📘 Capítulo 16 | Desde el Principio

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MEINDERT





Hace días que Vincent se encierra en la habitación e interpreta Storm, de Vivaldi.

Después de cada comida la repite hasta que da la hora de dormir. Los alaridos del violoncello son en definitivo suyos. Con solo escuchar la pieza siento desesperación. Pobre del instrumento que es víctima de tal ira. Ni Margarito se ensaña así con el piano.

Por otro lado, su indiferencia me es infantil. Nunca pretendí atacarlo y el asesinato de los insectos fue hace tiempo. Siendo un niño padecí aburrimiento, además, fue testigo de esa crueldad. Tal vez me culpaba de la mariposa, la cuál arranqué sus alas, y con metáforas daba a entender lo de su pierna. Yo no le deseé mal, él solo se echó de cabeza frente a nuestro padre. Hubo perdón de parte mía y una bofetada por culpa suya... Dudo que Mago haya dicho nuestro secreto, pero no, porque es confiable.

Necesito pensar mejor.

Camino al muelle recuerdo a Vincent. Comimos helado en aquel banco. Disfrutó el atardecer e intentó huir de casa. Discutimos y me besó la mejilla. Tuvimos diferencias y una delgada línea de amistad... hasta ese momento en que cuatro sujetos aparecieron en el camino. Fue héroe y víctima. Lo apoyé de vuelta a casa. No era mi culpa que su secreto saliera a luz. Yo lo hubiera defendido a toda costa... pero la vida doméstica nos había vuelto dóciles. Queríamos olvidar la violencia y la vida deprisa. El pasado. Demostrar que éramos capaces de vivir en sociedad.

Elegir con cuidado entre bien o mal.

¿Qué he hecho yo para merecerlo?

La carretera. El sitio dónde esos tipos nos golpearon. Grito a la tempestad por una respuesta. A casa ya no quiero regresar. Estar fuera me ha dejado culpable de volver. Mejor se hubiera mantenido en secreto lo de la prótesis si yo... Sin embargo, Vincent es exagerado. Solo fue un accidente a caballo. ¿Qué culpa tengo con eso? Solo perdió una pierna. Debería por lo menos agradecer que no quedó paralítico o en coma. Tampoco creo que papá fuera duro en el proceso.

Por la ventana de la cocina, lo observo contento. Habla con todos, cómo si nada. Pareciera yo la piedra de su zapato. En este techo no cabemos los dos. Las rosas volverán a morir. Yo no lo juzgo por su condición. Era bueno que reanude su hermandad con Margarito, por el bien de su salud emocional. Tengo que acostumbrarme a esa actitud. Debemos ignorarnos. Siempre quise saber el motivo de su regreso... Aunque cerrara mis oídos, aún podría oír Storm.

Por estas desagradables razones, salí con demasiadas ansias a Berlín, aquel restaurant-bar de preferencia. Las luces de colores pintaron el panorama gris de mis ojos. La música electrónica y pop hicieron que olvidara al estruendoso violoncello. Por fin disfruto del bullicio después de tanto silencio. Luke, el dueño del lugar, saluda. Contesto desganado. Frota su mano en mi hombro. Sabe que no me encuentro mejor que otras veces. Intenta animarme con un tarro de cerveza.

—Hace mucho que no bebo, pero gracias de todos modos.

En realidad estaba hambriento, pues tenía desde la mañana que andaba en la calle. Pidió disculpas y, como si leyera pensamientos, me ofreció una cena. Traía un poco de efectivo, pero rogó que aceptara la cortesía, sin compromiso. Había escuchado que Luke no soltaba sin recibir a cambio, no obstante, conmigo era lo contrario. Llevábamos tres años de conocernos, los mismos años de inaguración del bar, y en ese lapso no sobrepasó la línea. Las malas lenguas decían que yo era culpable de que siguiera soltero.

—¿Qué te hizo volver a Berlín?

—Problemas.

—Ese padre tuyo todavía no entiende.

—Eso es lo de menos.

—Seguro que algún maldito te ha hecho daño, y no digas que no porque lo muestras en la mirada. ¿Qué apuestas?

Quedé perplejo. No sabía de la cualidad adivina de Luke. Si continuaba en silencio creería que le daba la razón. Me faltaba voluntad para decirle la relación amarga con Vincent... pero es que tampoco se iría tan fácil de la mesa. Tenía que voltear el asunto, hacerlo perder... En conclusión, no tuve más remedio que confesarle la pelea. Como fue posible, describí a los tipos, al cuarteto.

A su perspectiva, señala la mesa más cercana. Niego. Suelto un suspiro. Esperaba dar fin a la venganza. ¿Y que iría a ganar con eso? Seguro acabaría muerto después de una mínima provocación. Fui al baño. No pude contener los nervios. Ocupo la barra, no sin antes tropezar, por desgracia, con un sujeto prepotente. Grosero. Mal hablado. Apreté los puños. Reconozco sus facciones. Esa sonrisa burlona. Luke aparece al rescate, dándome indicaciones. Quiere que mantenga la cabeza fría y lo vea en media hora atrás del bar, en un lote baldío.

Los minutos se fueron como agua. Era claro que iba a discutir sobre mi comportamiento. Cuando llegué, dos muchachos sujetaban de brazos al hombre anterior. Luke sale de la oscuridad. Informa que es policía y que tuviera cuidado con no quitarle la bolsa de la cabeza. Luke no hablaba de su integridad, sino de la mía, pues sabe que volvería a tener problemas con la ley... pero era de menos comparado con la agonía de Vincent. Ese hombre merecía ver la cara de su verdugo.

De rodillas daba lástima, pero no tuve piedad al descubrir mi identidad. En sus ojos desorbitados hallo miedo. La sonrisa se borra y da lugar a explicaciones absurdas. Predecibles. Escudándose en las drogas y alcohol... Por supuesto que no le creí. Mas bien encendió la mecha. Lo golpeo en el estómago. Las costillas. En la cara... Suelta información de los dos restantes, añadiendo que el tercero era confidencial.

Acabé salpicado de sangre. Satisfecho. Tuve que tirar los guantes y limpiar el saco. Lo dejamos tirado a unas cuadras. Pude matarlo hasta el cansancio, sin embargo, solo quería producir el mismo sufrimiento, nada comparado con el real.

—Ya quisiera ser Vincent —bromeó Luke —. Es afortunado de tener a alguien como tú.

—Es mi hermano.

—Oh, perdón.

Pagarle el favor con dinero no era suficiente, pero contestó que estaba bien pagado con nuestra amistad, añadiendo que mis puños le hacían falta en su pandilla. Mis hermanos habían jugado mal y por ese precio perdieron dedos. Orejas. Una mano. Lo mejor que aprendí de sus experiencias era mantener distancia con esos sujetos.

—¿Y cuándo nos volveríamos a ver?

—Por ahora, debo tener precaución — Echar de menos a Berlín dolía peor que un gancho directo al hígado.

El camino estaba lleno de lodo. Era extraordinario que acabara de llover. Me quito de inmediato los zapatos embarrados y, antes de cruzar la ventana, un resplandor hace que paralice mis movimientos. Me deja por completo ciego y vulnerable.

¿Papá?

—Es peligroso pasear por la noche.

—No volverá a repetirse, en serio.

—Ojalá lo tuvieras en cuenta y no como excusa.

Me sentí regañado por Magno, que de Vincent. Con el moño y ese bastón cualquiera se podría confundir, si no fuera por su barba. Era un gran disgusto tener una cuarta figura de autoridad, cómo si fuéramos un rebaño de ovejas descarriadas.

¿Acaso tengo que tener cuidado
con él por igual?







Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora