❧Capítulo XXIV

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Maximiliano

Veo la pantalla de la computadora una y otra vez esperando el vendito correo de Calef que no llega, mientras que escribo un mensaje a uno de los guardaespaldas de Isabella.

Nunca estuve tan impaciente en toda mi jodida vida como ahora.

—¡Fueron los malditos franceses! – exclama Ezequiel entrando al despacho mientras que de una patada manda a volar la silla que tiene enfrente, la cual se rompe contra la pared.

—¡No me rompas las cosas!

—¿Qué vamos a hacer? indaga Marcos quien también entra seguido por Alexander. – No podemos permitir que crean que nos quedaremos con los brazos cruzados.

Me froto la cien ante la cantaleta que empiezan los sujetos delante de mí.

Golpeo la mesa, claramente fastidiado, para que se callen y maldigo internamente ya que lo que me tiene en las nubes no es el incendio, sino que es el vendito resultado que no llega.

—¿No hay dudas al respecto no? indago mirando al mayor de los hermanos.

—¡No! afirma – fueron ellos no hay dudas, crearon la pantalla de los rusos para despistarnos.

Confirme lo que me esta diciendo hace unas horas, pero nunca estaba de más una segunda confirmación.

—Ellos se metieron con lo mío, con lo que me importabacomienzo a hablar captando su atención. – Yo les voy a dar en donde más les importan a ellos.

Las cosas eran demasiado claras para mí, quien me las haces me la paga. Y dentro de la organización soy reconocido por cobrarme las ofensas con sangre.

—¿A quién secuestramos? pregunta el mayor de los De Lucas con una sonrisa de oreja a oreja comprendiendo mis palabras —¿Francis tiene hijos?

Alexander De Luca es tan despiadado y sanguinario como yo, por eso es uno de mis principales socios.

—¡O claro que los tiene! le devuelvo la sonrisa.

Sin decir nada más, saco la carpeta del cajón del escritorio, la cual guarda la información que mande a recopilar y, extiendo sobre la mesa, las fotos en donde muestran al bastardo con un niño de no más de seis años.

—¿Voy por él? pregunta Alexander con clara ilusión haciéndome reír.

No es ningún secreto de que la familia De Lucas no tiene escrúpulos a la hora de cobrar las ofensas por lo que secuestrar a un niño no le va a resultar difícil.

—¿Enserio vamos a ir en contra de un niño?la pregunta de Marcos nos hace clavarle la mirada.

Asiento confirmándole lo que pregunto y entiendo mejor que nadie su pensar, lo comprendo, pero no estamos en condiciones de ponernos moralistas.

—¿Qué pasa Marquitos? ¿Te pone sensible? lo molesta Ezequiel haciéndolo enojar.

—Basta Ezequiel lo regaña su hermano.

—Prepara las cosas para mañana a la mañanaordeno. – Voy con vospor nada en el mundo voy a quedarme fuera de la diversión.

Salen después de acordar los últimos detalles dejándome completamente solo.

Camino hacia la licorera y me sirvo lo más fuerte que tengo.

El celular me suena y me apuro a abrir los mensaje que llegaron. El primero es de uno de los guardaespaldas avisándome que ya están en la casa y el segundo es aquel que tanto estaba esperando.

Guardo el aparato y me apresuro a llegar al escritorio, la pantalla de la computadora se prende y abro con afán el resultado.

La boca se me ensancha ante la palabra que mis ojos captan "positivo"


Isabella

El malestar de esta mañana y todo lo que eso me trajo quedo de lado en cuestión de segundos.

No tenía palabras para describir lo que mis ojos estaban viendo y por más que quisiera formular algo simplemente no me salía.

Samuel había decidido que pasaríamos por el campus de la universidad antes de ir por el material que necesitaba, lo que no me pareció una mala idea, por lo que accedí sin pensarlo.

Ahora me encontraba frente a un gran espacio verde con muchos edificios en él.

—¿Por qué es tan grande?exclamo presa de la emoción que el momento me generaba. Había imaginado el lugar infinitas de veces, pero nada se comparaba con verlo cara a cara.

—¡Porque hay miles de carreras!responde el hombre a mí lado claramente disfrutando de mi reacción - ¿Te gusta?

Asiento frenéticamente.

Gustarme era poco.

Lo sigo encantada mientras me hace el recorrido por los salones en donde voy a cursar las cátedras próximamente y por unos segundos, me olvido de los gorilas que nos siguen sin ningún tipo de consideración.

—¡Sin dudas este es genial! vuelvo a afirmar.

—Para mí lo único genial es verte sonreírsuelta de la nada y las mejillas se me encienden ante su alago.

Tengo claro que mal esta sentir lo que siento por él, pero no puedo negar lo bien que me hace. Samuel es como una luz en medio de tanta oscuridad.

El tiempo se nos pasa volando mientras disfrutamos del lugar, pero para mí mala suerte tenemos que irnos ya que no llegamos a ir por los materiales sino.

—No pongas esa cara, ya vas a ver que cuando empieces te vas a cansar de estar entre estas parades.

—Oh claro que no, no creo que eso sea posible se ríe mientras me jala para entrar a la tienda. Compramos un montón de artículos y libros que según él voy a necesitar.

—Espero que te hayas divertido dice mientras caminamos hacia el auto. La noche estaba cayendo, pero no hacía nada de frio.

Paro en seco cuando diviso un puesto de helados y la boca se me hace agua ante la idea de comerme una paleta de chocolate.

—¿Quieres uno?pregunta pasándome la mano por delante de la cara.

Asiento.

Se aleja y al cabo de unos minutos vuelve con dos paletas, me devoro la mía en un segundo mientras que él ni se come la mitad.

Se que debo parecer una muerta de hambre, pero no puedo evitar desear la que tiene en la boca.

—Ten – exclama extendiéndome cuando nota mi actitud.

No me niego y la recibo gustosa.

—¡Gracias por todo! susurro cuando estamos en el auto a lo que solo me sonríe.

Creo que debí haberme quedado dormida ya que cuando abrí los ojos estábamos en la mansión y un Maximiliano con cara rara nos esperaba en la puerta.

Algo en su expresión no cuadraba, acaso se lo veía ¿feliz? 

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora