🎻 Capítulo 51 | Esclavo de mis Palabras

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VINCENT





Dulce hogar, dulce hogar.

A todo motor rompiendo las olas, ya muy cerca de la playa.

Amarro el bote en el embarcadero. Abro la mochila. Descubro al cachorro, como Meindert dijo. Aún respira. Será una lástima si muere camino al veterinario... Más que nada lo siento, por su corta vida en este mundo que descubrir... pero no se pierde de gran cosa.

Ahora ruego por darme un baño caliente y dormir como es debido. Las articulaciones empiezan a doler como en un inicio. El cuerpo pesa a causa de los estragos. Ahora entiendo. Uno obtiene fuerzas cuando su intención es proteger lo que ama.

—¿Vas a escucharme por esta maldita vez?

Respira, Vincent.

—Enojados hablamos sin pensar.

—¡Reconoce tus mentiras..! Todos saben tu padecimiento, hasta Tim... ¿Cuánto esperabas para decírmelo?

—No es buen momento.

—Nunca es buen momento.

—Gracias por aceptar que parte del momento discutimos como ahora, por tonterías... ¡Perdona si con Luke sucedió distinto!

—Estoy hablando contigo.

—Date prisa o te dejaré atrás.

—A cambio de ti, Luke pidió mi compañía, demostrando su esfuerzo de vivir.

—¿Qué sabe de vivir cuando no es prisionero de los años? ¿Qué sabes tú de vivir cuando no sufres ninguna enfermedad..? Luke solo es un drogadicto, el doble de mentiroso que yo, buscando la muerte en alguna sobredosis.

—Juzgas sin conocer

—Entonces, guarda silencio, porque cuando hablamos terminamos en lo mismo.

—¿Y dónde queda la confianza?

—Tampoco te creas importante, bien sabemos que solo unimos fuerza por la hermandad... Espero el día en que la marea baje para volver a Suiza.

—Comprende, no hay paz como la que habita en casa... Cualquier lugar es hogar mientras permanezcamos unidos.

—¿Y así como eres, insoportable?

—Si, si, un completo dolor de cabeza.

—Estaré enfermo, pero no loco.

—¡Es por igual tu casa! ¿Dime, qué hago para que te quedes?

Se a puesto de rodillas en la arena. Es vergonzoso puesto que nos miran. Soporto sus groserías, pero no que me ruegue... Se puede estar desesperado y con la dignidad en alto. ¿Qué tiene en contra de Suiza? ¿Qué tiene de malo que pase mis días ahí..? Sabe bien que no necesito de atenciones, para eso tengo el médico...

Y juro, sin falta, mandar una carta al mes

—Meindert, por favor, vámonos.

Intento ponerlo de pie, pero su brazo es rígido. Se lleva las manos al abdomen. Lo encuentro indispuesto para andar, decir palabra... Con tocarle el pecho compruebo su pulso acelerado... La piel fría... Los ojos inyectados de amarillo... Luego de revisarlo, cae de espalda, abatido, respirando como un animal envenenado...

Grito a la gente por una ambulancia. Yo mismo lo cargaría en brazos hasta el hospital... pero apenas puedo conmigo. ¡Resiste! Resiste por los dos... Esto ya veía venir con solo mirarte a los ojos... Los paramédico lo trasladan y en un teléfono público llamo a casa. Theo es quién contesta.

—¿Dónde estás?

—Barce... Barceloneta

—¿Cómo has estado?

—Excelente, a excepción de...

—¿Y Meindert está contigo?

—Va camino al hospital... —La voz se me quiebra al último momento—. No, no, no... Lo siento.

Cuelgo. Son las 8:00 pm y debo coger un taxi. Solicitar información en el hospital... Así como Meindert, las extremidades no me responden como quisiera. Parecen de plomo. Las luces de un auto me dan a la cara. Con su resplandor y estruendoso claxon vuelvo en sí. Había cruzado fuera del límite de la calle.

Retiro efectivo. No sé a dónde parar, si con Meindert o auxiliar a su mascota. Uno u otro no tienen que esperar... Quiero que permanezcan a mi lado... No sé si a esta hora continúa abierta alguna veterinaria... Es un lío lo que experimento. Una angustia que me parte en dos. Una situación que nunca he vivido.

Reconoce tus mentiras.

Vuelvo a cruzar la calle. Otro coche frena abrupto. Aunque miré por ambos sentidos, no distinguí su luz. Ahora estas carecen de brillo, son lejanas... Borrosa encuentro la noche. Tardé demasiado en el cajero con los números de la tarjeta... ¿Qué sucede que no consigo ver con claridad?

Comprende, no hay paz como la que habita en casa.

La zozobra no es buena para mi estado... Insisten que vaya a descansar, que ya luego me tendrán al pendiente... Son ellos. Theo y Magno. Dieron conmigo, en el momento más deplorable. Acepté, por el hecho de evitar el hospital por choque de hipoglucemia o con las defensas bajas pescar una enfermedad viral.

Es restar, no sumar problemas.

Les entrego al cachorro.

Piden un taxi a casa.

A nadie veo en las escaleras y el pasillo... Solo voces en la sala, indicando que ven televisión. Que hermoso cuando ignoras lo demás, cuando no sabes lo que ocurre alrededor... Por desgracia yo seré, junto con Meindert, su desequilibrio.

Es la consecuencia de vivir todos en la misma casa.

No ocupé la cama, sino la mecedora, para estar al pendiente del teléfono. Dormía unos minutos y abría los ojos, imaginando el sonido del timbre... Así me mantuve hasta las 2 de la madrugada... Es cuando Magno me da noticia. Meindert ha pasado vomitando hilos de sangre y requiere de urgencia seguir un tratamiento.

El análisis me parte en alma: insuficiencia hepática crónica... El perro recibe la atención adecuada y descartan el peligro. Su diagnóstico fue deshidratación y deficiencia de vitaminas.

Reyes del silencio... esclavo de nuestras palabras.







Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora