❧Maximiliano
Encontrarme con la ecografía de mis hijos sobre la mesa de noche me acelera las pulsaciones. Miro a la mujer que duerme en la cama y presiento que fue idea suya el ponerla ahí.
El fracaso de la maldita cena queda atrás con tan solo reparar a los dos puntitos grises que aceleran mi corazón. Nunca tuve tanto afán por algo como por que nazcan, deseo poder cargarlos y que sepan que tan importantes son.
Mis puntitos grises.
Mi legado.
Mis hijos.
—¿Qué hora es? – pregunta Isabella media dormida.
Miro el reloj en mi muñeca. —Las dos.
—¿Recién llegas?
—Hace un momento.
Me desprendo del traje quedando solo en bóxer y me adentro a la cama, exhausto.
—Lamento haberte despertado – vuelvo a hablar.
—Te estaba esperando, pero creo que me dormí.
—¿Por qué me esperabas? – indago acercándome a su cuerpo.
Mis manos se cierran en su cintura dejando pequeñas caricias sobre la tela.
—Solo quería asegurarme de que llegaras bien.
Su preocupación me calienta y busco sus labios deseoso por adentrarme nuevamente en ella. La última vez fue en Rusia y las ganas de penetrarla siempre están.
Mis manos comienzan a recorrerla mientras dejo besos sobre su cuello. Se pega más a mí en busca de cercanía y hago lo mismo para que sienta mi dureza.
De un simple movimiento estoy sobre ella quitando toda la tela que la cubre. Mis dedos viajan a su zona íntima y que esté completamente lista me aumenta las ganas. Me los unto con sus jugos mientras me los llevo a la boca para probarla.
Sabe delicioso.
Saco el falo del bóxer y me abro paso entre su humedad dando pinceladas, sus jadeos comienzan a aumentar y rompo la tensión adentrándome. Lo hago lento, sin prisa, disfrutando como se contrae intentando acostumbrarse al tamaño.
—Quiero ver cómo te corres gimiendo mi nombre – susurro en su oído.
Todo rastro de cansancio quedo atrás.
Me centro en entrar y salir de ella. A pesar de todo, logra calentarme como ninguna.
Succiono su oreja comenzando a descender por cada centímetro de piel. Su cuello, la clavícula, sus senos, los pezones erectos y vuelvo a subir hasta sus labios.
—Me gustas – afirmo.
Aumento las embestidas extasiado por lo que me hace sentir, deseoso por llenarla. Siempre disfrute del sexo, pero con ella es distinto, es más esquicito.
Nos corremos juntos y me dejo caer a su lado atrayéndola a mí. La cubro con la manta mientras beso su frente. No puedo entender que me hizo la niñata a mi lado, pero fuese lo que fuese, es mía, completamente mía.
Y solo dejara de ser así cuando uno de los dos muera.
❧
No tenía la mínima intensión de levantarme. Me estaba acostumbrando a despertar con mi esposa durmiendo sobre mi pecho. Pero no podía pasar por alto la venta a los Yakuza.
Llevaríamos a Ichiro a la bodega para que puede elegir y probar el armamento que va a comprar.
—¿Y tu hermano? – me dirijo a Exequiel.
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Rojo Carmesí
Любовные романы¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...