❧Capítulo XXXVI

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Maximiliano

—¡Me alegra estar vivo! – expresa Marcos a mí lado. —Más aún después de la hermosa noticia que me diste aquel día.

Palmeo suavemente su hombro.

A mí también me alegra demasiado que este vivo, que se haya recuperado tan pronto y hoy pueda volver a la mansión.

Las heridas aún no sanan completamente, pero es mejor que este bajo la seguridad de la casa, más aún después del golpe a los francés.

No sé si es un sexto sentido o que mierda, pero algo dentro me dice que Francis no actúa solo.

—Pasado mañana tenemos cita con Calef – le cuento intentando compartirle algo bueno. Todavía no quiero tocar el tema del francés. Quiero que disfrute, por ahora.

—¿Qué quieres que sea? indaga. 

Los ojos le brillan y eso me gusta. Siempre pensé que el primero en traer un hijo a este mundo sería él y de los dos sería el mejor padre, su cuerpo todavía tiene un poco de alma.

—No tengo preferencias, me da lo mismo si es un niño o una niñame sincero a la vez que unos ojos se me aparecen en la mente.

La letalidad en ellos, al igual que el amor, se calan en lo más profundo, haciéndome sonreír como idiota.

No tardamos mucho en llegar y el ambiente festivo se nota gracias a la leve música y a los autos aparcados fuera. Bajamos sin prisa, acomodo el saco del traje, dejando que mi amigo se acostumbre a lo incomodo que debe ser caminar con tres heridas en el pecho.

—¿Estas bien? le pregunto. 

Tiene una mano en una de las heridas y claramente le falta el aire.

—¡Perfectamente!

Me golpea para que sigamos moviéndonos y el olor a rouladen nos recibe al ingresar. Siento que nana está detrás de todo. Marcos ama los rollos de carne de res y puedo afirmar que la anciana mando a prepararlos en su honor.

Cuanto más nos adentramos, más busco con la mirada lo que tanto me interesa y el aire se me corta al verla. Esta cerca de la chimenea y la muy hija de puta trae puesto un vestido de esos que te roban el aliento.

Lo que lleva puesto se ciñe a sus curvas, dejando muy poco a la imaginación y haciéndola ver realmente hermosa. El cuerpo se me tensa en un segundo, al igual que el miembro e intento reprimir las ganas desesperadas de follarla.

Lo único que debería hacer con ella es matarla, por perra traicionera.

—Joder, estas hermosa – alego yendo a su dirección. Se mantiene firme, cerca de la esposa de Exequiel y medio sonríe al verme —Como deseo subir y arrancártelo susurro.

La tomo de la mano caminando juntos hacía donde esta Marcos, quien cabe destacar está feliz por la dicho fiesta. Saludo mientras que nana insiste en pasar a comer y miro el reloj dándome cuenta de la impuntualidad del idiota.

—¿Comenzamos? – pregunta en mi dirección y niego.

—Todavía falta...

—¡Falto yo! – exclaman interrumpiéndome.

Frunzo el ceño al verlo todo desaliñado y con una botella de cerveza en la mano, las ganas de matarlo surgen y muchas veces dude si en verdad es un miembro de la familia como dice ser.

—¡Llegas tarde! – digo dando la orden de que sirvan la comida.

—¡Por dos minutos! – se defiende mirando su reloj. —Me alegra mucho verte vivo Marcos – saluda yendo a su sitio.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora