📘 Capítulo 48 | Tierra de Cazadores

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MEINDERT





En ningún momento me pidió información. Estaba al pendiente de lo dos, mirándonos con extraña curiosidad. Siempre le tenía al perro leche tibia, y chocolate para mí. Me daba el mismo trato de sus visitas, aún cuando apenas nos conocíamos.

¿Cuál es su intención?

Tuvo curiosidad de donde venía. Le dije la verdad a medias. Lo sorprende la cantidad de hermanos que somos y la benevolencia de quién nos adoptó... De forma amarga habla de las mujeres, las que no poseen amor maternal. Es triste, añadí, pero por lo menos conoció su rostro.

Continúa confesando que fue hijo único, cosa que nunca le gustó... pero tuvo un amigo que consideró hermano. Las diferencias los separaron.

—Quería llevarme lejos de mi autoritario padre... Yo en cambio le ofrecí un puesto con su mujer en alguna de mis empresas, que aceptara mi religión, que Dios abre puertas... Estaba destrozado por el aborto de su hija... Es por eso que, cuando más te conozco, me recuerdas a él, ese espíritu amable... libre.

—Usted también inspira... y sin necesidad de imponer con una escopeta.

—Va incluido en el apellido.

—¿Y se ha detenido a pensar en su propio criterio?

—¿Y eso importa para un viejo?

—Siempre.

Con el ánimo abajo es imposible salir a distraerse. Los tiros cesaron. Me daba miedo que sus hijos estuvieran enojados, pero Frederick dijo que no, que la caza es lo de menos... Puede esperar. Insistió conocernos todavía más. Ser confidente del otro.

Bajar al fondo del iceberg... si eso no conlleva morir asesinado.

Creí cavar mi tumba en esta maldita isla, con la llegada de V... no obstante, es peor pasarla solo. Y más en invierno. Es mi único aliado entre gente peligrosa y moriría conmigo en batalla, que espero nunca llegue a suceder. Más preferible que uno de los dos sobreviva y mantenga vigente la promesa.

Después de cenar por los dos, el dolor se intensifica y tuvo que pedir algún medicamento. Frederick lo dio sin decir más. Entre sueños escuché fragmentos de su charla angustiosa. Estaba fuera de mi voluntad pedirles que volvieran a dormir.

Amanecí sintiéndome mejor. Cansado, como si hubiera realizado un trabajo forzoso. Había tenido dolores, pero no tan quejumbrosos como este. Ha de ser cólico, producto de los nervios, el enojo, ayuno... Descarto el apéndice o la vesícula.

Y no por ello bajé la guardia, pues Vincent me necesita. Apenas puede consigo mismo. De un día para otro puede darnos un susto y será irremediable cuando llegue el médico a la isla... Lamento que no voy a estar a su lado si enferma, y quien sabe si volveré triunfal a Barcelona.

He sido cauteloso al estudiar los movimientos de los trabajadores y huéspedes, todo para moverme libre por la casa. El estilo era colonial, sencillo, nada de laberintos o escondites. Sin embargo, en el sótano descubrí un túnel. La entrada estaba cubierta a propósito con cajas de licores.

Fui interrumpido por el comensal cuando bajaba en busca de vino. El líder del cuarteto, Davis, había desembarcado a la isla. No tenía más opción que ir. Es responsable de la herida física de Mago y emocional en Vincent. Desconozco nuestra reacción al verlo de nuevo.

Aunque no me apetece, por fin he de conocer su cara.

La cara es una falsa presentación, conociendo la verdadera identidad. Tan bien parecido a los hijos de Frederick, con careta de hipócrita, tapando montones de basura, entre sonrisas y cortesía... Pregunta si de algún lado nos hubo visto. Tengo dificultades para hablar, pero, Vincent, sin evitar la mirada o siquiera mover un músculo, lo negó.

—¿Ves? No hay que temer —me recuerda.

—Soy tu bastón —le sigo.

—Hasta el mejor soporte doblega... Descansa.

Antes de irme, le expliqué que mi dolor era a manera de distracción... pero no hizo mucho caso que digamos. O solo le daba igual. Todavía no está enterado de lo que he descubierto. Bien sabemos que ninguno de los dos obedece y vuelve a dormir.

Llevo consigo una lámpara. Casi resbalo dentro del túnel a causa de la humedad. Al fondo distingo barrotes. Arriba colgaba un débil candil. En la esquina de cada prisión, personas harapientas, que al darse cuenta de mi presencia, esconden el rostro. Suponía que algo andaba mal y estuve en lo cierto.

Diecinueve personas dispersas en ocho celdas. Mujeres y hombres. La guerra es en cualquier época, pero es extraño que siga utilizando métodos bárbaros, como una cámara de tortura, en pleno siglo 21. No hay duda que merecen castigo, pero, matarlos por su propia mano, es aún grave. Solo bastaba un detective para reunir pruebas al estado, sin necesidad de interferir.

Jamás permitiré que mi familia fuese puestas bajo esos barrotes... o aquellos instrumentos que infligen dolor y agonía. ¿Es posible dormir con tal peso de conciencia? ¿O serán sus hijos culpables de la atrocidad? Frederick se ve indefenso a lado de estos, pero los archivos no deben exagerar con los detalles.

Ya tengo en mente el mapa. La Isla cuenta con 25 guardias. Ocho amigos de visita. Un detective. Tres Cross. La servidumbre es desapercibida. Es bueno mantener un plan en acción... y  disponer de tiempo para alimentarlos. Tal vez con la confianza decidan hablar.

La misión Vindert en proceso.

Cambio y fuera.







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