🎻 Capítulo 31 | Ojos Verdes

2 1 0
                                    



VINCENT





Salomón me ha traído una pila de libros.

Aún sigo en recuperación.

¿Cuándo fue la última vez que disfruté de una amena lectura..?

Estaba aburrido de la natación, así como el fútbol o básquet. Reprobé en deportes y el director sugirió que buscara en otra cosa. Cuando me dirigía a la sala de arte, mis ojos se dieron cuenta de un edificio. La biblioteca. Fue la primera vez que revisaba en los estantes.

Estaba sorprendido. Buscando y algo simple me pudo cautivar. En esos días fui convocado a leer a los internos. Hubo un día en que Magno me aplaudió como nunca. No había día que dijeran que los transportaba a los mismos lugares de las novelas... Pedían cuentos y poemas... El gusto fue corto con la llegada del accidente.

De niño estuve convencido que era bueno para el ocio, pero, ahora que estoy aburrido en la comodidad de una cama, retiro lo dicho. La televisión es novedad, sin embargo, cansan las noticias sobre tragedias... Tengo una vida tormentosa que basta para ser novela.

Por lo menos es ellas encuentro una bonita historia de amor.

Amor del bueno.

¿Qué será de mi amado violoncello?

No solo fueron libros.

El maestro de música nos obligó a elegir un instrumento. Me sentí obligado, acorralado... Aseguré que no necesitaba nada más. Mis compañeros ya terminaban de escoger y solo quedó el violoncello. Semejante al violín, pero de tamaño mayor. Su sonido grave, menos agudo que el violín.

Los violinistas y pianistas son más destacados que un chelista. No le veía lo extraordinario por ningún lado, pero he dicho que estaba obligado... El maestro no era severo, y aprendí paso a paso. Puedo afirmar que, en el transcurso, se convirtió en mi voz, alarido... No podía gritar por mi mismo, sino a través de el instrumento.

Bastaba una melodía para desahogarme.

Dentro de la libreta se guardó la carta, la cuál nunca me he atrevido a releer . Meindert es desgraciado al mandarla en anonimato. Cuesta superar su horrible dibujo... Hace bien en no volver.

¿Ahora quién de los dos es el cínico?

—Es difícil asimilar, pero eligió su camino.

—Mi destino también está escrito, y es morir por enfermedad.

—Y quiero que sigas luchando junto al tratamiento como hoy... Ni nosotros o Meindert debe ser motivo de tristeza.

—Lo que me gustaría es, al llegar ese momento, sea verlos alrededor, como la vez que los conocí.

—Yo intentaré no ser la piedra del camino... Es tan difícil desprenderse, pero me alegro que ya no razones como niño. Que estés preparado, con la cabeza en alto.

—¿Y cómo siguen en casa?

—Mandrú no puede con todos, es por eso que me necesita.

—Lamento ser de poca ayuda.

—Lamento dejarte solo.

—Solo, pero no olvidado... Saluda de parte mía.

Recorro la ciudad.

Ni la insulina será impedimento.

Ni el tal Davis.

La moto que intenté robar seguía en el estacionamiento. Su dueño se hospedaba en el mismo hotel... ¡Qué tonterías se le ocurren a uno! Ojalá Meindert lo haya hecho por amor y no por un arranque de desesperación, común en él.

Siempre valiente, pero nunca pensé que en unos años iría a cambiar a impulsivo. La libreta no nos separó, desde antes ya estábamos arruinados. Nada quedaba de lo que fuimos. Lo envidio porque cambió su destino de la noche a la mañana. Es arriesgado porque no tiene papeles ni identificación... pero su pretendiente sabrá cómo moverlo al mundo.

En este mes de Febrero la gente se pone amorosa. La fiebre se sube a la cabeza. Meindert tuvo necesidad de sentirse amado, y no lo culpo... En cambio, nosotros ya perdimos debido al encierro. Leemos historias sintiéndonos los protagonistas. Nada nos hizo dejar de soñar con un matrimonio, pero viendo como Meindert arruinó los diez años, todo sentido de existir acabó perdido.

Yo volveré a Suiza. Vancouver será una pesadilla cuando despierte. Nada sucedió. No he alistado las maletas ni papá cuenta los minutos. Seguiré durmiendo hasta mediodía... Despertaré hasta que escuche su llamado. Estaré listo para trabajar en la empresa.

Sin Davis

Sin conflictos.

Fue un error volver al hogar.

Es entonces que encuentro una caja al pie del bosque. Con la navaja rasgo el cartón. El contenido son gatos. Tantos colores que olvido la nieve y recuerdo el verano. Olvido lo que iba pensando. Los llevo conmigo a techo seguro. Los arropo en el sillón. Deben tener un mes o dos. En un plato sirvo leche tibia, pero están tan desconectados del mundo. Temblorosos.

Van muriendo uno en uno, a causa de la desnutrición e hipotermia. De ocho me queda una sombra, de ojos brillantes y enormes. Fue tenaz en el proceso. Una pena que haya perdido a sus semejantes. Es brazos parece bebé, es extraño... Y más extraño que tuviera sentido de humanidad, de vida, cuando he avisado que voy a morir.

Mis hermanos cuidarán de ti.

El frío no es cruel a comparación de la persona que los abandonó en esa caja sellada. Lo bueno es que fuimos adoptados a tiempo, pedimos ayuda. Gritamos a todo pulmón. A los groseros tirábamos guijarros y maldiciones...

Diferente si hubiéramos sido gatos.

Lo que busco está en sus ojos.

Esperanza.








Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora