❧Capítulo XXIII

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Maximiliano

Pase casi todo el día de junta en junta, no solo debía cuidar mi puesto como uno de los capos más poderosos de Alemania sino también el de la empresa que me ayudaba a lavar mi imagen.

No todo en mi vida era poder, sangre y muerte. Había más, muchísimo más.

El reloj de muñeca marcaba las cuatro de la tarde, la mañana se me había pasado volando al igual que la hora del almuerzo, antes de reunirme con los hermanos De Lucas por el tema del incendio tenía que ocuparme del nuevo problema que me surgió por la mañana.

El estado de Isabella me preocupaba, más de lo que deseaba, por lo que me encontraba con uno de los doctores de nuestra organización, quien era de mi entera confianza.

Calef, un cincuentón de no más de metro setenta, era quien había ayudado a mi madre a traernos al mundo, sin mencionar que se había ocupado de tratar a mi padre sus últimos días de vida.

—¡Quiero que la revises cuando lleguemos! ordeno a lo que asiente, siempre se ha demostrado predispuesto a mis exigencias.

Vuelvo a recordarle que no quiero error alguno en el tema y bajamos a la par cuando llegamos a la mansión, la cual se alza a mis ojos tan magníficamente demostrando ser digna de mí.

—Nana me dice que no ha salido de su cuartoacota Marcos cuando llegamos a la puerta.

Asiento ante sus palabras y dirijo al médico por las escaleras.

El trayecto se hace eterno y las imágenes de la noche anterior comienzan a fastidiarme.

—¿Estas vestida? – entro solo cuando llego a la puerta de la habitación que compartimos y mi presencia la sorprende al punto de dar un pequeño salto.

El hecho de que se asuste tan rápido es algo en lo que tengo pensar trabajar si quiere formar parte del negocio.

—¡Lo estoy! ¿Por? – levanta la sábana mostrándome y me giro antes de perder la cordura en busca del médico.

No quiero darle vueltas al asunto y si es lo que sospechó le voy a hacer un altar.

—Buenas tardes, soy el doctor Calef la saluda cordialmente mientras ella me mira sin entender nada. – El señor me comento que se sentía mal por lo que vengo a revisarla.

No deja de comerme con la mirada y para mi buen humor no se opone.

El médico comienza con su trabajo, le revisa los signos vitales, le hace algunas preguntas y toma una muestra de sangre, alegando que esta misma noche estarán los resultados.

—No se nota nada fuera de lo común, debe ser alguna intoxicación señor, de igual forma esperemos los resultados me habla y asiento un poco molesto, no quiero que sea eso.

Los ojos se le abren grande ante las palabras del médico y sospecho que entiende para donde quiero llegar con esto.

—Puedes retirarte, manda los resultados a mi correo se despide y sale rápido.

Me quedo un rato mirándola y no es capaz de decirme nada, sé qué está molesta por lo de anoche, pero las ganas me ganaron.

—¡Debo volver a trabajar! le informo. – Espérame para la cena.

No espero su respuesta ya que se que no me la dará, por lo que bajo casi corriendo intentando llegar lo más rápido posible con mis socios.

En el camino me cruzo con Samuel e ignoro el hecho de que últimamente está rondando por la casa casi todos los días.


Isabella

Maximiliano sale después del doctor y rápidamente me apresuro al cuarto de baño.

Revuelvo una y otra vez entre mis cosas y un escalofrió me recorre el cuerpo.

No he menstruado.

Llevo mis manos al vientre por inercia mientras niego una y otra vez.

Si hablar con mi hermano me había subió el ánimo este pensamiento me lo bajo en seco.

Me siento en el frio piso mientras me aferro a mis rodillas, no es lo que quiero, no es lo que deseo, que idiota fui al no comprar anticonceptivos sabiendo que Maximiliano no se iba a detener.

Comienzo a sacar cuentas y los cabos sueltos comienzan a atarse, intento tranquilizarme al escuchar como golpean la puerta.

Me lavo el rostro y me aferro a la esperanza de que ese resultado sea negativo.

No quiero tener un hijo y mucho menos uno de Maximiliano Wolf.

—¿Quién es?pregunto intentando sonar normal.

—¡Yo Samuel! dicen del otro lado, me doy un golpe mental ya que con solo la primera letra que salió de su boca lo reconocí.

—Un segundo exclamo corriendo hacia el espejo intentando verme decente.

Le abro y su sonrisa es lo primero que mis ojos ven. Genial, justo lo que menos necesitaba en estos momentos.

—¿Estas bien? se adentra sin permiso – Escuche que te sentías mal.

—Estoy genial, todos exageran exclamo intentando ocultarle lo que en realidad pasa.

Me mira dudoso por unos segundos, pero luego me sonríe tragándose mis mentiras.

—¡Pues cámbiate y vamos entonces!

—¿A dónde?

—Pues por tus libros para la universidad tonta golpea mi frente con sus dedos. - ¿Acaso te olvidaste que empiezas en dos semanas?

Busco con la mirada el calendario del tocador, sí que me había olvidado.

Le pido que me espere abajo en lo que me ducho y cambio de ropa, protesta como si quisiera quedarse, pero termina yéndose.

<<Samuel va a acompañarme por los libros para la carrera, me siento mejor y un poco de aire me vendría bien>>

Tecleo rápidamente.

<<Ok, no salgas sin tus guardaespaldas>>

Responde y me golpeo mentalmente ante la fantasía arruinada de una tarde con él.

No tardó mucho en bajar y su imagen discutiendo con los dos grandotes me da risa.

—Lo siento joven Samuel, solo seguimos ordenes le repite el más bajo de ellos.

—¡Samuel, está bien! – lo tomo del brazo cuando llego a su lado, nada va a impedir que nos acompañen por lo que pelear y discutir era inútil. – Vamos, estoy muy emocionada.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora