❧Alexander
Ser parte de una familia de mafiosos te hace ver un sinfín de cosas y vivir situaciones que muchas veces no tienen sentido, ni lógica.
Crecer en este mundo te moldea al punto de que nada llega a sorprenderte, ni siquiera las cosas más ruines.
Pero puedo asegurar que lo que mis ojos están viendo en estos momentos sorprendería a más de uno.
—¿Qué le pasa? – la voz de mi hermano retumba en mi cabeza.
La imagen del gran Maximiliano Wolf borracho y llorando, arrecostado al escritorio, nos hace intercalar miradas.
No podría decir si el más sorprendido es él o yo.
—Vete déjanos solos – le pido a lo que asiente de muy mala gana. – Ni una palabra de esto a nadie.
Me encamino hacia donde está el hombre que considero un hermano y lo primero que hago es quitarle la botella de wiski que no deja de empinarse.
Si sigue así va a terminar con un coma alcohólico y siendo sinceros, es lo que menos necesitamos en estos momentos de contienda.
Nuestros enemigos nos están pisando los talones, no tenemos el privilegio de descuidarnos y convertirnos en un blanco fácil.
No podemos demostrar debilidad.
—Joder, suelta la maldita botella – lo regaño cuando se aferra al vidrio mirándome enojado.
Es la primera vez en años que lo veo en estas condiciones, jamás actúa de forma tan imprudente.
—Quiere matarlo – suelta sorprendiéndome ya que no sé de qué carajos me habla.
Lo miro fijo cuando comienza a reírse como desquiciado confirmando que ahora si perdió la razón.
—¿Quién? Y ¿A quién? – pregunto, y el hecho de que siga riéndose me hace asumir que son solo delirios, ocasionados por los litros de alcohol que ha ingerido.
Necesita un baño frio urgente.
La risa cesa y el silencio se apodera del lugar, intento levantarlo para sacarlo y que se duche, pero se zafa de mi agarre enseguida.
—¡A mi hijo! ¡Isabella quiere matar a mi hijo! – dice y el llanto lo vuelve a arrasar mientras que se tambalea.
Me quedo sin palabras ante lo que me comparte y es que quisiera poder decirle algo, pero jamás fui bueno dando consejos.
No soy idiota como para no darme cuenta que está demasiado vulnerable por lo que hago mi mayor esfuerzo.
—Pues convénsela de que lo tenga, pero hacedlo de una buena manera no con amenazas – paso mi mano por su hombro – No todas las personas merecen nuestro lado oscuro y podrido.
Lo conozco tan bien, al punto de poder imaginarme lo que le dijo a su esposa cuando está le dijo eso.
Maximiliano es el típico hombre que no acepta un no, muchos menos que no hagan lo que él desea.
—Ven, vamos a ducharte que no es bueno volver a casa así – lo ayudo a pararse y gracias a dios lo hace sin problemas.
Camino con él a cuesta hasta dar con el baño en donde lo meto bajo el chorro de agua caliente.
—¡Voy a ser padre! – balbucea haciéndome sonreír.
Un flash me inunda la mente al recordarme en la misma situación, pero con varios litros menos de alcohol.
En ese entonces los papeles estaban invertidos y era él quien me consolaba soportando mi euforia y es que, para la gente como nosotros, un hijo es una bendición.
Un regalo, una señal de que algo estamos haciendo bien.
Sacudo la cabeza cuando los recuerdos se traspasan a ese maldito momento, revivir el momento en que mi vida dejo de tener sentido aun duele.
Puedo entender lo que siente, el solo hecho de pensar en volver a perder un hijo me dan ganas de arrancarme los ojos.
—Dúchate, vas a ver que todo va a mejorar.
Lo mejor que puedo hacer por él es quitarle la borrachera y ayudarlo a arreglar las cosas con la mujer que ama, porque sí, la ama y eso ya es suficiente.
❧
❧Isabella
No podía creer lo que decía en el maldito aparato, mi mente me exigía que lo comprobara por mi cuenta. Sali de la casa en dirección a una farmacia importándome poco las advertencias de Samuel.
No era una jodida cría.
Además, a mi nadie podía darme ordenes, siendo quien soy.
De todas formas, los guardaespaldas me seguían, no iba a ir a ningún lado sin que lo supieran.
—Una prueba de embarazo, por favor – pido cuando llego a lo que la muchacha asiente. La veo irse y buscar por los estantes del fondo hasta que por fin vuelve con la pequeña caja.
La coloca en una bolsa, pago y vuelvo al auto.
El camino hacia la mansión se volvió una agonía por la desesperación que la situación me causaba.
Leí no sé cuántas veces las instrucciones hasta que me animé a realizarlo, luego de unos minutos de tortuosa espera las dos rayitas se hicieron presente.
Era positivo.
Estaba esperando un hijo, uno que no deseaba tener.
Las ganas de volver a salir por una píldora abortiva eran demasiadas, pero no podía pasar por alto sus palabras, lo menos que deseo es tener que soportar la iría de Maximiliano.
Me abrazo a mí misma mientras mes deslizo por el suelo aceptando que tendría que seguir adelante con todo esto y por primera vez en toda mi existencia me atreví a sentir pena por mi patética vida.
Mantengo mi mano sobre la panza, la simple idea de que ahí dentro crecía un ser humano me aterra, no estoy lista, no sé qué hacer y mucho menos me siento capaz de ser una buena madre.
El rostro de felicidad de Max se aparece cuando mi mente me juega una mala pasaba y ahogo el llanto que me surge no sé por qué.
Lo menos que deseo es ser como él y lastimarlo, sé que todo esto es mi error, yo lo busque, yo acorte la distancia, yo me metí en su cama con la idea fija de que eso cambiaria el hecho de que lo engañe con su hermano.
Y ahora, el karma me cobra lo que hice de una de las formas más crueles.
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Rojo Carmesí
Roman d'amour¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...