VINCENT
—Un momento.
—¿Aún sigues firme con esto?
—Tan firme como usted.
—Entonces, no demores y cierres la puerta con seguro. Sabes lo que pienso al respecto.
Criticarlo no era algo que solía hacer, pero pareciera que quién iba a llevar a cabo ese viaje era él. Puedo asegurar que últimamente no dormía y se mostraba irritable, hasta para comer. Eso no me era un problema a pesar de que sufría el mismo síntoma de nervios. Estos parecían advertirme sobre el viaje y, si seguía así, dispondría de un pretexto para echar a perderlo. Uno que me tenía toda la mañana acostado y con la misma excusa cada que mi padre preguntaba por la tardanza. No era necesario, hace rato que estaba vestido y alistado las maletas un día antes para evitar contratiempos como este, solo requería de unos minutos para pensar.
El reloj seguía la marcha y su TIC TAC atornillaba mis oídos. Pensar en otra cosa me era imposible al tener ese sonido que me recordaba a la impaciencia de mi padre.
—¿Es seguro que no deseas trabajar conmigo?
—Tan seguro como que he cambiado de hábitos —afirmé dejándole por fin pasar.
Se rascó la cabeza y dio media vuelta. No estaba convencido de esa respuesta, su actitud lo hacía notar. ¿Costó un segundo aquellos días de nuestra incertidumbre? ¿Merecía mi rechazo después de darme su gratitud? Con un dedo apuntó su reloj en la muñeca para mostrar la hora de partir hacia el coche. Lo seguí mientras iba tropezando en la escalera con las maletas, se debía a su paso apresurado y molesto. El cochero ayudó a meterlas en la cajuela y, sin más que hacer o decir, admiré los paisajes que el viaje ofrecía desde la comodidad de nuestro asiento.
Ahí, tratando de recordar una melodía que rompiera el silencio embarazoso, llegó a repetirse el ofrecimiento. Esta aumentaba, seducía, y que mejor del hombre que me había dado una segunda oportunidad. Quedé satisfecho de tan decorosas palabras, la llave de mi libertad me estaba siendo concedida, aunque negué cuanto pude. Nunca tuve la remota idea de llegar a la altura de la empresa. Solo quería ir a donde mis hermanos. ¿Era demasiado pedir?
¿Qué era de ellos?
¿Y Margarito?
Una vez me había visitado Theo.
Tres años de buen comportamiento valieron fruto para recibir su visita.
Me tomó de sorpresa. Nunca creí volver a tener contacto con alguno de la hermandad. Theo no dudó en conversar sobre como era mi actitud con papá y viceversa, pero, tan pronto terminó, pasó a la oficina de este. Discutieron largo rato. No pude evitar seguirle a la puerta. Era triste pese a que se esforzaba en cargar con los otros, sus hermanos, aunque de mí ya no hacía falta. Sonaba extraño, considerando mi rebeldía. Por eso y demás era que papá se lo echaba en cara. Le demostraba lo inútil de su esfuerzo como tutor. Siempre quise preguntar el por qué de haber tomado esa responsabilidad.
Jamás tuve la ocasión.
Despegamos el vuelo. Mi padre decidió separarse cuando descendimos, por cuestión de trabajo, y sugirió que me alcanzaría después, que tratara de hospedarme en el hotel a su regreso. Lo tomé con calma, al fin disfrutaría del placer de estar a solas... pero no llegó dicha celebración. De nada servía tener un minibar para comprender que acabaría conmigo en un abrir y cerrar de ojos. Vencido y malhumorado, acabé durmiendo en la alfombra, sin ánimo de probar bocado. Sí, me tentaba un trago, sin embargo, perdería toda confianza depositada. Mis hermanos no estaban en bandeja de plata debido a su cruel castigo, más que nada era un hecho, pero, quizás, a lo menos seguían luchando por mejorar cada día.
ESTÁS LEYENDO
Symphony [Gay]
Romantizm#IMAGINARIOS 0 Con el arribo del hermano problemático, Meindert comienza a perder serenidad. Le incómoda la idea de poder dormir bajo el mismo techo y compartir la mesa... ¿Pero, cuál es el motivo? ¿Por qué siente necesidad de fumar más de lo habitu...