Capítulo IV: Bienvenida al juego

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Isabella

Luego de largas horas, por fin había terminado la dichosa fiesta. El silencio solo era interrumpido por las personas del servicio que se esforzaban por dejar todo impecable.

Me encontraba en mi habitación, cambiándome el vestido por algo más cómodo. Mire el anillo que decoraba mi dedo, tenía que reconocer que era hermoso.

El color rojo de la piedra me fascinaba.

—Déjame verlo — pidió Anna.

Ni bien todos comenzaron a irse, se pegó a mí como una garrapata y prácticamente me obligó a subir para estar a solas. Extendí la mano para que pudiera apreciarlo y la cara se le desfiguro.

—Joder, es hermoso.

—¡Lo es! — afirmé.

—Tu prometido también es hermoso —agregó —. Y la forma en la que les cerró la boca a tus tíos, me produjo un orgasmo.

No pude hacer otra cosa que reírme y negar por lo lanzada que es. Anna era una descara. Las formalidades y la decencia le importaban muy poco.

—Es un egocéntrico — replique.

—Pues, eso no le quita lo buenardo.

No sé porqué volví a bajar, pero lo hice. Papá estaba tirado en uno de los sillones con un evidente dolor de cabeza por haber tomado de más.

Los años ya le pasaban factura al Boss de la Mafia Rusa.

Sentados en los sillones de enfrente, estaban el chico simpático y mi idiota prometido. Tome lugar en el de un cuerpo que está libre.

—No nos han presentado, soy Marcos — habla.

Me extiende la mano y la acepto ya que ha sido el único que no se ha mostrado indiferente conmigo.

—Isabella.

—¿La pasaste bien? — pregunta —. Las fiestas de compromiso suelen ser momentos importantes para las jovencitas.

Asiento. No fue un momento importante. Solo fue un momento y ya.

—Todo estuvo muy lindo.

Técnicamente, eso era verdad. Todo estuvo muy lindo.

—Espero te hayas divertido — agregué rápidamente.

—No como me hubiera gustado.

—¿A qué te refieres?

—Me hubiera gustado que uno de esos malotes me dieran bola — confiesa.

Parpadeo confusa. ¿Uno de esos? Me doy tres golpes mentales cuando caigo. Es gay.

—Cierra la boca Marcos — interviene Maximiliano.

El nombrado le saca el dedo del miedo y no puedo contener el ataque de risa.

—Ves, ella se divierte — se defiende —. Además, somos casi familia, tiene que acostumbrarse a mi.

Los ojos de mi prometido se centran en mí por primera vez desde que me ubique.

—No te acostumbres a él, por favor — pide —. Es un jodido dolor de huevos.

Inician una discusión y una sonrisa se queda en mi rostro al notar el aura familiar que los rodea. Puedo jurar que Maximiliano es una persona completamente diferente cuando de Marcos se trata.

¿Será así conmigo también? ¿Podremos ser felices? ¿Enamorarnos?

—¡Isabella te estoy hablando! — el llamado de papá me trajo a la realidad, irritándome —. Muestrales sus habitaciones.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora