❧Isabella
No sé en qué momento mi cerebro falló y se permitió dormir al lado del hombre que nos había lastimado. Me intente levantar lo más rápido posible y alejarme de su lado, pero su agarre en mi brazo me devolvió a la cama.
—¡Suéltame Maximiliano! – exigí.
No quería que volviera a lastimarme, no podría soportarlo de nuevo.
—No voy a lastimarte, solo quiero que hablemos – dijo.
Había algo en su mirada que me decía que no mentía, pero no podía volver a bajar la guardia con él.
—¡Podemos hablar sin que me pongas las manos encima! – me solté cuando suavizo el agarre.
Me alejé hasta la punta de la cama, él solo seguía mirando a lo lejos. No entendía su comportamiento, recorrí la habitación en busca de algo con loque defenderme y divisé la puerta, pero recordé que estaba trabada.
Y entonces me di cuenta que ni siquiera tenía fuerzas para huir.
—Perdóname – dijo con un hilo de voz. No pude evitarmirarlo. Sus ojos estaban llenos de culpa. Suspiré replanteándome todo respecto a nosotros.
—Te pedí que te detuvieras.
—Lo sé y no tengo justificación – su mano rozo la mía. —Jamás volveré a lastimarte de esa manera, lo prometo.
Quisiera poder creerle, pero sus palabras no me aseguraban nada. Mire mi reflejo en el espejo de pared y volví a sentir pena de mí misma, que lo perdonase o no, no cambiaría el hecho de que me tenía que ir a vivir con él.
No tenía escapatoria, ni siquiera podía ilusionarme con pedir la anulación. Sería una vergüenza para mi padre y entre él y la bestia a mí lado, prefería a la bestia.
—¿Cuándo viajamos a Alemania? – pregunte desviando el tema de conversación.
No iba a darle más vuelta al asunto.
Mi pregunta lo tomo por sorpresa. —¡Tengo que volver lo antes posible! - respondió.
Lo antes posible para alguien como él, es como decir ya.
—Para la tarde voy a tener mis cosas listas – mentí.
Gracias a mi querida amiga ya tenía todo arreglado, pero eso él no lo sabía. Lo que significabaque podría ganar unas horas más en mi casa.
Me levanté de la cama y fui al cuarto de baño. Trabé la puerta y me di una larga ducha caliente, cuando salí ya estaba vestido. Me sorprendió que se diese la vuelta al percatarse de que estaba solo en toalla.
—¿Podemos bajar juntos? – pide y me limito a decirle que sí ya que me da lo mismo.
Termino de ponerme cómoda y bajamos, caminamos en silencio mientras se mantiene alejado de mí, cosa que le agradezco.
La sola idea de que sus manos me toque dispara una oleada de nervios cargadas de miedo.
—Buenos días mis niños – saluda su nana y le sonrió ya que me cae muy bien. Lo veo alejarse y darle un beso en la frente a la anciana.
Sí tiene sentimientos al parecer.
Desayuné en silencio. No tenía ganas de hablar con nadie, Anna me había traído unas pastillas junto con la fruta que hicieron maravillas. La cabeza seguía queriendo explotarme, era la ultima vez que tomaba tanto.
Papá no dejaba de disculparse por mi actitud a lo que él se echó toda la culpa, si supieran que en realidad la tenía no dirían nada.
Sentí su mirada sobre mí pero no fui capaz de mirarlo.
Maximiliano les comento sobre que viajaríamos a la tarde a Alemania por lo que papá pidió terminar de cerrar unos asuntos antes.
El lado bueno era que no lo vería por horas. Se despidió con un saludo a lo lejos después de terminar el desayuno y se fueron.
Volví a subir para corroborar que no me faltara nada. Ahogue el grito que me genero el ver al chico de la voz áspera tendido en mi cama.
¿Cómo hace para ir de un lugar a otro tan rápido?
—¿Qué haces aquí? alguien puede verte – cerré rápido la puerta a mis espaldas. . Como una niña que esconde un gran y oscuro secreto.
—¿Por qué dormiste con él después de lo que te hizo? – ni siquiera se molestó en moverse.
—No dormí con él – me defendí – Él durmió conmigo.
Sus ojos claros no dejaban de mirarme. Quizás estaba loca, pero me recordaban tanto a la miel, destilaban dulzura.
—¿Por qué me miras tanto?
—¡Me gustan tus ojos! – digo y me arrepiento al segundo.
Él sonríe y se levanta de donde estaba, comienza a venir hacía mí, pero por alguna extraña razón eso no me molesta.
Por el contrario, me gusta.
—Nos vemos en Alemania cuñada – suelta y me planta un beso en el cachete, sale corriendo como un niño pequeño.
Llevo por inercia mi mano al lugar en donde tocaron sus labios y sonrió.
Definitivamente estoy loca.
❧
❧Alexander
La cabeza me dolía por los tragos de anoche. Busque en los bolsillos del saco el celular e intente comunicarme con mi querido amigo lo antes posibles.
Teníamos que volver a Italia en horas y aún no había podido comentarle sobre la formula.
—Shopia dijo que las cosas marchaban bien – informa mi hermano.
Asiento.
No tenía dudas de eso. Confiaba en mi cuñada, tanto como en mi hermano. Las mujer son mucho mejor que nosotros para los negocios, tienen un no sé qué, que les permite mantener todo bajo su control.
Después de tres intentos fallidos por fin se digna a atenderme y acordábamos vernos en media hora. Nos encontramos en su auto, ya que no quiere que su suegro meta sus narices.
—¿Qué sucede? – pregunta.
Saco del maletín la carpeta que contiene el informe con las fotos y se lo extiendo.
—Habíamos avanzado el 80%. – comienzo. —Pero algo salió mal y bajamos a la mitad.
Comienza a leer y ver las fotografías. Su enfado es evidente y entendible, teníamos planes para esa maravilla y no vamos a poder cumplirlos.
—¿Qué dicen los científicos?
—Que se estancaron.
Me devuelve los papeles.
—¿Y si buscamos nuevos científicos? – propone.
La idea no es mala, solo que nos atrasaríamos más de la cuenta.
—Voy a ver que encuentro – respondo. —Quería ponerte al tanto antes de actuar.
—Gracias por tu consideración, pero sabes muy bien que no es necesario.
Me despido dejándolo tranquilo cuando me informa lo que está a punto de hacer. Me encuentro con un ansioso Exequiel y volvemos a Italia.
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Rojo Carmesí
Romance¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...