🎻 Capítulo 29 | El Desastre que Eres

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VINCENT




Nunca conocí a mis padres, a excepción del quejumbroso abuelo.

Jamás se cansaba de decir que yo era su carga más pesada y deshonrosa... Nunca permitió que lo llamase abuelo, sino Rubens. En noches de embriaguez lloraba por la hija, mi madre, de haber huido con un infeliz bandido. La pena era compartida conmigo, pero él encontraba consolación en un saco de monedas que guardaba con celo en su cama.

Era encargado de los impuestos, un cargo deshonroso e injusto. Ese era el principal problema por el que no tuve amigos. Quitaba el pan a los pobres, para repartirse junto al gobernador... no hasta que su suerte cambió a la venida de aquellos hombres. Preguntaban por el paradero de un matrimonio, acusada de herejía. Rubens dijo verlos huir a toda velocidad en un carruaje.

Yo estaba detrás de la puerta observando.

La gente les llamaba inquisidores.

—La multitud lo vio a usted conversar antes de la fuga... ¿Me cree niño para no darme cuenta del dinero que recibió de manos de ese brujo..? ¡¿A dónde se dirigen?!

De un instante a otro, Rubens ya estaba tendido, sin vida, mientras nuestra casa se consumía en el fuego... Lo acusaron de brujería, de cómplice, ante el pueblo. Al verme desprotegido, los adultos no tardaron en burlarse de mi suerte... Me daban el desperdicio como a un vil perro.

La iglesia quiso darme protección, hogar, pero le mordí la mano al sacerdote cuando intentaba arrastrarme a la fuerza... Y por no fijarme del camino, resbalé en el lago congelado. Mi cuerpecito no daba respuesta. Estar con el abuelo Rubens deseaba. Quería escuchar su regaño por salir a jugar sin permiso... La estructura de nuestra casa cayó esa mañana.

Retumbó mi corazón al tiempo del desastre.

¿En este punto que sentido tiene estar vivo?

Un llanto desconsolado me devuelve conciencia.

Un grupo de niños me han rodeado. Uno intenta parar el llanto de la nena que carga. Sus ropas apenas los cubren del crudo invierno. Sucias de ceniza están sus caras. Parecen asombrados. Creyeron que había muerto. Preguntan por mi nombre. No sé que contestar. Ya no lo recuerdo... Tampoco me quedan fuerzas para llorar. Rubens estaba cegado de odio como para fijarse en ese detalle.

¿Es que mamá nunca pensó que lo necesitaría?

Un grupo de muchachos los llama con descaro huérfanos. Brujos. Nos arrojan piedras. Se divierten. El niño más grande, quién dice llamarse Theo, insiste que los acompañe.

—¡Ven con nosotros! En el norte una familia nos espera con los brazos abiertos.

—¡Quiero a mi mamá!

—Corres peligro solo —Toma mi mano para guiarme, pero la rechazo. Lo empujo con fuerza.

Se van alejando. A la niña consuelan con canciones. Están fatigados, pero ilusionados por llegar a su destino. El pan que traigo en el saco les sirve, así como el dinero y algunos trapos que logré salvar del incendio... ¿Será que soy heredero de la avaricia de Rubens?

Por culpa de ello me he quedado solo.

Es pesada la carga de conciencia. No los quiero perder de vista. Los llamo por sus nombres. Me ayudan a cargarlo. Reparto el contenido. Theo toca mi cabeza. Agradece. Yo estoy sonrojado de tantos cumplidos.

—Jamás te apartes del camino, Vincent.

🍂🍁🍁🍁🍂


Esa época quedó atrás, donde era fugitivo y tratado como peste. La habitación luce diferente. No hace falta preguntar. Magno quiere mantenerme al alcance de su vista. Dónde los gastos corran por su cuenta... Oí su voz entre sueños.

Es como estar en...

—¿Por qué volvimos a Suiza?

—El golpe resultó perjudicial... ¡Te lo dije!

—Cualquier posibilidad está descartada, Salo... El sedante te tiene confundido, Vincent. Es normal que te comportes así —Pone su mano sobre mi cabeza.

Menciona el incidente. Él me llevó de brazos. Mide casi dos metros, por encima de mi 1.72. Ni hablar de Margarito, con su 1.64 parecía un niño a lado suyo... Ningún dolor en la nuca ni otra molestia. Aceptaré la oferta de Magno, no sin antes confrontar a Meindert cara a cara.

Menciona la insulina.

Está enterado del padecimiento.

—El médico dejó claro el ultimátum.

—Es cuento de siempre.

—¡La carta..! ¿Qué hacemos con ella?

—Ahora no.

—¿Qué trata de decir Salo?

—Requieres de reposo y emociones sanas.

—Sabes lo importante que es para nosotros, ¿verdad? Aunque se haya apartado del camino, continúa siendo familia... Necesito noticias para disipar las dudas que me dejan insomne.

—Si eso te mantendrá tranquilo y en tratamiento, adelante... Pero tampoco eches de menos tu importancia en la hermandad.

La carta llegó esta mañana. Por supuesto que del mismo Meindert. En el primer párrafo explicaba su viaje a Quebec. El motivo, o la excusa, que lo llevó a tal arranque, fue que sentía incomodidad, que el ambiente era peor de sofocante con la llegada de MG. Que esta estación del año lo ponía sensible.

Que necesitaba cambiar de aires.

Es de suponer la crisis porque la guerra comenzó en invierno.

La distancia no debe ser impedimento, ni los malos entendidos. Siempre hay días peores que otros, pero siempre prevalece el perdón... Algo u alguien tuvo que inducirlo a cambiar de parecer... Al final de la línea admitía haber escapado con un amigo. El mismo al que le dedicó los poemas. Pedía que no se le buscara y esperar noticias suyas a fin de mes.

Al reverso del papel, el dibujo para conocer al famoso "Luke."

Mandrú puede desesperar, enloquecer, pero acertó al final. La persona que amaba poseía identidad y era definitivo. El hombre misterioso que tanto temíamos sí existe.

Puedo asegurar su parecido al sujeto mal vestido del bar.








Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora