📘 Capítulo 14 | Tenemos que Hablar

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MEINDERT





No se habló palabra del hecho.
En la mesa reinaba quietud. Los muchachos no salieron de las habitaciones, quizás porque continuaba lluvioso. Canciones tristes sonaban en la radio. La cortina hacía de muro entre Vincent. Theo no respondía mi insistencia.

Aproveché la ocasión para romper reglas. Fui a darle un vistazo, o mejor decir, a llevarle la ropa limpia. Lo encontré en un profundo sueño, así no escucharía sus reclamos. Dejé el cuaderno en la mesita de noche para que se entretuviera en días tan duros como estos. Interminables. Me resultaba imposible asimilar el accidente. Muy tarde pude darme cuenta del porqué no cruzaba la malla con agilidad o perdía el equilibrio.

No evité ponerme de rodillas y pedirle en silencio, agradecido por salvarme, juzgando mi comportamiento pésimo. Quise, necesitaba decirle que lo sentía, no valía la carta dentro del cuaderno... Estuve a nada de llorar, de devolver el beso que incendió, desató emociones, que con violencia sacudió este endurecido pecho... Mandrú entra impertinente. No tuve que mentir por milésima vez, solo "cooperaba" en el hogar. Además, ¿donde estaban los demás.

Lo piensa un poco, pero termina aceptando. Lo sigo hasta su puerta. Entramos a la habitación. Enmudecen en mi acto de presencia. Discutían, los descubro por su gesto. Habían callado porque el tema se enfocaba en Vincent, tema que prefiero mantener en silencio. Sordo. Mi insistencia se debía en entregar dicha caja a Theo, dándole indicaciones, y de paso saludar a Margarito.

Así fue.

Toco el piano al azar. Esto lo eriza de nervios e intente enseñarme. No me gusta su mirada vacía con dirección a la pared ni la sonata conmovedora que me recuerda al Vincent acostado sin una extremidad... Es difícil borrar una impresión y más de alguien cercano... Lo felicité. Eso causa un suspiro de pesadumbre.

—Lo mismo expresan todos... A papá no le es suficiente.

—¿Su opinión está por encima de tu felicidad?

—¿A qué te refieres?

—Lo sabes.

—Yo no recuerdo que tuve un hijo... Asi que vienes a hablar por Vincent.

—Estoy preocupado por ti.

—¿Algo más?

—No lo juzgues sin conocer.

—Las acciones cuentan más que mil palabras.

—¡Integramos una hermandad! Tenías para escoger. ¿Por qué depositaste tu confianza en él? ¿Por qué..? Necesito una respuesta —Quería llegar al meollo antes de colapsar. ¿Cuál era el motivo de tanto desprecio? En eso no era claro. Siempre acostumbré su sensibilidad.

—¿Por qué me dejarían de importar? Todos habían dejado la vida bohemia, pero Vincent seguía en marcha. No estoy acostumbrado a dejar ir con facilidad, lo sabes, y menos si su compañero de bebida eras tú... Creí que iban a recapacitar, a tener lástima, a comprender mi dolor en ese accidente... —Con el pañuelo seca algunas lágrimas—. Aprecio que vengas a visitarme.

Margarito estaba en su derecho. Los dos lo habíamos lastimado, decepcionado. Merecía saber qué pasó esa noche, porque ocurrió el repentino cambio de planes. Margarito señala el golpe que llevo en el labio. ¿Qué iba a decirle? Las mentiras nos habían herido. Confesar era nuestra opción para sanar.

—Sabía que ese silencio no era por nada... ¿Y cómo sigue?

—Ah, es lo de menos.

—¿Menos? Si hubiera sabido lo de su discapacidad, yo...

—Por ahora no necesita nuestra lástima... Yo tengo en parte la culpa de esa desgracia.

—¿Qué dices?

—Te pido que por esta ocasión me permitas confesarme y te juro, por este sombrero, que será la última molestia, si lo deseas...

»A finales de Septiembre terminó nuestra amistad... Confianza. Fue el más afectado de la fiesta y tuve que cuidarlo en el camino hacia casa. Fue ahí, en el pasillo, cuando me rodeó con el brazo. Transformó su comportamiento. En un principio creí que iba a caer, pero me di cuenta de su repugnante intención. Él sabía que no me gustaban las bromas, pero seguía sometido en su brazo. Estaba obligado a verle la cara tan de cerca. Le pregunté que tramaba entre manos, pero no le prestó importancia. Seguía viéndome embelesado a pesar de lo incómodo que era... Sonreía con los labios, divertido, junto a unos ojos que brillaban llenos de malicia.

Perversión, a mi entender. Yo seguía buscando maneras para escapar, pero su cuerpo cubría en totalidad el mío, cómo si de una jaula se tratara. Tenía que quitarlo de encima, empujarlo sobre el colchón... pero supuse que era una broma, una de mal gusto. Lo conocía como la palma de mi mano, pero era incierto hasta ese momento... Le propuse que fuera a dormir, en el tono serio que suele hacer Theo, pero se negó. Su terquedad era bizarra... Insoportable.

Hablaba de la noche, de planes... Hice un último forcejeo cuando lo vi venir con descaro a mi boca. Fue justo cuando papá entra a escena. Lo delato. Luce un color pálido. Papá nos indica una cita en su oficina a las seis en punto, de la mañana, no sin antes echarlos de la estancia. Vincent quería hablar. Insistía. Esperamos la hora. Papá quiso arreglar el asunto con calma, tanto como yo, pero no fue fácil. Vincent tomó por fin la palabra.

—Tenemos que hablar.

—Te perdono, si es por cuestión de la embriaguez.

—Lo lamento, pero ya no puedo seguir con esta mentira... Acepto la consecuencia, padre.

Lo golpeé en la mejilla. No me importó la sangre que brotó de esta. Estaba furioso. Si papá no me hubiera detenido, juro que hubiera terminado matándolo...

—¿Y serías capaz?

—De eso todavía sigo dudando...







Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora