❧Capítulo XIX

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Isabella

Verlo así me hacía notar de que era sin dudas un hombre hermoso y demasiado sexy. Tiene el abdomen marcado y unos músculos enormes en los brazo, lástima que me haya lastimado antes de darme la oportunidad de conocerlo.

Porque ya me había hecho a la idea de pasar la vida a su lado y ahora su cercanía me daba terror. Aun así, no podía dejarlo con esa herida, el corazón no me lo permitía.

Ignore sus ojos sobre mí e intente limpiar y curarla lo mejor posible. Se notaba que le dolía, pero no emitía ningún quejido, como si eso estuviese mal.

—¡Ya acomodé mis cosas! le informo intentando sacarle charla.

Quiero que se distraiga de alguna manera.

—¿Necesitas algo más?pregunta levantando el brazo para poder vendarlo. 

La diminuta toalla que lo cubre se cae con el movimiento dejando a la vista su miembro medio erecto.

No se inmuta en intentar cubrirse por el contario busca mis ojos esperando ver alguna reacción en ellos y la consigue, ya que es la primera vez que se lo veo y el tamaño me sorprende asiéndome pasar saliva.

—Creo que estas poniendo mal la vendasuelta burlándose. —Tendrías que centrar tus ojos en lo que estás haciendo, no en mi verga.

—¡No te estaba mirando el pene! me apresuro a defenderme mientras el rubor comienza a subirme.

—¿Te gusta Isabella?pregunta mientras se acaricia la longitud.

No entiendo que carajos me pasa, pero asiento, la imagen de él masturbándose mientras me sostiene la mirada me calienta.

—¡Quiero tocarte!dice encendiendo todas mis alertas. —¿Puedo tocarte?

Hay algo distinto en su voz, en su mirada.

—¿Vas a volver a lastimarme? pregunto y niega.

Comienza a acercarse a mí subiendo su mano por mis muslos,. Su toque es tan distinto a la última vez que cierro los ojos cuando sus dedos se cuelan por mi pantalón acariciando mi clítoris.

Mueve sus dedos y no me quedan dudas de que sabe muy bien donde tocar.

—¡Quítate la ropa! ordena. 

El morbo de sus ojos me envuelve y no dudo en hacer lo que dice, no sé porque, si por la culpa o por gusto, pero termino desnuda a su lado.

—¿Has hecho un oral alguna vez? pregunta a lo que niego. No soy una mojigata, se a lo que se refiere, pero jamás me hubiera imaginado hacerlo. —¿Quieres hacerlo Isabella? ¿Queres chupármela?

—Si respondo presa de la lujuria de sus palabras.

Me desconozco cuando comienzo a cumplir cada una de sus demandas.

—Arrodíllate y déjate llevar, sube y baja, no pienses en darme placer solo concentrar en disfrutar de lo que haces.

Hago caso, su miembro es tan grande que no me entra en las manos, por inercia lo primero que hago es pasarle la lengua.

—Joder nena, que delicia sus palabras son como un aliento que hace meterme su pene en la boca. Sigo sus indicaciones bajando y subiendo mi cabeza, lo hago lento y parece que eso le gusta.

—¡Quiero follarte! sentencia apartándome su pene.

Intento ignorar el miedo que comienza a surgirme cuando me acuesta en la cama y comienza a ubicarse entre mis piernas.

—¿Vas a lastimarme? vuelvo a preguntar.

—No, voy a hacerte gozar.

Sus manos comienzan a recorrerme el cuerpo mientras se encarga de dejar besos sobre mi cuello. La ropa parece molestarle ya que la quita con demasiada prisa dejándome completamente expuesta ante él.

No contengo el jadeo que me sale cuando agarra uno de mis pezones con su boca, los chupa aumentando la humedad en mi parte baja. Y es que hace maravillas con la boca.

Me clava la mira y entiendo que está por penetrarme. Toma su miembrocon una mano y de la nada entra lentamente cumpliendo su palabra. No es brusco, por el contario, se detiene cuando me llena completamente para que me acostumbre a su tamaño.

—¡Muévete! exijo presa del placer y comienza con las embestidas que me hacen perder la razón.

Entra y sale de mí mientras que solo me concentro en el calor que comienza a surgirme en la vagina. Se que esta mal, me estoy entregando al hombre que me lastimo, pero una parte de mí, la que no piensa ni razona, disfruta de la embestidas que me da.

Noto que nos venimos juntos cuando ambos soltamos un grito lleno de placer. Se tumba a mi lado intentando controlar la respiración.

—¡Me gustas Isabella! suelta atrayéndome a su cuerpo.

No dice nada más y luego de un rato se duerme, quito lentamente el brazo y me dirijo al baño, necesito una ducha que quite sus restos de mi cuerpo.

Sonrió al evocar sus palabras y reafirmo mi teoría de que enloquecí. 

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora