🎻 Capítulo 33 | Luces de Neón

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VINCENT




Stanley...

Extraño volver a casa y cómo lo encontré junto a esta, el nombre le queda exacto. El minino puede tener dos meses, que no se le notan debido a la descompensación. Duerme tranquilo encima del almohadón, sin pensar en el mañana. Solo espera que su plato de comida esté lleno, así como de mis mimos.

Buscando calor en mi regazo.

Estas semanas en convivencia me he dado cuenta de lo benéfico que es su compañía, pues vuelvo a ser enemigo de la humanidad. Lo aprecio. Se lo demuestro con atenciones. En el mundo hay variedad de especies para escoger, ¿por qué aferrarse a la semejante? ¿Por qué no di importancia a esa clase de tesoro, uno de cuatro patas?

¡Qué extraño es el sentimiento de proteger!

Theo lo sabe. Se esfuerza por vernos bien, sin esperar nada a cambio. Posee los sentimiento de un padre, mismos que le faltan a MG. Alguien así debe adoptar a Stanley. Espero el día cuando lo vea correr por la estancia. Cuando sus ojos cobren brillo. Eso va a significar que debo buscar el refugio adecuado.

Para nada puedo permitirme cuidar de una criatura.

Menos porque sigo sediento, he vuelto a la vida nocturna. Porque lo dejo a su suerte. Temo volver y encontrarlo en un rincón, agonizando... ¿Puedo resistir a la tentación, dejar de frecuentar esos lugares..? Parece imposible de dominar. Padezco de decepción y doy rienda suelta al vicio.

Veneno que puede mandarme al ataúd enseguida.

Mis conquistas no supieron ganarse cabida en mis memorias, son puros recuerdos que hacen todavía más grande este vacío. Arrogantes, vulgares, hormonales... Todos descritos. Intentando con detalles convencerme. Engañarme con un falso romance, para luego obtener mi cuerpo y desecharlo.

No está mal echar una cana al aire, así como MG hace. Acceder a un prostíbulo de mujeres. Admirar toda su lujuria, con una copa de vino en la mano. Pensar que traen lo que mi cuerpo necesita, pero no lo que yo reclamo... Mujeres extravagantes, teniendo al hombre comiendo de su mano, pero siendo yo la excepción.

Sus curvas no logran desquitar mis ganas de matar a Luke Geller. ¿Podrá ser buen partido para Meindert? No le deseo sufrimiento, sino eternidad y paciencia. Es un golpe bajo para mí, quién fui el primero en sacrificar, en escucharlo... ¿Es acaso que me evitó porque parecemos hermanos ante la vista de los demás?

¿Hasta cuándo va a entender que la sangre no nos ata, sino el apellido?

Ten un poco de dignidad, Vincent.

Beber como si no hubiera mañana... Lema a seguir de hoy en adelante. Ansío besar, encontrar unos labios que valgan la pena. Alguien me invita a su mesa. Es Randall, vecino e inquilino del edificio anterior. Le cuento el motivo de la mudanza, una mentira. Parecía rutina saludarnos en las escaleras, pero jamás iniciativa para conocernos como hasta ahora.

No dejaba de fumar, recordándome a Meindert. Venía en busca de lascivia, motivado a causa de la infidelidad de su novia. Sobrevivía apenas con el dinero de la boda. La lástima le sirvió de mucho porque sus padres le mandaban una mesada casa mes.

Los pobres morirían al saber el paradero del dinero, invertido en malos hábitos y fichas. Un total sinvergüenza. Los malos hijos cargan con mejor suerte. A los obedientes se les castiga.

En confianza no evité decirle mi mala racha en el amor. Su consejo es desquitar el rechazo con las féminas del lugar. Al vivir juntos era de suponer que permitía besos, tocamientos, la noche juntos... Yo no ando con juegos. Meindert había planeado un futuro juntos, desde antes, burlando la autoridad de Theo.

Como la fuerza de una bestia se dejaba follar, cada noche, marcándose de otro. Usando la misma loción y camisas. Compartiendo habitación y saliva. Secretos. Susurros. Conversaciones en el desayuno... Sin muros de por medio, un padre autoritario, hermanos manipulados...

Sin rastro del pasado, osea yo.

La amiguita de Randall se presenta.

Iba acomodándose el escote y pretendía ponernos atención, obligada por nuestra billetera. Se servía de la botella mientras reía ronco. Tuve que salir al baño, el frío me causa micción. Cuando vuelvo, los descubro muy cariñosos. Deseo mi retiro, no obstante, me jala del abrigo. Tengo motivos para hacerlo y en otro no quiero sonar descortés.

No obstante, ella rechaza tal muestra de amabilidad. Solo lleva en mente una intención y por ello baja con disimulo el escote. Sé lo que pide, quiere que le toque los senos... Mis orejas arden. Estoy más avergonzado que dispuesto. A mitad del recorrido se detiene mi mano, niega alcanzarlos, la duda es mayor...

Randall fue tras mi sombra. Hasta la otra calle escuchaba sus súplicas. Estaba arrepentido de tratarlo, soporto las bromas, menos a los fastidiosos... Reía con descaro de la situación bochornosa.

Da gracias a mi dolor de cabeza o si no hoy terminabas hecho polvo.

—Puedes obtener mi perdón, más no borrar lo sucedido.

—¿Entonces, qué buscas en estos lugares?

—Diversión.

—¿Y cuál es tu tipo?

—¿Mi tipo?

—Gays, trans, bisexuales... Se vale probar un poco de todo... Ahora mismo voy camino al goce.

Un poco de todo...

La influencia es peligrosa, pero la curiosidad se desvanece tan pronto pruebas. Se trataba de un simple antro, pero, descendiendo al sótano, un pasillo con varias puertas a los extremos. De fondo se escuchaban gemidos, murmullos, música... Explicó que a cualquier puerta se podía acceder y sumar a la orgía, sin importar la diversidad sexual.

La mente me jugó mal, pues imaginé a Meindert en este ambiente nocivo... Era imposible respirar todos los olores producidos ahí abajo. Las luces alucinaban. La verde me hizo recordar a Stan... La micción volvió a arruinar. Tuve miedo de mojar los pantalones, de vomitar en el ascenso... Solo bastó con salir al exterior.

Ni cinco minutos y veo un dúo en la esquina forcejeando con una mujer. La salvo del robo. Rompí la promesa al usar la navaja para fines inadecuados, pero sirvió para dar auxilio... Grande fue mi sorpresa al verle de cerca. Era un hombre. Su voz grave lo concretó.

¡Qué noche de locos!

—¡Malvivientes!

Le sirvo de apoyo hasta llegar a la mesa. Provoca curiosidad su personalidad. Debe rondar por los cincuenta. Es pintoresco su vestir, su ropa casual y maquillaje. Las arrugas le marcan por todo el rostro... Pido a Randall agua para ella.

—¡Eres el muchacho de mis sueños! —afirma y aprieta mi mano. El miedo se apodera otra vez.

—¡Lo matas de susto, maldita loca!

—En sentido literal, perro... Perdone el vocabulario, caballero. ¿Que puedo hacer por usted a cambio?

¿A cambio de caricias o sexo?

—Pierdes tiempo, Camelia... Este amigo es un santo.

—Santo o no, es mi salvador... ¿Hay algo que esta gata callejera pueda ofrecerle?

—Compañía.

—¿Qué clase?

—Sincera.

—¡Es tal cómo te soné!






Symphony [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora