❧Capítulo XXV

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Maximiliano

Decir que estaba feliz era poco, estaba completamente dichoso, antes de volver a la mansión pase por una florería y le compre un hermoso ramo de rosas a la mujer que bajaba del auto en este instante.

No me molestaba que pasara tiempo con mi hermano, al contrario, gracias a eso samuel estaba más tiempo en la casa.

—¡Por fin llegas! – digo mientras sube los últimos escalones. Esta hermosa, sus ojos irradian felicidad y no me contengo las ganas de besarla.

La atraigo del brazo y devoro su boca, tarda en hacerlo, pero al final me corresponde entregándose al placer que nuestras bocas exigen. me excita el echo de que disfrute conmigo.

—¿Pasa algo? – cuestiona agitada apartándose de mí lado. Mi hermano no esta y no sé en qué momento entro, pero se lo agradezco.

—Tenemos que hablar de algo – le aviso un tanto ansioso mientras le señalo la puerta para que siga.

Lo hace sin protestar y nos encamino al despacho para poder tener más tranquilidad.

La veo detallar el lugar y su mirada se centra en las rosas descansan en la madera laqueada junto al aparato que tiene abierto el examen de sangre que confirma la noticia que me tiene saltando en una pata.

Son pocas las cosas que merecen mi completa atención y el bebe que crece en su panza es una de ellas.

—¡Son para vos! – las tomo entregándoselas y una enorme sonrisa se le forma en el rostro.

—Gracias son muy hermosas – habla olfateándolas – Nunca nadie me había regalado flores.

Me apresuro a llegar al aparato, no puedo contenerme por mucho más tiempo. —Isabella.

—¿Sí? 

—¡Te llame para que hablemos de esto! – digo mientras giro la pantalla.

Se pone a leer y la sonrisa se le borra, los colores le abandonan el rostro transformándoselo en uno de completo horror. ignoro el malestar que eso me genera ya que no me esperaba tal reacción.

—¡No, no puede ser! eso debe estar mal – señala la computadora mientras da unos pasos hacia atrás, las lágrimas comienzan a bajarle por el rostro presa del pánico que claramente tiene.

—No hay error alguno, estas embarazada, vamos a tener un hijo alego feliz intentando que ella también lo esté.

Se lleva las manos a la boca ahogando el sollozo que le surge, las flores se desparraman en el piso cuando las suelta y el ambiente se torna pesado, no sé qué hacer por lo que me acerco despacio atrayéndola a mis brazos.

—¡No puedo estar embarazada! no lo quiero – me aparta bruscamente y la rabia me ciega.

—¿Qué mierda estas diciendo? claro que lo vas a tener – la agarro del brazo cuando intenta irse y por más que me clava las uñas no la dejo zafarse.

—¡No puedes obligarme a tener un hijo que no quiero! – me grita y la mano me queda levantada conteniendo las ganas de darle vuelta la cara.

—Oh claro que puedo y lo voy a hacer la suelto  Si algo le llega a pasar a ese bebe, te mato, a vos y a todos los que lleven tu apellido.

Salgo del lugar dejándola sola antes de cometer una locura que pueda afectar a mi hijo. maldita hija de puta, me quito la poca tranquilidad y dicha que tenía, arranco el auto sin esperar a los guardaespaldas y piso el acelerador lo máximo que sede.


Isabella

Las sospechas de esta mañana se confirman cortándome el paso del aire, no puedo contener las lágrimas y me entrego al llanto que me aballase.

No puedo estar embarazada, no quiero estarlo, no me siento lista para traer un hijo al mundo, mucho menos a este podrido.

Unos brazos me envuelven de repente y sé que no es maximiliano ya que se fue después de no soportar mi reacción. 

—Shh, tranquila – reconozco la voz de samuel - ¿Qué paso? ¿qué te hizo?

Las palabras no me salen y no puedo hacer otra cosa que aferrarme a él. En sus brazos todo se siente más cálido, el deseo de que el hijo que llevo dentro sea de él cruza por mi mente y contengo la arcada que me surge.

No puedo estar pensando eso en estos momentos.

—Oh mi niña, ¿qué paso? – nana ingresa al lugar y para mi suerte samuel no se aparta. No puedo ni siquiera levantar la mira por lo que solo me aferró a sus brazos.

—No lo sé le responde. – La encontré así después de que max saliese azotando la puerta – la voz le sale gruesa por el enojo.

—Levántala, llevémosla al cuarto – le pide nana y dejo que hagan conmigo lo que deseen. En estos momentos no soy una persona muy racional, ni mucho menos capaz de cuidarse a sí misma.

—Quiero estar sola – les pido cuando entramos a la habitación y ambos asienten de muy mala gana.

Me tiro en la cama intentando tranquilizarme, deslizo una mano al vientre y la dejo apoyada en ese lugar.

Las palabras de maximiliano retumban en mi mente y trago grueso siendo consiente de que es capaz de cumplirlas, voy a ser mamá, voy a tener un hijo.

Me reitero y la idea me destruye un poco más.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora