre tiñe la nieve, en pequeña cantidad, pero no puedo evitar los recuerdos amargos que tengo con ella.

Apresuro la marcha en cuanto veo venir a Magno. No obstante, los zapatos me traicionan, porque resbalo. Caigo de espaldas. El cuerpo queda adherido al hielo, no puedo moverme. Escucho gritos, alaridos de adultos y niños. Fuego que desciende hasta el cielo. Cenizas que cubren mis ojos...

Solo estoy soñando otra vez.








Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora