❧Maximiliano
El dolor del hombro no era nada en comparación con la satisfacción que me generaba el ver a Isabella durmiendo tranquila a mi lado.
Recordar lo bien que la pasamos ayer me daban ganas de volver a follarla, pero no podía quedarme demasiado tiempo en la cama, los problemas no se resuelven solos.
—¡Mi niño! Exequiel está esperándote abajo – la voz de nana se escucha del otro lado de la puerta obligándome a salir de la cama.
¿Qué cornos hacia aquí tan temprano?
Intente levantarme sin despertarla, pero fallé en el intento. Se removió entrelas sábanas y antes de ir al cuarto de baño, busque entre el armario algo suelto para ponerme que no implique mover el jodido brazo.
—Déjame ayudarte – pide viniéndose hacia mí al verme lidiar con la manga de la camisa. —Tendrías que cambiarte el vendaje primero.
Me obliga a sentarme y rápidamente cambia las gazas viejas por nuevas. Me ayuda a ponerme la camisa, el pantalón y los zapatos. Soy capaz de ponérmelossolos, pero me gusta verla ayudarme
—Baja conmigo – le pido mientras busco acariciarle la mano.
—Ve tú, voy a darme una ducha antes – besa mi mejilla y se encamina al baño, mientras que me apresuro a salir del cuarto antes de sacarme todo y seguirla.
El menor de los De Lucas estaba esperándome lo más normal mientras hablaba con el idiota que tengo como mejor amigo y mano derecha, que, viniendo al caso, no sé dónde carajo estuvo ayer mientras a nosotros no acribillaban a tiros.
—¿Qué haces aquí? – pregunto cuando termino de bajar captando su atención.
—El imbécil que estábamos torturando hablo – dice haciendo una pausa que me molesta.
—¿Y qué dijo? – pregunto molesto almismo tiempo que recibo el café que me da mi nana.
La anciana se despide dejándonos solos, cosa que agradezco y me preparo mentalmente para el golpe de realidad que el querido italiano me tiene preparado.
—Que lo mandaron los rusos – suelta sin anestesia.
Su mirada se clava en la mía después de lo que dice y niego ya que eso es imposible.
¿Acaso Vladimir enloqueció?
—¿Qué te paso en el brazo? ¿Qué mandaron los rusos? – interviene Marcos y contengo las ganas de tirarle con el café por la cabeza.
—¡Me pegaron un tiro! – le grito. —¿Acaso no vez?
Como si su pregunta no fuese de por sí ridícula, se levanta a inspeccionarme el brazo. Lo aparto de un empujón ganándome un tirón que me hace ver a los demonios del inframundo.
—No sabía que teníamos problemas con los rusos – suelta volviendo a su lugar.
—Hasta donde sabia, no los tenemos – le responde Exequiel.
Y por primera vez extraño a Alexander, no puedo con la escases de neuronas que se cargan estos dos.
Guardo silencio cuando siento los pasos de mi esposa. Me giro sobre mis talones y la veo bajar dudosa.
—Buenos días – saluda acercándose a nosotros.
Trae puesta ropa deportiva y aun así, se ve hermosa.
—Ella es mi esposa – le hablo a Exequiel – Y él mi amigo y socio.
—Un placer señora, Exequiel De Luca.
ESTÁS LEYENDO
Rojo Carmesí
Romance¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...