VINCENT
Futuro.
Amor.
Dinero.
Para un romance no estoy preparado, ni aunque pasen cien años de por medio.
Me niego al amor, a otros labios, a conocer sueños ajenos...
Hubo una temporada donde Magno pensaba que Mónica y yo teníamos un asunto amoroso. No echo de menos su ayuda, pero eso no significó que traspasara la línea. La quise solo por el hecho de tratarme sin morbo o chisme. Además, fui el héroe que impidió su desesperada desición... Por eso estaba conmigo, para saldar la deuda.
Para entretener a sus padres.
Mataba las horas usando mi ropa, algo insignificante. Conocí su fascinación a los sombreros y no dudé en sugerirle uno colorido y extravagante. Esto la molestaba y prometí nunca opinar.
Un mes de este acontecimiento llegó su ausencia. Su familia afirmó que el responsable de la desaparición era una persona cercana. Ellos iban a verme por las pistas del paradero, pero nada obtuvieron. Yo estaba más confundido y desilusionado. Seguido me daban ánimo por la infidelidad de su hija, pero era tonto porque entre nosotros no hubo tal noviazgo.
Magno se dio cuenta del estrés al que estaba sometido y pasé los días en el campo. En esas tardes donde practicaba en compañía del violoncello, ella volvió con el viento de verano, a despedirse. Sabía del alboroto. Dijo que lo merecían, que de todos modos estaba muerta en vida para ellos hace tiempo. ¿Por qué la agresividad? La incógnita resolví. Ese alguien con quién huyó se trataba de una mujer. Su interés amoroso no era un varón.
Veronika era su nombre.
Estuve celoso, y no por afecto, sino de la valentía: una mujer luchando por amor y un hombre a la sombra de su padre. Le deseé suerte para un futuro. Dijo que irían lejos, en el fin del mundo si se pudiese... Me devolvió la misma suerte.
Aún no quería desprenderme de la única persona que entendía la situación. Quería llorar, pedirle permiso para escapar a su lado... pero más bien me despojé de la gabardina. Estaba temblando de frío, la ropa que llevaba puesta no hacía ante la inclemencia. Podría enfermar en el viaje sin retorno. El acto la hizo sonrojarse. Lo material es de menos.
A su vez, me regaló un beso en la mejilla y manos. Agradecí con fervor porque pasó mucho que perdí la sensación de uno. En la cabeza acomodé el sombrero, ese accesorio que tanto quería usar.
Ahora era libre.
Ojalá se haya dado cuenta del dinero que deposité en el bolsillo derecho.
... Y yo seguiría prisionero, gracias a lo hecho años atrás.
¡Imbécil de mí!
¡Cómo olvidar el momento donde me gané los grilletes, cuando quise tirar la puerta de una embestida, antes de dar las seis de la mañana! Eso no hubiera dejado una buena impresión, al contrario, papá sería capaz de suministrarme algún sedante. ¿Entonces, que debí hacer? ¿Cruzar los brazos y escuchar su aflicción?
Lo percibí bien al pegar la oreja. Lloraba bajito, basto para desmoronar mi conciencia. Nunca lo vi de esa manera, a excepción de los demás. ¡Si tan solo hubiera ido a la cama temprano..! Ese te amo, esa locura traicionera estaría bajo llave, sin andar entre dientes. Había ignorado su pobre moralidad. Lo entendí a la perfección. No iba a considerar este descaro como una broma. El solo pensar, con que ojos me vería desde ese entonces, me hundía en la mayor de las vergüenzas. La demencia ya no servía de excusa. El testigo era nuestro padre.
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Symphony [Gay]
Romance#IMAGINARIOS 0 Con el arribo del hermano problemático, Meindert comienza a perder serenidad. Le incómoda la idea de poder dormir bajo el mismo techo y compartir la mesa... ¿Pero, cuál es el motivo? ¿Por qué siente necesidad de fumar más de lo habitu...