❧Capítulo IX

2.9K 171 3
                                    

Maximiliano

La rubia de grandes tetas saltaba como desquiciada sobre mi regazo mandando una electricidad a mi verga, que salía y entraba de ella. La tortura no había sido suficiente y la única forma que conocía para desahogarme era está.

La condenada se movía exquisito.

Mis manos estaban en su cintura apretando y coordinando sus movimientos, mientras disfrutaba prendido de sus tetas. Eran pocas las veces que practicaba esta posición ya que prefería el control, pero estaba de humor.

La escuché gritar mi nombre presa del orgasmo que acababa de tener, me corrí unos minutos después.

—Maximiliano - la voz de Marcos me hizo apartarla, mientras guardaba mi miembro en los pantalones. 

Se suponía que debía estar en una reunión negociando en mi nombre.

Abrí el vidrio del auto encontrándome con su mirada de perro — ¿Qué mierda quieres? - cuestione.

No pude evitar mirar a la mujer que seapresuraba a vestirse. La hermosa rubia había aparecido de la nada robándose mi atención  y debo confesar que no me costó mucho tenerla desnuda en su auto.

—Acaba de llamar tu prometida, nana y Samuel están en la mansión – suelta. Maldigo ya que la niñata me jodía hasta los polvos.

Dame un segundo que me despido - cerré la ventanilla, salude a la rubia y baje terminando de acomodarme la ropa.

Mi amigo seguía mirándome con cara de pocos amigos, como si eso cambiase algo. Toda mi vida había sido un gran hijo de puta y no iba a cambiar ahora. Mucho menos, por alguien que ni siqueira llamaba mi atención. 

Caminamos unas cuadras hasta encontrarnos con mi futuro suegro y el idiota que no se le despegaba nunca, se ve que no sé alegraron mucho de verme.

—¿Dónde estabas? - preguntó el viejo.

—¡Atendiendo unas cuestiones! - mentí. No podía decirle que me estaba follando a una rubia. 

El idiota no me quitaba los ojos de encima comenzando a desesperarme.

 ¿Qué mierda le pasaba?

Abordamos el auto que nos llevaría a la mansión.

¿Cómo salió la reunión? - le pregunté a Marcos.

—¡Como esperábamos! - hablo sin mirarme. 

¿Qué cornos le pasaba a este también?

Me centre en el celular el resto del camino. No tenía ganas de que jodan, ya demasiado iba a tener con Samuel. De seguro tendría que aguantar otra discusión con mi hermano, había veces en que odiaba su sentimentalismo.

La imagen de la niñata apareció en mi mente 

¿Cómo le abra caído a Amanda?

El auto se detuvo y bajamos, pare en seco cuando un pedazo de tela se estrelló en mi cara. 

—Límpiate el cuello, no quiero que Isa vea eso - demanda Mijaíl.

Me mire en el espejo sin entenderle y no me sorprendió tener labial de la rubia.

Me limpie rápidamente mientras Marcos me comía con los ojos como si fuera la primera vez que follaba con alguien. Cuando entramos varios ojos se posaron en nosotros.

—Mi niño - vi como nana caminaba lo más rápido que podía en mi dirección. La dejé abrazarme mientras le daba un beso, me ponía realmente feliz de que estuviese aquí.

Nana era de las más felices con la boda, según ella me ayudaría a sentar cabeza.

—¿Cómo viajaron nana? - pregunté buscando con la mirada a mi hermano que ni siquiera se dignaba a mirarme.

Maldito mocoso malcriado.

Bien mi niño, llegamos hace un rato, tu prometida es un amor, nos recibió muy bien - la busque con la mirada, pero sus ojos solo detallaban al idiota.

—Mijaíl - la escuche decir y verla correr a sus brazos me hizo volver la mala onda. Los vi abrazarse como si solo existieran ellos dos.

Los ignoré lo más que pude y me senté en el sillón al lado de mi hermano.

—Me alegra mucho que estes acá Samuel fui sincero. 

Él solo me miro y saludo sonriente a Marcos.


Alexander

Antes de viajar a Rusia, me di una escapada por el laboratorio. Era de suma urgencia que la nueva formula se termine cuanto antes.

Urgía ponerla en el mercado.

—¿Lograron terminarla? – indago.

Y que ambos se miren entre sí me da a entender que no.

—La habíamos completado. – habla el sueco. —Iniciamos las pruebas en ratas y algo fallo.

—Comenzaron a convulsionar y posteriormente murieron – agrega el otro.

Suspiro para contener la rabia que eso me causa. Esto solo atrasa nuestros planes. Y si a mí no me agrada, no puedo imaginarme como lo tomara Maximiliano.

—¡Quiero resultados! – exijo. —Los quiero para ya.

Ambos palidecen mientras asienten frenéticamente.

Vuelvo a mi casa encontrándome con mi hermano, quien no pregunta nada, pero anticipa que todo salió mal.

—¿Está todo listo? – pregunto.

Tengo afán por llegar a Rusia. Y no por el circo que se está montando Maxs sino por unas cuestiones que no se pueden seguir estirando.

—Lo está. – me hace saber. —Cuando quieras podemos irnos.

Hago unas llamadas asegurándome de proteger aquello que más me importa mientras aumento la seguridad de la mansión en donde se quedan mi cuñada y mis sobrinos.

Shopia no es cualquier mujer. Sabe defenderse y maneja las armas igual que nosotros. Es astuta, ágil y precavida pero aun así no soportaría que corran ningún riesgo.

—Quedas a cargo. – le hablo a la hermosa italiana.

—Vallan tranquilos que yo me ocupo. – afirma.

Y sé que lo hará, ella es tan letal como nosotros.

Me despido y decido esperar a mi hermano afuera para darles algo de privacidad. Segundos después, Exequiel aborda la aeronave que nos lleva a Rusia en tiempo récord.

Detesto los aeropuertos o las pistas privadas. Nada me hace sentir más seguro que las cosas bajo mi ojo, por eso mande a armar una pista improvisada en el techo de la casa.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora