📘 Capítulo 24 | Huyendo de la Tormenta

3 1 0
                                    


MEINDERT




Falta menos para Diciembre.

El clima otoñal va cesando, muriendo, dando lugar al frío. Si en Canadá el clima es templado, ahora cuando sea invierno será todavía peor. Los paseos acabarán. Toda actividad al aire libre cancelada. Ni el canto de los pájaros entre las ramas o el viento meciendo los cabellos. Un silencio sepulcral en el ambiente. La leña que recogimos durante verano nos mantendrá calientes hasta primavera...

🍂🍁🍁🍁🍂


En la radio comienzan a sonar villancicos. Canciones referentes a ese mes. Nosotros no saldremos de compras, ni beberemos vino. Nada de pavo, luces de colores o regalos envueltos en papel brillante. Recuerdo la última Navidad, espectacular, sino fuera porque empecé mal el año siguiente, reanudando al alcohol. La abstinencia alcanzó a la hermandad, seguido de mí. Habría sido mejor si Vincent lo hubiera hecho antes de tiempo. Lo que pasa después es el cuento de siempre.

La casa suele estar limpia, pero debemos quitarle el polvo lo más que podamos. Doroteo, Patrick y Mandrú han llegado con cajas y un gran pino. No cabe duda que Vincent está detrás de todo. No cabe duda que será su última festividad con nosotros. No importa cuánto se esfuerce por vivir en nuestra cotidianidad si al final nos va a echar de menos. Luego de diez años seguiremos los demás. Perderemos contacto. La hermandad que nos mantuvo con vida, será un recuerdo horroroso.

Nos haremos egoístas, quizás avaros.

Willy abre la puerta. Magno entra triunfal. La mesa servida con pavo y vino. Todo pinta diferente, si no fuera porque entra del brazo de una mujer. Nos presenta. Piensa que somos rabinos o algo así. Surgen risas disimuladas. La mujer no se decide sentar. Dialogan (discuten) un buen rato. Lo que deseamos surte efecto. Corren las apuestas. Papá no ruega con el corazón destrozado, al despedir a la invitada, al contrario, sigue con la cena. Nos llena las copas. Inicia una charla amena.

Nada mal para ser nuestra primera y última Navidad con Vincent.

Los siguientes días, próximos al Año Nuevo, se le vió distraído, sin embargo, nos tenía bajo lupa, observaba minucioso nuestro comportamiento. A todos se nos felicitó con un trago de Ron... a excepción de Margarito. No importaron las lecciones, la práctica y empeño puesto... su padre lo seguía encontrando incompetente. Desde la puerta escuchamos los golpes que recibía por equivocarse y la misma respuesta; lo hacía por su bien, para que no volviera a aceptar el fracaso.

Una cruel referencia al hijo perdido.

Hacer algo al respecto, nunca, solo esperar a que el insensible hombre se encerrara con Mandrú en la oficina. Nadie era morboso en el suceso. Sabíamos que Theo estaba a su lado para curar sus heridas y penas, pero, aún con mucha tranquilidad, la empatía nos hacía compartir el mismo dolor. Era absurdo que le pidiera perfección un padre como tal.

La constante nevada dejó sus estragos y unos cuantos nos ofrecimos a la tarea. Con palas vamos a retirar nieve. En este caso la gente alquila una cabaña y sale a matar el aburrimiento esquiando en una pendiente. Yo hice lo mismo, pero con un final... desafortunado. Pasé en cuarentena con un brazo y tres costillas rotas. En época de invierno estos dolores salen a luz y roba emoción a la retrospectiva.

La temporada luce deprimente con ese tono inmaculado... El bosque parece una hoja en blanco... Me hace recordar los momentos de bloqueo al ingerir las pastillas... Tengo que conformarme con las pinturas de Josh, desde luego, y mejorar un poco en poesía. Llevo con ese cosquilleo semanas. En libros hay infinidad de ello, y sé que los poetas no cesan de hablar de amor, dolor y locura... Poseo las tres y el derecho de escribir mis propias rimas. Desahogarme en palabras.

Eres el invierno en persona.

Inmaculada y extraña inocencia en tus ojos.

Eres tormenta.

En tus manos hay gélida violencia.

Dejo la pala. Anton da aviso; Magno ha empezado a inspeccionar los dormitorios. Llegando me doy cuenta que soy el primero, y sin tiempo de prevenir antes que lamentar. Todo sigue en el sitio. La ropa y la cama revuelta, bolas de papel fuera del cesto... La charola sucia. No hay sermón ni quejas... Solo basta su silencio. Queda claro lo cuidadoso que seré para la próxima.

Un cuarto así demuestra lo descuidado que uno es, dicen.

Se agacha a recoger y en sus manos hay algo capaz de pulverizarme... ¡La maldita libreta de pasta azul! Hubiera dado una oreja porque se fijara en otra cosa... Ejemplo, el reloj descompuesto que colgaba en la pared. Pasa las páginas. Va entendiendo mi talento, lo noto porque su boca se entreabre de asombro. Las veces donde pedí captar su atención fueron muchas... Ahora es irreparable. He perdido sentido... Al final de las hojas lo oigo hablar intangible. Frunce las cejas. Sus facciones se vuelven duras.

Irradia cólera.

—Berlín me recuerda a ti... Haces que los problemas desaparezcan en tus brazos... ¿Conoces al tal Luke?

Podría contestar que se trata de inspiración... pero el teatro se ha venido abajo, por construirlo a base de engaños. ¿Vale la pena escogerlos? No. Las siguientes páginas están repletas de dibujos sugerentes que tarde o temprano me iban a dejar mal parado. A provocar disgusto entre la hermandad... Pelear me separó de los principios. La verdad puede solo acabar la incertidumbre, no importa lo dolorosa que sea.

No se puede tapar el sol con un dedo.

Lamento decepcionarlos, hermanos míos.

Parece ser que este año será diferente al resto.

Estaré eternamente con ustedes agradecido.

—¿Qué no sabes tocar?

Vincent acaba de disculparse. Está agitado. Parece que no puede contenerse. ¿Habrá ocurrido una emergencia?

—El contenido de la libreta me pertenece, señor.

—Entonces, es contigo con quién debo aclarar las cosas.

Vincent se echó la soga, sin siquiera consultarme. Habló tan rápido que no pude pelear en defensa propia. Tan cínico que no creí reconocerlo.

—Hazme favor de retirarte.

Pide que me vaya como si fuera el resto de la conversación, como si todavía defendiera a ese niño del desastre, por los platos rotos... Cómo seguía inmóvil, me condujo del brazo a la salida, murmurando al oído...

Patrick recibe instrucciones.







Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora