❧Capítulo XXIX

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Alemania

21:30 pm

Maximiliano

El teléfono sigue sonando mientras me cercioro de revisar las armas que vamos a exportar a Italia y Rusia en los próximos días.

Un modelo es más letal que el otro y el pecho se me infla de orgullo al saber que son de mi cello.

—Es Alexander dice Marcos mientras me extiende el aparato el cual recibo con una sonrisa.

—¿Quién cornos es Azul? preguntan del otro lado de la línea ni bien escuchan mi voz y resoplo por haberme olvidado de decirle que iba para allá.

—Lo siento, entre tanta ida y vuelta se me olvido informarte de ella, es una persona de confianza, que se encargue del niño mientras disfrutamos de torturar a su padre hago una pausa. - Vuelve lo antes posiblees lo último que digo antes de colgar.

La tarde se trasforma en noche y apoyo la cabeza en el asiento del auto cuando por fin emprendemos la vuelta a la mansión.

Ha sido un día sumamente largo y el hecho de moverme de un lugar a otro sin descanso me dejo exhausto, no sé si necesito una ducha caliente o un buen polvo con las rubias.

O ambas

—Isabella está embarazadasuelto captando la atención del hombre a mí lado el cual manda a volar el celular.

No podía, ni mucho menos quería, seguir ocultándole algo tan importante, es como si se lo contara a mi propio hermano.

—¿Me estas jodiendo? – pregunta.

Niego con una sonrisa

—Oh por dios ¡Eso es genial! ¿Nana ya sabe? ¿Cuándo lo supiste? ¿Ella está bien? ¿De cuánto esta?la emoción lo hace hablar como loro, le pido que guarde silencio para poder responderle cuando...

Dos motos se nos ponen a la par soltando la lluvia de proyectiles que me hacen tomarlo del cuello y tirarlo conmigo al piso de la camioneta.

La cual se despista cuando una bala le vuela la cabeza al chofer y saco la bareta de la cintura.

Derribo la puerta de una patada cuando el auto se detiene al impactar contra lo que supongo es un árbol y me apresuro a salir con la arma en mano.

Malditos bastardos.

El líquido carmesí que tengo en las manos me enloquece al percatarme que es de Marcos, quien me mira desde dentro, denotando dolor, un pequeño hilo rojo le sale de la boca y maldigo en todos los idiomas.

El desespero me carcome cuando las balas no cesan — no te duermas maldita sea – grito cuando lo veo intentar cerrar los ojos.

Los sujetos se me vienen encima y para mí suerte son solo dos, por lo que no me cuesta nada soltar las descargas que los derriban.

Las camionetas de refuerzo se nos unen mientras algunos de mis hombres bajan con las armas en mano.

¿Por qué mierda se alejaron tanto?

—¡Nos emboscaron maldita sea, llamen una ambulancia! les grito mientras corro al auto en donde se está desangrando una parte de mí.

—Abre los ojos idiota los ojos se me llenan de lágrimas cuando desgarro la camisa y me percato de que no solo fue una la que le dio.

—Prométeme que vas a ser un buen padre, y un buen esposohabla con un hilo de voz.

—Cierra la boca deja de decir idiotecesme niego ante la sola idea de que se valla, de que me deje.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora