❧Maximiliano
Siento como si me estuvieran taladrando la cabeza, la luz que se cuela por la ventana me impide abrir los ojos y me desespero al no reconocer donde estoy.
—Te prepare un café – la voz de Alexander me hace fijar la vista en la puerta y los recuerdos de la noche anterior comienza a arrasarme.
—¿Qué hora es? – pregunto sentándome en el borde de la cama.
—Más de las ocho.
—¡Maldita sea! Tenía una reunión – me apresuro a levantarme, aunque la punzada en la sien me obliga a sentarme.
Cierro los ojos odiándome a mí mismo, en mi jodida vida vuelvo a tomar de esta manera, y todo por culpa de la maldita puberta.
—Tranquilo, me encargue – dice restándome un peso de encima – Hable con Marcos a primera hora.
Busco mi ropa comenzando a vestirme y no dejo de mirar al idiota de la puerta, quien se está comportando de una forma bastante rara.
—¿No dormimos juntos? ¿no? – le pregunto al percatarme de que estaba casi desnudo. No puedo hacerme cargo de lo que hago borracho.
Se ríe exageradamente aumentándome el dolor de cabeza.
—Oh, te me ofreciste, pero tuve que rechazarte – comienza a molestarme mejorándome el humor – No sos mí tipo, no me van los borrachos.
Me pongo alerta ante esa maldita palabra que me recuerda los peores momentos de mí vida, la imagen de la hermosa mujer peli negra, la cual me dio vida, se me presenta mandando una punzada a mi tórax.
Las palabras que me volvieron el ser que soy retumban y camino hacía el baño intentando buscar un escape a mi propia mente.
—Lamento todo – digo cuando por fin bajo.
Alexander está en la cocina preparando un sándwich el cual me extiende y recibo hambriento.
—¡Para eso está la familia! – suelta haciéndome clavarle la mirada – No me mires tanto que me pones nervioso, vamos que tenes que arreglar las cosas con tu mujer, quiero que mi sobrino nazca fuerte.
Guardo silencio mientras el auto se desliza por las calles alemanas, no tengo afán en llegar, por el contrario, lucho mientras reprimo la ira y el enojo.
Necesito estar lo más tranquilo posible antes de verla, no quiero lastimarla, no es lo que deseo.
Alexander palmea mi hombro cuando estaciono el auto y la charla que me dio por alguna extraña razón se metió en mi cabeza.
El enojo por las palabras de Isabella no se me va, pero voy a hacer lo necesario para que tenga a mi hijo, aunque eso conlleve rogarle por su vida.
Necesito arreglar esto urgentemente, aplazar el viaje a Francia no es una opción.
—¿Dónde está Isabella nana? – mi pregunta toma por sorpresa a la anciana quien da un salto en su lugar el susto.
—Oh por dios, no vuelvas a hacer eso mi niño, vas a matarme – responde llevándose la mano al pecho y aunque la quiero no tengo tiempo para esto - ¿Dónde está nana?
—En su cuarto, pero...
La dejo con la palabra en la boca y subo las escaleras apresurado pero mis pies se detienen por si solos, antes de llegar, cuando detallo la figura de mi hermano saliendo de la habitación de mi esposa como si fuera un depredador.
No me ve, cosa que agradezco y muevo la cabeza ante los malos pensamientos que me surgen algo así es imposible.
Abro la puerta y el sonido del agua correr aumentan mis dudas y la cabeza se me dispara como un proyectil ¿qué mierda hacía Samuel si ella se está bañando?
Me siento en la cama esperando que se digne a salir.
—¡Joder Maximiliano! – exclama llevándose la mano al pecho cuando se percata de mí.
Toco el arma que guardo detrás de mi cintura mientras busco algún rastro que confirme lo que no dejo de pensar, pero el hecho de que camine hacía mí y tome lugar a mi lado me hace borrar todo rastro de malos pensamientos.
—Tenemos que hablar – dice con un hilo de voz mientras no aparta la mirada del piso.
—No mates a mi hijo, pídeme lo que quieras que te lo doy, pero no lo mates – anticipó el rumbo de la charla y suelto las palabras que tengo atascadas en mi garganta.
La barbilla me tiembla por primera vez en muchos años y maldigo el hecho de actuar de esta forma, no soy así, el sentimentalismo no es parte de mí ser, pero en estos momentos solo deseo una cosa y es asegurarme el bienestar de lo que lleva dentro.
—No me siento capaz de ser madre – suelta.
—Se que soy una porquería y que mi mundo es un asco, pero te aseguro que lo haremos juntos, por favor no lo mates.
Se levanta en dirección al armario, la detallo mientras revuelve los cajones en busca de no sé qué, sonríe cuando lo encuentra y vuelve a la cama con algo entre las manos.
—¡Me lo hice anoche! – me extiende el pedazo de plástico que reconozco como una prueba de embarazo.
—¿Saliste de noche? – alzo las cejas ante su confesión, está loca sin dudas.
—Los guardias fueron conmigo, me pusiste una docena de hombres no me va a pasar nada – se justifica restándole importancia a su mal accionar cosa que me remueve incomodo.
Se que su padre la aisló de todo, pero estamos en suelo alemán, mis enemigos no van a dudar en hacerme pagar con ella cualquiera de mis deudas.
—Como te dije, no estoy lista para ser madre – vuelve a lo mismo y me callo cuando alega algo más - pero quiero intentarlo
El alma me vuelve al cuerpo ante esas últimas palabras y no hago otra cosa que atraerla a mí en un abrazo.
Porque sí, la puberta despertó ese lado dormido en mí, hizo emerger los sentimientos que guarde y repudie por tanto tiempo.
Tengo que reconocer que el lobo se enamoró del cordero.
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Rojo Carmesí
Romance¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...