🎻 Capítulo 23 | Si te Contara

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VINCENT





Salimos corriendo hacia dentro.

La lluvia se desató peor que antes. En el rostro traen dibujado una sonrisa de complacencia, menos yo. Es bueno verlos con energía y no muriéndose de frío como este pobre cojo, hecho sopa.

Menos sé lo que quiero por culpa de este humor cambiante. Meindert a venido en lugar de Theo. Dice que está ocupado para atenderme. ¿Y para qué los necesito? No estoy de humor para tanta atención.

He perdido una pierna, más no la capacidad de moverme. Alcanza la ropa del clóset. Con la toalla me seca la cabeza. Estornudo tres veces. Teme que caiga en cama debido a la decisión precipitada de jugar como pequeños. Seguido de esto, pasa una mano sobre mi frente. Para que esté tranquilo le digo que estoy bien.

Lo piensa un poco, hasta que decide irse. Entonces, cierro los ojos, para dormir, y es cuando me sorprende con un beso. Decido abrirlos y no lo encuentro para hacerle frente. Decía con desprecio que esa demostración era ridícula, así que yo debo decir lo mismo. Un calor extraño emana de mi cabeza hasta los pies. El beso ha encendido mis sentidos. ¡Estoy vivo! Parezco embriagado con vino, pero resulta que es por un simple afecto.

Usar la enfermedad como estrategia para ganarme su confianza, es la cosa más vil que puedo ejecutar. Antes, inmune a cualquier gripa, tenía problemas, ¿qué me hace pensar que no llegaré a tenerlos? Bastante he lidiado cargando con el pasado. A nadie le debo explicaciones sobre este padecimiento... Aunque, si Meindert lo tuviera entendido, su atención, mimos, besos, me iban a pertenecer por completo. Viviría las 24 horas conmigo y sufriría en mi agonía y muerte...

No significa que perpetuo sea su dolor, sino se permita buscar la felicidad. Moriría una segunda vez, por celos, pero de la tempestad viene la calma. Nadie es dueño de nadie. Somos seres individuales.

Es difícil encontrarse entre la espada y la pared, y aun cuando es motivo de mis sueños húmedos. Cada que pienso en ello, en noches como estas, no evito acariciarme. Imagino que es la almohada, el colchón, la sábana... Desabotono la camisa. Con la yema de los dedos voy tocando mi pecho, de manera suave, hasta llegar al cuello, abdomen, piernas... El placer baja a mis genitales con ímpetu, deseo.

Gusto culposo, impotencia, la enfermedad consumiendo el deseo... Momentos donde ni la masturbación era capaz de poner erecto mi pene. Imposibilitado en alcanzar un mísero orgasmo. Si lo estimulaba con fuerza, solo lograba hacerle daño.

Tampoco quisiera conseguir sexo, sino terminar el incendio. En ninguna época he hallado a alguien con sus cualidades y defectos, que su sola presencia fuese posible llevarme al éxtasis, aunque no hubiera necesidad de penetración. Hubo una vez donde intenté practicarlo, pero salí huyendo antes de ponerme a su merced. Ese no sería Vincent. No buscaba satisfacer los instintos de los demás por amor.

¿Por qué todos piensan en sexo?

A Giuseppe lo conocí en Italia. Una noche, al cumplir seis meses de noviazgo, bebimos Champagne. Decido dormir en su habitación, pues es ya de madrugada. El calor nubló su cordura y me fue desvistiendo entre besos y caricias candentes. Pide que entre en él, a lo que niego. Estaba torpe de alcohol, mis movimientos eran lentos... Siento como juguetea con mi miembro. Caigo a la alfombra. Quería irme de ese lugar, pensaba que solo dormiría, pero era una cruel mentira...

Ahí, en el suelo, se monta sobre mí. Se mueve frenético, desesperado por entrar... No se lo dejé fácil, pues le rompí una pierna y varias costillas... Después de un mes me llama para decirme una sarta de estupideces. Qué era un bueno para nada, impotente, perdedor... Pero no soy como todos. Siendo su pareja jamás iba a dejarme a la deriva de retorcidos pensamientos.

Es que no lo consiento con nadie.

Al principio, la masturbación me parecía una práctica sucia, pero que luego resultó necesaria. Las mujeres no fueron a mi medida. A pesar de lo cautivadoras que son, y entregadas al hombre, ninguna igualaba a mi preciado Meindert, ese compañero ideal, reservado y atrevido. Nunca me gustó los corsés o los vestidos con encaje... Atractivo a su manera y silencioso, el traje destacaba su porte... Mi hermano por apellido, no de sangre. Crecimos juntos y sabemos el mismo dolor. Nacimos con el mismo sexo.

¿Qué más puedo pedir?

Meindert es mi sanación.

¿Cómo agradecer tanta atención ahora que mi cuerpo está sano y tiembla por un sentimiento incorrecto? Deseo ir, tirarme en su regazo y hacerle saber que es la persona con la cuál pido pasar mis últimos días... Que lo adoro, que me enloquece su presencia... El hombre misterioso no tiene comparación al amor que le profeso.

Su mirada me llena de ternura o será la fiebre que hace pensarlo. Probar de su boca yo anhelo, quiero que me ame, me someta en sus brazos... Cuando muera quiero escuchar su arrullo. ¿Qué tiene de malo solo un beso? No pretendo uno ajeno, sino tuyo. ¿Qué se sentirá ser amado por ti? Mi piel arde, tengo calor más de lo normal, estoy con la camisa sin abrochar...

Meindert va en auxilio. No puedo mover un músculo. Estoy consciente que me he caído de la cama a la alfombra y sé que también estoy llorando un poco. Dice que Theo está ocupado contestando el teléfono. Después de levantarme, hace favor de abrocharme la camisa.

—Jamás fue mi propósito hacerte daño.

Llegando al último botón, voy sintiendo sus manos asidas de mi cabeza. Este acercamiento hace que nuestras narices estén juntas. Es maldito que juegue así conmigo. ¿Qué significa? Cuando hicimos ese juramento de hermandad fue así como pasó, no obstante, cuando llega nuestro turno, este encuentro no resulta ser cualquier otro. Todos pueden decir que es asqueroso tratándose de varones, pero ese contacto lo mantuve inolvidable.

—¿Puedes dejarnos solos? —Le ordeno a Meindert.

Theo corta el momento de un tajo. Para mis adentros estoy por primera vez agradecido. Dice que papá vendrá en Diciembre. La noticia me pone histérico.

—Siento pasar sin dar aviso.

—¡Tiene que esperar!

—Ya luego nos echarás de menos, como en un principio.

—Al venir aquí ese principio desapareció... Llevo un pendiente sin concluir.

—¿Se trata de Meindert, verdad?










Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora