🎻 Capítulo 43 | VinDert

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VINCENT




La mansión nos quedaba como anillo al dedo con sus vastas hectáreas y restricciones para nuestro resguardo.

Cada quién con habitación y baño... Y si fuera lo suficiente aburrido estar adentro, a la intemperie esperaba un campo de golf, equitación y baloncesto. Invernadero y una pequeña granja. Se nos permitía usar la televisión solo los fines de semana.

A eso del mediodía ya todos se entretenían en sus actividades. No, no era momento de fotografías. Echo la culpa al avión de provocarme la náusea, pero sé que eso es mentira. Un día antes me hubo visitado el médico.

Sabía de mi recaída a causa de malos hábitos en Vancouver. Si le hubiera mentido lo sabría cuando antes gracias a los análisis. No debía olvidar la enfermedad, a la que pendo de un hilo, como tampoco agobiarme pensando en ella.

¿Cómo olvidar cuando me la recuerdan en cada revisión?

Era común que perdiera el apetito, y con justa razón al no poder probar los postres en cada merienda, si quería vivir un poco más. Conozco esa debilidad por el azúcar, el paladar ansioso... pero la garganta solo conoce el sabor amargo después de vomitar.

Parecido a la hiel.

Dicen que las penas con pan son menos, pero solo tengo permitido comer un pedazo. Prefiero el mar, ir a la orilla a mojarme los pies, imaginar que arrastra la congoja... A lo lejos diviso que la marea no va alta. El viento es casi un murmullo.

Perdido en el horizonte y sobre una roca, está Meindert. Me agrada, y no me refiero a él, sino a su camisa azul bajo los tirantes. Combina con el mar y el cielo... El corazón me brinca de súbito. Es tanto azul coincidiendo... más en la memoria permanecerá.

Cuando vuelva con cámara en mano será demasiado tarde.

Sin zapatos y el pantalón arremangado, voy acercándome a la orilla. El arrastre es débil, por eso quise avanzar más allá, hasta medio cuerpo sumergir. Las olas se van intensificando conforme camino. El agua me llega a las rodillas.

No tuve la suficiente firmeza para seguir, las olvidé solo con admirar las gaviotas surcando el cielo... Esa simple distracción bastó para caerme sentado. El golpe lo amortiguó la arena. Había sido derrotado ante tal inmensidad. Era tonto al desafiarlo, yo no era un ave.

—El mar es de cuidado —Meindert. No encuentro ganas para contestarle.

Se supone que deba, pero es que desde ese momento trato de no verlo con otros ojos... Hasta pareciera un sueño cuando se aferró a mi boca. Cuando admitió estar equivocado... La vergüenza no deja de perseguirme. Es difícil sostener la vista frente a mi padre.

—Así que divirtiéndose.

Lo siguiente fue dicho por William y Doroteo. No llegaron con tablas de surf, sino por nosotros, para llevarnos a la granja. ¿Una sorpresa o Anton requiriendo ayuda? ¿Acaso escaparon las gallinas del corral o un borrego malhumorado?

La hermandad estaba reunida en el establo. Ya papá había hecho entrega a cada uno de un equino. Otra gran sorpresa. Es bello cada ejemplar, algunos manchados, de complexión vigorosa, pero quién destacaba la atención, era el frisón de Margarito, al cuál no esperó a nombrar Báltico.

Lo imagino frente al mar... A galope contra viento. Su piel azabache mojada de agua salada, lanzando destellos... La sesión de fotos no puede demorar ni terminar solo en mi cabeza. Soy un fotógrafo innato. Imparable... Juro traerla siempre colgando del cuello.

La equitación es primordial en sus cosas favoritas. Lo echo de menos por el problema en la columna. Un accidente sería fatal... pero me siento realizado con verlos correr la pista. Ya estoy ansioso de dar pie a las apuestas.

Esperé a quedarme a solas con Báltico. Eran las 11 y no conciliaba sueño. Me quedo echado en su costado. Es muy pacífico, ni siquiera se mueve. Le voy contando sobre Margarito. Que por algo se han encontrado y no habrá soledad de por medio... Justo así como me ocurrió con Stanley.

—No hay duda que Mago es buen amigo —Meindert, por segunda ocasión.

Hubiera preferido la aparición de un fantasma o un relincho ensordecedor. ¿Por qué de tantos hermanos Meindert destaca? ¿A qué se debe la mala fortuna?

—¿Se te perdió la aguja en algún pajar?

—¡Ojalá fuera tan insignificante..! De hecho es grave y entenderé si no puedes perdonarme.

—¿Tan grave es para aceptar el riesgo?

—Se supone que la casualidad es nuestra maldición, pero he venido por voluntad propia.

Le doy la palabra. Prosigue a confesar que le hurtaron el violoncello cuando lo encontré en aquel callejón. En verdad yo tenía varios aquí, en Barcelona, y suponía que lo habría olvidado con Luke... Y no, no dije nada porque lo material va y viene.

Hemos sido enseñados así, no obstante, estaba preocupado en su valor sentimental. Se llamó desgraciado por comprármelo sin avisar... No vale la pena maldecirse por un objeto. Le pregunto si obtuvo provecho. Dice que lo ayudó a aliviar su ansiedad.

—Y eso no es todo, los cuatro sujetos que nos golpearon son móviles de un perverso propósito... Necesito respuestas y un compañero fiel a colaborar en la investigación.

¡Me ha elegido como candidato! Esto me hace... ¿Feliz? Un poco, pues he querido ser algún personaje detectivesco, por secundario que fuera.

¿Estoy soñando?

¿El oxígeno no me está llegando al cerebro?

—Dime todo lo que sabes.

La semana pasada estuvo registrando la oficina de papá. Por sorpresa encontró un archivo con la carpeta de los Cross. Se detuvo a pensar que se trataba de una rivalidad, competencia en el ámbito empresarial, pero nada de eso.

Los Cross eran fanáticos religiosos.

—¿La fuente es verídica?

—Si ya no lo recuerdas, Mago estuvo herido...

—Basta.

—También tuve mis dudas, pero te prometo que vamos a corroborarlo. A llegar al fondo de todo.

—¿Y después?

—Esperar que transcurran diez años... ¿Puedes venir a recogerlo?

—¿Dudas de mis buenos reflejos?

Lo atrapo. Es el anillo. No comprendo.

—Te advierto que nos enfrentamos a un enemigo de cuidado y esto nos recordará fuerza en la adversidad... Y respecto al pasado, lo que haya sucedido entre nosotros, queda enterrado.

—Me gusta esa firmeza.

—¿Compañeros en el caso?

—Esa es la actitud... pero has pasado por alto un minúsculo detalle.

—¿Según es..?

—¿Qué te parece Vindert?







Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora